El 1 de noviembre, día de Todos los Santos, es un día de tradiciones, todas ellas encaminadas a recordar a los que ya no están, a los difuntos. Las tumbas y nichos gijoneses lucen radiantes, engalanados con flores, limpios y cuidados para la ocasión y. sobre todo, rodeados de gente.

Los familiares se reúnen en los cementerios de la villa, repletos desde los aparcamientos hasta sus pasillos, para visitar a sus antepasados fallecidos, recordarlos y honrarlos, con flores, oraciones, y alguna que otra inevitable lágrima de recuerdo.

Hay cosas que no cambian, como las flores por las que se decantan los gijoneses. "Claveles rojos y blancos", como apunta Marisa García, además de "unas rosas, que representan la unión de la familia". De hecho, García acude ya al cementerio de Deva el día antes, "para colocar las flores", para, ya en el día de Todos los Santos, "visitar a mis familiares, pasar un rato con ellos y acudir a la eucaristía", aunque no es la única ocasión en la que acude al camposanto, ya que asegura visitarlo "cada dos meses".

José María Ruiz acude con mayor periodicidad, "casi todos los sábados", a visitar a sus fallecidos en el cementerio de Deva, del que resalta "su gran mantenimiento y el trato de sus trabajadores".

Por su parte, la familia de Marcos Fernández, también acude "todos los años" a visitar a sus antepasados, aunque de manera dispersa, cada uno a sus más allegados, al estar repartidos por varios de los cementerios de Gijón.

Sin embargo, este año sí que hubo una novedad reseñable, la nueva norma dictada por la Iglesia, desde el Vaticano, en lo concerniente a las cenizas de los fallecidos. Según esta directriz, estos restos ya no pueden ser esparcidos o guardados en casa, sino que han de descansar eternamente en lugar sagrado. Precisamente sobre ello habló Fernando Fueyo, párroco de la iglesia de San Nicolás, de El Coto, y capellán del Sporting, encargado de oficiar ayer la misa de mediodía en la capilla del cementerio de Deva, repleta de feligreses para la ocasión. En su homilía, Fueyo recordó que "las cenizas y los cuerpos de nuestros difuntos son algo muy serio", recuperando la anécdota de aquella persona que las llevaba a El Molinón para cada partido.

En esta ocasión, las opiniones son dispares. "Estoy totalmente de acuerdo", sentencia Marisa García sobre la doctrina papal. Con ella comulga también Raúl Canle, quien ve esa "moda" de esparcir las cenizas fuera de los cementerios, o guardarlas en casa, como algo "de las nuevas generaciones". Más crítico, por contra, se muestra José María Ruiz, quien asevera no entenderlo, "es algo personal, que cada cual tenga libertad de decidir". De la misma opinión es Marcos Fernández, quien recalca que "es una decisión de los familiares, aunque creo que hay que respetar las últimas voluntades de los fallecidos". Precisamente, en el cementerio de Deva hay un "Parque de las cenizas", en el que poder depositarlas, dentro del camposanto.

Hay más unanimidad en la "gran iniciativa" que suponen las obras de ampliación y mantenimiento que está llevando a cabo el consistorio gijonés en sus camposantos. Algunas de ellas aún visibles en un día en el que muchos de los gijoneses acudieron a alguno de los cementerios de la ciudad para recordar a sus difuntos.