El filósofo gijonés José Luis García Rúa falleció ayer a los 93 años en Granada, ciudad de cuya universidad era catedrático emérito y en cuyo cementerio de San José, donde descansan su mujer Gisela y su hijo Emilio José, recibirá sepultura hoy a partir de las cuatro y media de la tarde. Persona con una trayectoria de gran firmeza política, fiel a las ideas libertarias que defendió indesmayablemente, está considerado como una de las figuras más carismáticas de la izquierda asturiana por el magisterio ético y político que ejerció a lo largo de una vida en la que sufrió las represalias del franquismo. Fue secretario general de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) entre 1986 y 1990, responsabilidad que también desempeñó en la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), además de director del periódico "CNT" en diversas etapas de esta publicación. Gran conferenciante y con una muy amplia formación en distintas disciplinas (de las lenguas clásicas a la historia de la filosofía), fue un escritor intenso que cultivó tanto una prosa de la memoria ("Mis ciudades") como otra en la que desplegaba su pensamiento anarquista a partir de la falsilla de la actualidad, como en los imprescindibles tomos de "Reflexiones para la acción".

La noticia del fallecimiento de García Rúa, cuya salud se había quebrantado desde las muertes de su esposa Gisela y de su hijo Emilio José, en 2010 y 2012, respectivamente, la dio a primera hora de la tarde de ayer la rectora de la Universidad de Granada, Pilar Aranda. La CNT, el sindicato al que García Rúa estuvo ligado desde 1969, lamentó la desaparición de quien fue un consecuente inspirador para varias generaciones de libertarios asturianos y españoles. Un sentimiento que compartieron ayer desde el expresidente del Principado y exalcalde de Gijón, el senador Vicente Álvarez Areces, pasando por Antonio Masip, exalcalde de Oviedo, o el psiquiatra Guillermo Rendueles, entre otros. Su sobrino Juan José García Rúa, exdirector del Instituto Jovellanos y expresidente del Centro Asturiano de La Habana en Gijón, se mostró muy afectado. Estaba muy unido al filósofo, al que consideraba como un "padre": "Tenía un pisín en la calle (gijonesa) de San Rafael y creo que su intención era la de pasar sus últimos años aquí, pero la muerte de su mujer y la de su hijo, dos golpes, torcieron esos planes".

El pensador libertario nació en Gijón el 31 de agosto de 1923. Le gustaba volver todos los veranos a su ciudad natal, donde se organiza anualmente, desde 1996, una semana cultural bajo los auspicios del Aula Popular José Luis García Rúa. En cada una de esas citas, sus conferencias abarrotaban el Centro Antiguo Instituto. Era un humanista de amplio recorrido que se identificó siempre con las causas de los más humildes. "El capitalismo produce que doscientos propietarios tengan tanto como tres mil millones de personas", contó en una de las cuatro entregas de la serie "Memorias" que le dedicó LA_NUEVA_ESPAÑA hará el próximo lunes nueve años. Ahi relata que fue un muchacho anarquista que sobrevivió a su fusilamiento, en Gijón, quien despertó su interés por la política.

Una preocupación que bien podría venir incorporada en su ADN. La dedicatoria del tercer volumen de "Reflexiones para la Acción" es explícita: "Dedico este libro a la memoria de mi padre, Emilio García García, militante del sindicato de la construcción de la CNT de Gijón, muerto en combate, el 4 de octubre de 1936, en el Monte Naranco de Oviedo, luchando contra las fuerzas franquistas del general Aranda".

García Rúa ha hablado y escrito de la influencia que tuvo en su vida la asistencia a la clases de otro ilustre anarquista gijonés, Eleuterio Quintanilla, en la recordada Escuela Neutra Graduada. El filósofo explica en "Quintanilla en las aulas" el comportamiento de su maestro bajo un bombardeo franquista en el Gijón republicano de septiembre de 1937: "Mucho medité luego sobre aquella circunstancia, y de mucho me sirvió en momentos muy, muy difíciles que tuve que vivir".

El filósofo fue un luchador que sumó a su ideario anarquista diversas tradiciones humanísticas: la ilustrada, por supuesto, pero también la romántica. Durante años, recordaba ayer Pendueles, tuvo como referencias las figuras de Sócrates, Jesús y las de algunos idealistas rusos. Su porte tenía algo de profeta veterotestamentario, barbado y de leonada melena blanca. Padeció con los exiliados republicanos los padecimientos de la intemperie en la playa francesa de Argelès-sur-Mer. Trabajó en la construcción y en Mina de La Camocha.

Él mismo ha explicado que regresó a los estudios después de sufrir la explotación en los tajos. Llegó a la cátedra universitaria desde sus humildes orígenes gijoneses, criado por una madre ("su vida fue verdaderamente santa") que regentaba una modesta tienda en la calle del Príncipe, en Gijón. Fue un disciplinado estudiante en una Salamanca en la que se hizo amigo, entre otros, del también filósofo libertario ya fallecido Agustín García Calvo, así como de algunos de los grandes escritores de la Generación del 50, de Ignacio Aldecoa y Carmen Martín Gaite a Rafael Sánchez Ferlosio. Y allí fue adjunto de Antonio Tovar. Rendueles explicó ayer que le consta el "respeto" que Gustavo Bueno tenía al pensador anarquista.

García Rúa hizo su tesis sobre Séneca (otra pista), amplió estudios en universidades alemanas y fue lector en la de Maguncia. Allí conoció a Gisela Wiederman. Volvió a Gijón en 1958: "Había renunciado a todo: a la adjuntía de Salamanca, al lectorado en Alemania, y vine con una mano atrás y otra delante". Hay quien le recuerda aún viviendo de manera muy humilde, "en una obreza bíblica", dando clases particulares. Amparado en su título universitario crea la famosa academia obrera de la calle Cura Sama y se implica en las actividades, fundamentalmente teatrales, de Gesto. Allí convive con antifranquistas de distinto pelaje ideológico ( de Álvarez Areces a Marcelo García) y se convierte en un referente ético para las generaciones más jóvenes: de Rendueles a Chema Castiello, de Eladio de Pablo a María José Capellín.

Llegó a intervenir el responsable de la policía política franquista en Asturias, Claudio Ramos, para quien el filósofo era un "pordiosero social". Pese a la protesta del catedrático Emilio Alarcos, Ramos se las arregló para que echaran a García Rúa de la Universidad de Oviedo al mes de ser contratado. También fue expulsado de la Escuela de Comercio de Gijón. Estuvo en la creación de las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS), una organización que ingresaría en la CNT. Un perseguido político. El gobernador civil de Córboba también hizo que le expulsaran de la Universidad Laboral de la ciudad andaluza. Tiene que seguir con las clases particulares. Hasta la muerte de Franco, en 1975, no le concedieron una plaza de profesor adjunto de Filosofía en la Universidad de Granada. Se jubiló en 1988, a los sesenta y cinco años, pero aún siguió dando clases tres lustros más. Hay quien ve su vida como una lección de rara coherencia.