En Monteana nadie podía creer ayer lo que había sucedido en casa de "Rafael el carnicero", un hombre muy querido en esta localidad. La vivienda -situada frente al bar del pueblo-, sirve habitualmente de improvisado aparcamiento para quienes acuden al local de hostelería, muy frecuentado por el padre del parricida. "Que nos deje aparcar ahí es sólo una muestra de lo que hace por los demás", señaló ayer un vecino. En el chalé ayer reinaba el silencio. Un silencio roto no hace muchos meses, cuando la Guardia Civil tuvo que intervenir en la casa como consecuencia de otro brote de violencia del acusado, al que en aquella ocasión se calmó con medicación y atención facultativa.