La capilla de la Trinidad tiene nuevo huésped. El artista lucense Antón Patiño inauguró ayer su muestra "Trazando mapas", en el histórico enclave, dentro del museo Barjola. "Es un espacio que tiene una magia enorme, es muy rotundo, con una gran singularidad y expresividad, tiene mucha personalidad, con esos retablos en piedra", explica el autor. "Por eso quise hacer una propuesta blanca, austera, que evocara ese recogimiento que representa una capilla", añade.

La parte más representativa de la muestra es una composición de más de 12 metros de largo por 1,5 de ancho que se sitúa en el lugar que correspondería al altar, bajo el hombre "Axis mundi", en la que el autor se aprovecha de "esta vertical tan poderosa que tenemos en la capilla". La obra está formada por "cuadros relacionados entre sí, con algo que está entre la secuencia fílmica y el relato gráfico, aun cuando en cada una de las piezas hay un mundo concreto, todas juntas estructuran una secuencia narrativa", analizó Patiño.

De este modo se consigue que, en cuanto el visitante pone un pie en la estancia, "la pieza avanza hacia el espectador cuando entra en el espacio, pero también le obliga a mirar hacia arriba", remarcando ese discernimiento entre lo divino y lo humano, "un reto" para Patiño.

La referencia cartográfica incluida en el nombre de la muestra se debe a que "en todas las huellas que uno va dejando en su trayectoria, es un recorrido", según el artista, que remarcó su afición desde la infancia por los mapas y su significado.

Para Patiño, en esta exposición "están presentes elementos muy representativos de mi pintura", como el monocromo blanco o la gran iconografía que se puede observar tanto en "Axis mundi" como en las obras que completan la muestra. De una parte "Dados", formado por cubos de metacrilato transparentes con inscripciones, colocados en la balconada interior de la capilla; "Amalgama escópica", un volumen de tela informe colocado en el suelo; "Mirada vertical", una tela de seis metros de largo colocada en una de las paredes del espacio; y la proyección en un monitor de "Enmarañado", "una geografía del cuerpo como metamorfosis a través de juegos de superposiciones", como lo describió el autor.

A fin de cuentas, lo que Patiño consigue es no un espacio para la contemplación sosegada, sino una muestra que lleva al espectador a una reflexión sobre la coexistencia constante de reclamos que vivimos en el mundo actual.