A los vecinos del número 30 de la calle Luis Braile no se les va a olvidar fácilmente lo que vivieron a primera hora de la tarde del pasado viernes. Dos de los residentes en este tranquilo bloque del barrio de El Natahoyo fueron los primeros en contemplar el horror en el rostro de la mujer de 65 años a la que su pareja intentó matar golpeándola varias veces con un martillo en la cabeza mientras le clavaba un punzón en la garganta. Los testigos pudieron salvar, con su auxilio, la vida a la víctima pero aún no se han repuesto de lo que pudo acabar en tragedia. "No se nos quedó en el sitio de milagro, no se le veía la cara porque se la tapaba la sangre", contó ayer la primera mujer que atendió a la víctima.

Esta testigo se encontraba cuidando de sus nietos en una vivienda del primer piso cuando la sobresaltó una llamaba tepetida al timbre. Era la vecina del segundo, que gritaba pidiendo auxilio. Había llamado a cuántas puertas se encontró en su huida tras zafarse de su agresor. La Policía asegura que cuando los agentes llegaron al lugar de los hechos se encontraron la pared y los pasamanos situados entre el primer y el segundo piso llenos de sangre.

"Le dije a mi nieto que mirara por la mirilla porque yo no llego. Me dijo que era la vecina. No podía dar crédito a lo que vi cuando abrí. La pobre lloraba y decía 'Me mata, me mata, me golpeó cinco o seis veces con un martillo', yo no sabía ya ni que hacer", recordó ayer la vecina de la agredida Afortunadamente la gijonesa no pasó el mal trago sola. Apenas unos segundos después de que la víctima llamara a su puerta hasta el primer piso bajó otro vecino residente en la segunda planta, un auxiliar sanitario que permaneció con ambas hasta que llegó una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía y la UVI Móvil en la que la víctima fue trasladada al hospital de Jove, en donde aún continúa recuperándose de sus lesiones. "Iré a verla esta tarde. Todavía no nos creemos lo que pasó. El hombre no parecía un maltratador, ayudaba mucho a todos, pintaba la escalera y cambiaba las bombillas de la comunidad", reconoció la testigo.

El presunto agresor, Roberto A. P., de 63 años, no opuso resistencia a su detención. Fue él, de hecho, quién abrió la puerta a la Policía después de que los agentes llamaran al timbre en reiteradas ocasiones y quien guió a los investigadores para que hallaran los objetos con los que había llevado a cabo el brutal ataque. La agresión había tenido lugar en la habitación conyugal. El ahora detenido, al que se podría imputar un homicidio en grado de tentativa, abordó a su mujer cuando estaba tumbada en la cama. En el lugar del suceso los agentes se encontraron una gran mancha de sangre. "La escuché hablando con su hija, le decía que lo iba a dejar, que se iba a divorciar; lo hice para que no se fuera porque la quiero mucho", llegó a confesar el arrestado a los agentes poco antes de que éstos hallaran en un armario un punzón y un martillo con restos de sangre.

Hasta el lugar de los hechos se desplazaron también varios agentes de la Policía Científica. Los funcionarios inspeccionaron más a fondo la vivienda y recopilaron pruebas que ahora serán incorporadas en el atestado que elaboran los agentes de la Unidad de Familia y Mujer de la Comisaría y que será remitido al juzgado. La investigación avanzará cuando los funcionarios puedan interrogar al detenido. El hombre continuaba ayer ingresado en el área de Psiquiatría del hospital de Jove, a donde fue derivado después de que los agentes que le detuvieron alertaran de que el hombre tenía un comportamiento extraño. Fuentes cercanas al caso aseguran que el reo padece una enfermedad mental y que había acudido a consulta psiquiátrica unas horas antes de la agresión.

El arresto de Roberto A. P. cayó el viernes como un jarro de agua fría entre quienes lo conocían. El hombre llevaba varios años saliendo con la víctima. Los vecinos nunca conocieron peleas entre ellos. "Ella volvió hace cosa de tres meses. Se había ido de aquí porque las cosas no debían estar muy bien. Cuando apareció otra vez él cayó en una depresión y ya no se pudo recuperar pero nunca pensamos que las cosas acabaran así", relató una conocida de la familia. El agresor llevaba años divorciado cuando conoció a la víctima, una mujer natural de un pueblo de Salamanca con la que pretendía rehacer su vida. Al parecer ambos tenían hijos de sus anteriores relaciones sentimentales.

El estupor al conocer la identidad del agresor de El Natahoyo se extendía ayer por el barrio y entre quienes conocían a la pareja. Pocos daban crédito a que Roberto A. P. hubiera intentado matar a martillazos a su compañera sentimental. "Es verdad que era raro, a veces tenía la mirada perdida, pero nunca sospechas que eso puede dar lugar a que protagonice una agresión así", acertó a contar un amigo del acusado. Roberto A. P., natural de Piloña estaba jubilado desde hacía dos años. Después de trabajar durante casi tres décadas en la fábrica de Tenneco, el cierre de la planta en el año 2013 le dio la oportunidad perfecta para acogerse a un contrato relevo y retirarse. El agresor participó en las asambleas con sus compañeros pero sabiendo en todo momento que su vida estaba ya lejos de la lucha que emprendieron los empleados de la factoría para impedir que se cerrara la planta.