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La sala de pinturas de Enrique Segura en la Laboral, nuestra Capilla Sixtina

El retratista sevillano se inspiró en Miguel Ángel y en Luca Signorelli, que colaboró con el primero en la famosa estancia del Vaticano

Enrique Segura, pintando los murales de la Laboral.

Después de finalizar el fresco en el histórico frontal del gran teatro de la Laboral -actualmente tapado sin justificación artística alguna y en lamentable deterioro por las humedades que padece al no poder respirar- en el que emuló la "Escuela de Atenas" de Rafael, con su visión idílica del proletariado instruido tal como siempre defendió Jovellanos, el genial retratista Enrique Segura afrontó los murales de la "Sala de Recepciones". Este lugar estratégico que habitualmente ha sido ignorado durante las últimas décadas se encuentra al nivel del anfiteatro con cinco balcones hacia la plaza central. El arquitecto Luis Moya le entregó los diseños que Salvador Dalí le había remitido desde Nueva York, aunque el pintor sevillano buscó más bien su inspiración en Miguel Ángel y en Luca Signorelli -discípulo de Piero della Francesca, de quien aprendió el tratamiento de la perspectiva, por lo que este pintor de la afamada Escuela de Umbría colaboró en la realización de los frescos sobre el Testamento y la muerte de Moisés de la Capilla Sixtina en el Vaticano- para la realización de este homenaje a la génesis de la Universidad Laboral.

Miguel Ángel Álvarez Álvarez, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, ha dedicado muchos años de estudio y trabajo para realizar su tesis doctoral sobre la vida y la obra del gran retratista Enrique Segura Iglesias (Sevilla, 1906- Madrid, 1994). Un gran artista que ya ingresó a los diez años en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, tras lo que logró una beca del Ayuntamiento de Sevilla para completar sus estudios en París, los entonces llamados Países Bajos e Italia. Después de sus grandes obras pictóricas ingresó en 1965 como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1970 le concedieron la Medalla de Oro de la acreditada institución parisina Art-Sciencies-Lettres y en 1975 también fue distinguido con la Gran Cruz de Alfonso X "El Sabio". Vamos que en Gijón tenemos y podemos disfrutar de las obras de uno de los grandes retratistas del mundo, reconocido internacionalmente por sus méritos.

Gracias a su encomiable labor plena de rigor se ha podido recuperar la memoria sobre la extraordinaria obra realizada en trescientos metros cuadrados durante dos años de intenso trabajo, a la que el arquitecto Luis Moya definió como "Sala de Recepciones" y que ahora la denominan "Sala de Pinturas", aunque haya quien la haya calificado como la "segunda Capilla Sixtina". Y no solamente eso, sino que el licenciado Miguel Ángel Álvarez -en colaboración con la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral, presidida por Antonio Gutiérrez Díaz- logró hace unos años reunir a los seis hijos del pintor con motivo de cumplirse las seis décadas de su trabajo en la antigua Universidad Laboral que está rematado con un autorretrato familiar en el que le acompaña su esposa, María Coronado, en el ángulo superior de la puerta que comunica con la Sala de Visitas. Por su hija Teresa Segura pudimos saber que "mi padre en invierno no podía pintar porque la humedad no dejaba secar bien la cal. Por ello se pasaba aquí desde la primavera hasta octubre y nosotros veníamos a verle cuando no teníamos colegio. Cuando volví a ver la obra de mi padre he quedado de nuevo impactada".

Antes de acometer su trabajo en Gijón, Enrique Segura hizo los bocetos en su estudio de Madrid por el que pasaron más de cincuenta personas vinculadas al mundo del deporte y que años después hasta fueron portadas del diario "Marca" por su relevancia como destacados profesionales. Después Enrique Segura desarrolló su creatividad en el maravilloso espacio teniendo en cuenta el sentido de las agujas del reloj. Desde sus orígenes con la Fundación de la Laboral, con el arquitecto Luis Moya y su brillante equipo en el panel principal, de indudable emulación de los maestros del Renacimiento.

En la "Guía Histórico-Artística del Centro de Enseñanzas Integradas de Gijón. Antigua Universidad Laboral" editada en 1993 por Silverio Cañada -¡cuánto le debe la cultura asturiana a este hombre del que ya muy pocos nos acordamos!- Jesús Zatón y Julio César Álvarez hacen una detallada descripción que por su indudable interés reproducimos: "El mural de la Fundación de la antigua Universidad Laboral ocupa toda la pared del lado Oeste. Se representa el duro trabajo de la mina y la mar, en el que son frecuentes los accidentes, frecuentes las escenas de ansiedad y angustia de las familias. Alrededor de un grupo de trabajadores que sacan de la mina a un compañero herido -accidente que sirvió de base para la creación del Orfelinato Minero- se van distribuyéndolos distintos personajes y elementos significativos: la Universidad Laboral representada por la torre y la iglesia; la Virgen de Covadonga, como patrona de la institución juntamente con San José Obrero; la religiosa y el ángel significando la tutela benéfico-docente de la fundación. La madre con los niños huérfanos, los rostros dolidos de los personajes que se amontonan en la parte inferior -los familiares que han perdido a la persona querida-; los dos hombres del ángulo inferior derecha, en ademán pensativo representando a los fundadores y, sobre todo, el grupo de jóvenes repartidos a izquierda y derecha de la Universidad Laboral que son los beneficiarios dispuestos a afrontar el desafío del futuro".

De difícil interpretación son los murales que ocupan las paredes Norte y Este en las que Enrique Segura plasmó en cuatro paneles al Espíritu Santo en forma de paloma, la Santa Cena, la batalla, los derrotados y los victoriosos. Jesús Zatón y Julio César Álvarez destacan el hecho de que "apenas aparecen escenas de terror, sangre, desesperación, dolor, hambre o miseria. Un clima un tanto artificial envuelve a las figuras. Los cuerpos robustos de los soldados y del pueblo cortados todos por el mismo patrón se enfrentan en lo que podría ser más una contienda gimnástica que una guerra. El espectáculo de los cientos de cuerpos hercúleos semidesnudos abrumados por la tragedia que les envuelve nos lleva ciertamente al gigante del Renacimiento Miguel Ángel. Como en la Capilla Sixtina, la plasticidad de los cuerpos, su sentido del volumen y del peso nos hacen pensar en esculturas que hubiesen cobrado vida por algún soplo mágico? En la parte superior izquierda se presenta la batalla con una abigarrada serie de ángeles, querubines, carros celestes y caballos alados. En la derecha ángeles cornudos y dos dragones, uno de siete cabezas -la bestia del Apocalipsis- y otro de cuyas entrañas salen hordas y sapos, culebras y murciélagos. Un ángel con la espada ígnea separa los grupos de contendientes? El carácter alegórico y simbólico de toda la composición refleja la más pura tradición cristiana. Una legión de ángeles expulsa al dragón y a sus seguidores. No hay arrepentimiento, sino abatimiento y desesperación ante las fuerzas que las arrastran hacia una caída inevitable".

En la pared este, al igual que en el Juicio Final de Miguel Ángel, Jesucristo es el eje centrípeto de la composición. En la parte inferior hombres con sacos y viandas reflejan la esperanza de abundancia, gracias a su trabajo en paz, con la aspiración de construir un futuro de prosperidad y justicia.

Toda esta grandiosa obra de arte de Enrique Segura fue entonces complementada con varios retratos hechos por él en una interesante pinacoteca con tablas hispano-flamencas y obras de Carreño Miranda, Julia Alcayde Montoya y Mariano Moré.

Tan importante maravilla artística y tan desconocida por la mayoría. ¡Qué lástima!

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