El día 10 de enero de 1943 a las ocho de la noche dos mujeres se presentaron en el número 3 de la calle Covadonga de Gijón con cinco niños de la mano. Eran huérfanos de padre, la madre estaba en el hospital y los pequeños malvivían en una choza en El Llano. Sin saberlo fueron los primeros niños a los que atendió el Hogar de San José, institución fundada en 1942 que el año que viene cumple 75 años de presencia ininterrumpida en la ciudad y por la que han pasado miles de menores en busca de una oportunidad de futuro.

Ayer se celebró el acto de presentación de las actividades por las bodas de platino de la casa con una charla de Ana Berástegui, si bien el acto más emotivo para todos los que conocen el Hogar fue la proyección de un vídeo en el que se recogen los momentos clave de su historia, salpicados de relatos y recuerdos de muchos de los que un día fueron parte de lo que todos aseguran que es, y ha sido "una gran familia".

Porque aunque los inicios fueron difíciles, al padre Máximo, artífice del Hogar, nada se le puso por delante. Lo saben bien quienes pasaron por aquel centro primitivo, que de unos cuantos colchones de borra en el desván de la calle Covadonga pasó pronto a necesitar más espacio ante el goteo incesante de niños, huérfanos de guerra y de la miseria de aquellos años.

"El desayuno estaba compuesto de borras de café que nos daba el Café América y de leche que nos cedía Lagisa, con seis galletas", rememora en el vídeo Hernán Piniella, huérfano de padre que pasó su infancia entre las paredes del Hogar. Igual que él, Luis Carbajal recuerda con humor cómo "un día robé una barra de pan y no llegué a probarla, todos me pedían un trozo amenazando con chivarse". Una muestra de las muchas necesidades que tuvo que enfrentar el padre Máximo, que vestía a los pequeños de domingo para ir a pedir ayuda, "lo que fuera, lo que nos dieran". Porque las bocas que llenar de pan y cariño no dejaban de aumentar.

Por eso el Hogar se trasladó a El Natahoyo, donde llegaron a convivir 240 chavales a la vez. Finalizada la posguerra, el centro dio cobijo a hijos de familias desestructuradas, a los que además de cariño, comida y un techo, es les proporciona el afecto y el calor de un hogar. En los años 80 fue precisa una reforma porque el Hogar se venía abajo, y con la generosidad de los gijoneses fue posible crear una nueva sede, por la que siguen pasando jóvenes como Carolina Cruz o Luz Zalón, que agradecen la oportunidad que se les ha brindado para enfrentar la vida "con preparación y seguridad".

Educadores, voluntarios, residentes, antiguos directores y el actual responsable, Rafael Piñera, han pintado en algo más de media hora de vídeo una historia de superación y construcción de futuro, con programas que se han ido adaptando a los tiempos. En los últimos años se han puesto en marcha planes para jóvenes inmigrantes y soluciones de inserción laboral para que los jóvenes que abandonan el Hogar a la mayoría de edad lo hagan con una seguridad. "Sin el Hogar mi vida hubiera sido mucho peor", aseguraba una de las chicas que han pasado por el centro y que ya ha iniciado su vida autónoma. "Los tiempos han cambiado, pero la prioridad sigue siendo la de estar al lado de los más indefensos", resume Piñera.

Las celebraciones del 75 aniversario del Hogar se extenderán hasta el próximo mes de junio con un concierto de piano a cargo de Purita de la Riva, la presentación del libreto de Andrés Barriales y un acto formal de clausura, amén de la fiesta anual con motivo del patrón, San José. Muchos motivos para celebrar historias como la de Luis Carbajal, para quien "el Hogar fue mi padre y mi madre, salí de allí hecho un paisano y creyendo en Dios".