La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Dos minutos más y no lo cuento"

La rápida intervención de los sanitarios del 112 salva la vida a un septuagenario que se atragantó con una uva durante las campanadas de Nochevieja

Pilar Canal muestra en el salón de su domicilio cómo intentó que su marido, Fernando García, expulsara la uva con la que se había atragantado. ÁNGEL GONZÁLEZ

Fernando García Bernardo entró en 2017 con mal pie. O con un nudo en la garganta, por culpa de una mala uva. Este gijonés de 72 años estuvo a punto de morir atragantado durante las 12 campanadas de la Nochevieja. Le salvó la vida la rápida reacción de su mujer y la efectividad del equipo del 112 que se encontraba de guardia en el tránsito de un año al otro, al que dio avisó.

La mañana del 31 de diciembre, Pilar Canal, la esposa de Fernando García, se había levantado con fiebre, por lo que la familia decidió anular las celebraciones de fin de año. "Dijimos que nos quedábamos en casa", explicó ayer la mujer, que se quedó dormida en la cama antes de las campanadas. A pesar de todo su marido le preparó las uvas y se las llevó a la habitación. "Menos mal que me despertó porque al rato, cuando se volvió a ir al salón, escuché como que carraspeaba. Le llamé y ya no me contestó", contó Canal. Cuando salió de la habitación, se encontró a su marido en la cocina. "Estaba pálido y no respiraba, intenté hacerle la reanimación que se ve que hacen en la tele pero no sabía cómo se hacía, así que llamé al 112 y les dije que o corrían o se me moría", relató. Los sanitarios llegaron a tiempo, en apenas seis minutos. "Pensé que iba a morir por una tontería, nunca sabes donde la vas a encontrar", apostilló García, aún con el susto en el cuerpo.

Los médicos que atendieron al gijonés -que fue profesor durante más de 40 años en el colegio de los jesuitas-, le sacaron la uva con una pinza. "Salió entera, sin un rasguño. Me sentía impotente", afirmó el docente. En el hospital estuvieron haciéndole pruebas hasta las cuatro de la mañana. Ahora este septuagenario duda que vuelva a comer uvas para despedir un año. Y eso que, a modo de precaución, para esta Nochevieja las había comprado sin pepita. "A la tercera uva ya sentí que no iba bien, pero por burro continué tragando hasta que a la siete o la ocho ya no pude más", recuerda García, quien reconoce que dehaber tardado la ambulancia dos minutos más "no lo cuento".

Compartir el artículo

stats