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Inaugurado el Sanatorio Marítimo de San Bernardo y San Hermenegildo

Los terrenos fueron cedidos por la familia conservera Alfageme, tras haber sido fusilados allí dos de sus miembros que tenían los nombres de esos santos

Entusiástico recibimiento a Franco en el Real Club Astur de Regatas en 1949.

El Sanatorio Marítimo de San Bernardo y San Hermenegildo fue inaugurado el 8 de septiembre de 1945. La creación de esta institución benéfico-sanitaria fue por iniciativa de la famosa familia conservera de Candás, los Alfageme -quienes eran originarios de Zamora- que compraron los terrenos donde habían sido fusilados Bernardo Alfageme Pérez, de 87 años, y su nieto Hermenegildo Alfageme del Busto, de 27 años. Su gestión fue encomendada a la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios y su primer director médico fue el prestigioso doctor gijonés Aquilino Hurlé Velasco.

Con estas palabras cargadas de honda humanidad definió Aquilino Hurlé la finalidad de esta modélica institución benéfica: "Quienes padecen una desgracia física, también la sufren moral, dado el complejo de inferioridad que les crean deformidades difíciles de ocultar, blanco de crueldades y burlas. Esta lucha desde la infancia contra un medio hostil desarrolla en ellos un instinto de temor y de recelo permanentes que les empuja al mal, medio natural de defensa contra la humanidad injusta. Incapacitados para ganar el sustento, ya que sus limitaciones no lo permiten, pasan a engrosar la pléyade de mendigos de romería que exponen las miserias propias al paseante para -vergonzoso espectáculo- mejor conmoverle el corazón. Pues bien, estos anormales de cuerpo y alma que son rechazados sistemáticamente en los hospitales generales por no presentar enfermedades de urgencia y por la larga duración de unos tratamientos que exigen la intervención de personal especializado tendrán, al igual que otra muchas poblaciones españoles, sanatorio en Gijón. Desde la más tierna infancia, los infortunados serán cariñosamente cuidados y saldrán en condiciones de poder ganarse honradamente la vida. Grandiosa obra la que los Hermanos de San Juan de Dios realizan en oscura humildad y cuyos cuantiosos gastos sostienen pidiendo de puerta en puerta, como vulgares medios, con la cabeza inclinada y el corazón muy alto".

"Sin prisa, pero sin pausa" era el lema de esta institución ubicada en un paraje privilegiado, por lo que décadas después hubo quien trató de especular con aquellos terrenos, pero una previsora cláusula de la cesión de la propiedad hecha por la familia Alfageme impide que no se dediquen a otros fines.

A su inauguración asistieron Carmen Polo de Franco y su hija, quienes previamente fueron aclamadas al salir al balcón de la Casa Consistorial y también participaron en La Salve en la iglesia del Sagrado Corazón y en una fiesta social en el pabellón de verano del Real Club Astur de Regatas.

La reconstrucción del pabellón de verano del Real Club de Regatas había sido posible gracias a la concesión de un crédito de quinientas mil pesetas por parte de la Comisión de Regiones Devastadas y un crédito al 2% de cuatrocientas ochenta y un mil pesetas, lo que permitió acometer el proyecto de los arquitectos mexicanos con raíces leonesas Federico y Francisco Somolinos.

