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NÍNIVE ALONSO | Terapeuta filosófica, licenciada en Derecho y Filosofía

"La terapia filosófica ayuda a poner en orden nuestras ideas y nuestra vida"

"La gente piensa que la felicidad se traduce en momentos de plenitud; no, es una actitud, una forma de ver las cosas"

Nínive Alonso. JUAN PLAZA

El éxito internacional del libro "Más Platón y menos Prozac", de Lou Marinoff, puso de moda una disciplina conceptualizada en la década de los ochenta, en Alemania, por Gerd Achenbach. Nínive Alonso, gijonesa de 1985, está ahí, en la llamada "Terapia filosófica". Afirma que en España se pueden contar con los dedos de una mano a quienes ejercen este método. Locuaz, expansiva, tiene abierta consulta casi a pie de calle, como los antiguos filósofos griegos, entre libros, cuadros que ella pinta y bustos de filósofos. Cree en el poder de la palabra y en que el diálogo viene casi siempre mejor que una receta de ansiolíticos. Cuenta que iba para fiscal, pero que lo que ahora le interesa es que la gente sea feliz.

-¿Qué es la terapia filosófica?

-Por decirlo de manera sucinta, es una psicoterapia, una medicina para el alma, por seguir a Epicuro. Nos ayuda a poner en orden nuestras ideas, y a conjugar nuestra vida con el mundo y con los otros seres. El objetivo fundamental es la felicidad, lo que Aristóteles llamaba "eudemonía".

-¿Ese ha de ser el objetivo fundamental de los humanos?

-La felicidad es una actitud ante la vida. Se lo digo siempre a mis pacientes. No es una meta, sino una forma de ver la vida. Tienes una actitud y te marcas tener otra. Cuando te dices que quieres actuar con el mundo de otra manera, pues ya estamos ante una forma distinta de ver la vida. Tienes el ochenta por ciento de la felicidad. La gente piensa que la felicidad se traduce en momentos de plenitud. No, es una visión general que tiene que ver con la organización de tu vida.

-O sea, que usted enseña a quienes le consultan a organizar emocionalmente su vida...

-Exacto. Nuestra alma es un puzle emocional. Hay veces en que tenemos piezas mal puestas, así que se necesita una reorganización a partir de ciertos pilares. Por ejemplo: podemos empezar a construir a partir del amor. Como en el ajedrez, hay que ver cuál es nuestra posición en el juego de la vida y, a partir de ahí, combinar las piezas.

-¿Un psicoanálisis por otras vías?

-Si miramos en mi biblioteca, se ve que tengo toda la obra de Freud, pero un verdadero filósofo está marcado por las teorías de veintiséis siglos de trabajo. Un filósofo ha de tener una visión general. ¿Es un psicoanálisis? No. El problema es que el psicoanálisis sigue cayendo en sistemas "patologizantes", mientras que el nuestro es dialogante, dialéctico; tiramos del diálogo socrático.

-La mayéutica...

-Eso es. La mayéutica ayuda a que saquemos nuestra esencia. No somos como otros terapeutas que son moralizantes. Psiquiatras, psicólogos o psicoanalistas lo que hacen es insertar al paciente en un cuerpo "patologizante".

-¿Pero usted se considera una terapeuta, alguien capaz de solucionar ciertos problemas o trastornos?

-Sí. Mi máxima es: los médicos curan los cuerpos y los filósofos curamos las almas.

-Es una concepción que se aleja de lo que entendemos por filosofía, que es una herramienta para el conocimiento de la realidad...

-Nosotros nos diferenciamos de la filosofía académica, que es funcionarial, dominadora, y no verdadera filosofía. ¿Las clases de medicina son medicina? No, son historia. El médico es el que cura, y el filósofo es quien trabaja en la calle; es el "conócete a ti mismo" de Sócrates y Platón. La verdadera filosofía es la griega, la que está en el ágora, la que ayuda a las personas, retomada por Viktor Frankl con su "logoterapia". Y también por Elsa Punset, que es filósofa. Una posición que ha sido proyectada internacionalmente por Lou Marinoff con su "Más Platón y menos Prozac", después de Gerd Achenbach. La esencia misma de la filosofía es su aplicación, la praxis; la teoría es sólo una herramienta para llegar a la práctica.

-¿Por qué usa la palabra paciente con las personas que le consultan? No me imagino a Sócrates tratando a los sofistas de pacientes.

-No me gusta lo de cliente. Serían consultantes, pero si hablo de pacientes, y lo remarco, es porque quiero darle la importancia que se merece a la terapia filosófica. Mis paralelismos son con la medicina. La filosofía te puede y te debe cambiar la vida.

-Habrá quien la pueda acusar de intrusismo...

-Estoy esperándolo. ¿Cómo llamaban a Sócrates? El "Tábano de Atenas". No tengo problema en debatir sobre el asunto. Nos avalan veintiséis siglos de sabiduría, en los que me inserto. No tengo miedo a esas acusaciones.

-¿Y qué tipo de personas vienen a su consulta?

-De todo tipo, aunque fundamentalmente con desorganizaciones emocionales, por tendencias afectivo-sexuales...

-¿Gentes angustiadas?

-No, gente que no encuentra la felicidad. Son personas con un nivel cultural alto, aunque puedo trabajar con cualquiera, porque ése es otro deber del filósofo: del más culto al que tiene el lenguaje más pobre. Cuando estudiaba Derecho, trabajaba en el bar familiar y en una peluquería de mi tía. Y he aprendido tanto en esos dos lugares como en los libros.

-¿Y por qué llama a su método "Terapia de alta costura"?

-Soy una enamorada de la moda, así que introduzco la misma diferencia que hay entre la alta costura y el prêt-à-porter, que ofrece prendas talladas que nunca nos quedan del todo bien al no ajustarse a nuestras particularidades. Yo diseño una terapia a partir de las horas que voy a dedicar a la persona que viene aquí.

-¿Hay muchos terapeutas filosóficos en España?

-Somos cuatro personas en toda España.

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