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RAFAEL FERNÁNDEZ, "RAFER" | Fotógrafo, publica "Dinámica del movimiento"

"Lo más importante es creer en uno mismo; la fotografía es un camino hacia el arte"

"El primer 'Goya' me lo dieron a partir de la experimentación de técnicas aplicadas, curiosamente, a una foto de boda"

Ramón Fernández, "Rafer". ÁNGEL GONZÁLEZ

Ramón Fernández (1948), más conocido como "Rafer", llegó a Gijón desde su Barcia (Valdés) natal a principios de los años sesenta, cuando era apenas un adolescente. Llevaba en vena la aspiración al arte, pero tuvo que hacerse tornero mecánico por las circunstancias económicas y el mandado familiar. Jamás se olvido de su sueño. Autodidacta tenaz, aprendió de aquí y de allá hasta convertirse en uno de los fotógrafos asturianos de referencia para acontecimientos familiares: del bautizo a la boda. Pero Rafer ha sido capaz de darle vuelta al calcetín de los géneros, hasta renovarlos. Y ha insistido, además, en una vía mucho más personal. Sus vitrinas están llenas de premios importantes: dos "Goya" (1991 y 1999) para fotógrafos profesionales, entre más de una veintena de galardones nacionales e internacionales. Algunos fotógrafos jóvenes le llaman maestro. Ayer presentó en el Ateneo Obrero de Gijón su libro "Dinámica del movimiento, volumen que incluye textos de Lara Viña, Lucía Zapico y Ana Rubiera, jefa de sección de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón.

-¿Qué es "Dinámica del movimiento?

-Es un título que responde a mi planteamiento de creación de una fotografía de autor, personal. Vengo de un tradición fotográfica pictórica. Busco que la imagen tenga movimiento. No me interesa hacer la foto que toma todo el mundo, sino que me interesa expresar mi emoción.

-¿Qué imágenes recoge en el libro?

-Son sesenta y nueve imágenes, la mayoría en color pero con alguna foto también en blanco y negro. Son series hechas en los dos últimos años. La foto no es color o blanco y negro, es otra cosa. Hay imágenes que te señalan que debes utilizar el blanco y negro, y otras, como las que he hecho de casetas de la playa (de San Lorenzo), que exigen colorido. Los días de niebla requieren, por ejemplo, su tratamiento cromático.

-Tiene esa tradición pictórico y en algún sitio le he leído que sus mayores maestras fueron las clases de pintura y dibujo que recibió de joven...

-Sí, dibujé mucho. Y a la hora de tomar una fotografía tengo siempre en cuenta la composición. He hecho, por ejemplo, bodegones de flores en los que he querido recordar la técnica del carboncillo, con un trazado rápido. Vengo de esa tradición pictórica. Lo del movimiento, por referirnos a mis fotos, enlazan con el impresionismo, que a mí me gusta mucho.

-¿Se considera un fotógrafo impresionista?

-Lo intento. Y me lo dicen otros fotógrafos y pintores. En algunas de las fotos de San Lorenzo parece que las casetas están bailando, y, sin embargo, están realizadas con un movimiento a propósito de la cámara, todo a mano.

-¿Utiliza la tecnología digital para conseguir esos efectos?

-No, tan sólo la cámara, que sí es digital. Hacer una foto con ese movimiento es técnicamente más difícil que hacer otra fija. Tienes que crear tu propia imagen.

-El arte como mirada personal...

-Exactamente. Cito a Aristóteles: "La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no copiar su apariencia". Este libro incluye una foto suelta que regalo, una imagen muy gijonesa con las casetas.

-Usted fue tornero mecánico. ¿Cómo surgió el deseo de ser fotógrafo?

-En la escuela sólo destacaba con el dibujo y la pintura; ahí era donde triunfaba. Mis padres me trajeron a Gijón cuando yo tenía catorce años, para aprender el oficio de tornero. Estaba de pensión y las manualidades se me daban muy bien, pero por diversas cuestiones no pude llegar a ser un pintor. De mi grupo de amigos, yo era el que hacía siempre las fotos. Y eso, a partir de mis conocimientos de dibujo y pintura, fue lo que me enganchó. Mis fotos son emociones personales vividas.

-Deja de ser mecánico tornero y se convierte en fotógrafo...

-Fue un cambio duro. Cuando llegué a Gijón era poco más que un niño. No es como ahora, entonces tardabas mucho en ver a la familia. Me hice tornero por decisión familiar, pero llevaba el arte dentro y cuando sucede así, pues termina por salir, pase lo que pase. Costaba llegar a la pintura, aprender, porque tenías que ir a Madrid o Bilbao y yo, económicamente, no podía. Fui a clases en Gijón, con Carlos Roces. Lo más importante en fotografía y en pintura es la luz. De aquellas enseñanzas aprendí mucho a la hora de hacer fotos. Cuando pasé definitivamente a la fotografía, que hasta entonces había sido una afición, ya pasaba de los treinta años. La magia de ver salir las imágenes de la cubeta es algo que engancha. Empecé a hacer trabajos obligados para poder vivir: bodas, comuniones, bautizos...

-Ha compaginado la parte comercial de la fotografía con la artística...

-Claro, cuando llegaba octubre o noviembre me encerraba en el estudio y me ponía a hacer mis bodegones, influenciado por Toni Catany, que era un gran fotógrafo y un gran artista ya fallecido. El último premio "Goya" que me dieron fue, precisamente, por un bodegón. En los meses de poco trabajo hacía eso: viajar o bodegones. He fotografiado, por ejemplo, muchas flores.

-Para alguien que fue obrero industrial, como es su caso, tiene que ser de especial valor que le hayan dado premios tan importantes como los "Goya" de Fotografía...

-Hay que creer en uno mismo. Es lo más importante. Y yo sabía que la vocación y el trabajo darían sus frutos tarde o temprano. Cuando me dieron el primer "Goya" flotaba, claro. Fue una foto que hice a base de experimentar técnicas a partir, curiosamente, de una foto de boda.

-O sea, que tomó un género tan tópico como las fotos de bodas y le dio la vuelta...

-Exacto. El problema es que al retrato se le da menos valor pese a la importante dificultad que tiene. El retrato no es fácil: captar la expresión, la luz. Aun haciendo fotos de ese tipo, nunca he querido tomar la típica imagen de aquí te pillo y aquí te mato. Por fondo, iluminación o decorado, siempre han dicho que en mis fotos había algo que trascendía los géneros. Es esa veta pictórica.

-¿Qué es la fotografía para usted?

-Un medio de expresión igual que la pintura. Es arte, o, para ser más precisos, el camino hacia el arte. Hoy, en Asturias, hay grandes fotógrafos.

-¿Cámara digital o analógica?

-Las cinco o seis analógicas que tengo, incluidas algunas Hasselblad, las he retirado. Ahora quiero hacer algo medio analógico, con papeles, maderas y gelatina de plata. Son los proyectos inmediatos que tengo, mezclando fotografía con pintura. Me gusta esa mezcla porque da unos acabados muy singulares, distintos. Para mí la fotografía es siempre, como he dicho, un camino hacia el arte.

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