Los recuerdos de aquella época de Luisina Balanzat. La inolvidable profesora del colegio de las Ursulinas, Luisina Balanzat así me definió aquella trágica época en una entrevista que le hice en 1973: "Mi vida tiene pocas cosas que contar porque ya sabes que los pueblos felices y las mujeres honradas no tienen historia. Yo estudié en el colegio de las Ursulinas y cuando estalló la guerra de la Liberación estuve en el mismo colegio, pero de enfermera, porque lo habían convertido en hospital de guerra. Teníamos quince años cuando entramos de enfermeras y allí nos pasamos dos años curando heridos desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde. ¡Figúrate qué adolescencia más accidentada! Yo tenía dos vocaciones decididas: bailarina de ballet y millonaria, pero me las cortaron en mi casa. Entonces recordé lo que escribió Oscar Wilde: "Cuando no tiene uno lo que le gusta, debe gustarle a uno lo que tiene". Así que decidí ser profesora. Cuando terminó la guerra, ingresé en la Universidad directamente. Había una especie de examen de ingreso y a nosotros nos dispensaron en recompensa por los servicios prestados a la Patria. Hice la carrera de Filosofía y Letras. Me licencié en Historia y comencé a dar clases en el colegio de las Ursulinas. Una alumna mía me dijo que cuando entraba en clase yo era como una corriente de aire fresco. Alguna vez he dicho en mis clases que yo soy una viuda de los luceros? Esto viene de aquel himno de la falange que decía? "formaré junto a mis compañeros que hacen guardia junto a los luceros". En España hubo un millón de muertos y pocos años después la prensa daba la noticia de que en el país había un millón de solteras. Aunque han pasado muchos años nunca me olvido de que el general MacArthur dijo que la juventud es un estado de ánimo. La guerra fue algo terrible. Fue un shock que aguantamos porque estábamos muy bien formadas y éramos muy templadas. ¿Frustradas? Bueno, sí, la mujer que no se casa y tiene hijos es una mujer en cierto modo frustrada, pero eso es algo que no se puede sublimar?"

Torcuato Fernández-Miranda logró su cátedra por oposición. Noticia también muy destacada aquel año de 1945 fue que el gijonés Torcuato Fernández-Miranda y Hevia, en las oposiciones a cátedras de Derecho Político celebradas en Madrid, lograse la vacante en la Universidad de Oviedo, tras haber sido premio extraordinario en la Licenciatura de Derecho por la Universidad de Oviedo y haber realizado estudios en Italia.

Nuevas visitas de Franco a Gijón. En el mes de mayo de 1946, el jefe del Estado, Francisco Franco volvió a Gijón desembarcando en el puerto de El Musel para imponer la Medalla de Oro del Trabajo a los hermanos Víctor, Constantino y Secundino Felgueroso González, aunque ya solamente vivía el tercero de ellos, en un solemne acto celebrado en la Casa Consistorial, con la plaza Mayor abarrotada de público. Una gran manifestación recorrió en aquellos meses las principales calles gijonesas para protestar contra "la injerencia extranjera en las cosas de España" manifestando su afecto por el apoyo recibido de Argentina ante el consulado ubicado en nuestra ciudad. Se escribía por entonces que "la España de la Cruzada vuela muy alta para que puedan llegar a herirla quienes, desde lejos, despotrican y arman ruidos contra nosotros". También recorrió Francisco Franco la "Exposición de Productos Regionales del Noroeste de España". Y en 1949, el 25 de agosto, el Jefe del Estado visitó la mina La Camocha, donde años después sería constituida la primera Comisión Obrera que abriría nuevos horizontes al sindicalismo español. Y después -como anteriormente lo había hecho con toda naturalidad el presidente de la II República, Manuel Azaña- tomó el té en el pabellón de verano del Real Club Astur de Regatas -siendo presidente Dionisio Fernández-Nespral y Aza- acompañado por numerosas autoridades, entre ellas: el ministro de Obras Públicas, José María Fernández-Ladreda; el ministro de Marina, Francisco Regalado; el ministro de Industria y Comercio, Juan Antonio Suances y el director general de la Guardia Civil, el teniente general Camilo Alonso Vega. Y como colofón estampó su firma en la primera página del Libro de Visitas, que fue inaugurado expresamente para rendirle todos los honores protocolarios.

La represión también afectó a los helados de los cafés. La represión de la dictadura afectó no solamente a quienes habían defendido la constitución republicana, sino también a los más tradicionales cafés de Gijón, que fueron multados con seiscientas pesetas aduciendo los controladores que dudaban de la calidad de sus famosos helados aseverando que, como consecuencia de la investigación emprendida, se ha probado que los helados mantecados que se servían en algunos cafés de importancia en esta villa no reunían las condiciones debidas, por lo que en consecuencia la Alcaldía acordó imponer trescientas pesetas de multa a los dueños de los establecimientos siguientes: "Café Oriental", "Café Setién", "Imperial Bar" y "Café Colón"; y trescientas cincuenta pesetas al "Café Dorado".

No eran tiempos fáciles para todos, desde luego.

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