La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ISABEL BONO | Escritora y ganadora del premio "Café Gijón" de novela, presenta mañana su libro

"Es muy difícil escribir sobre la muerte de un hijo, es un dolor que nunca cicatriza"

"Antes cuando terminaba un libro, me daba mucha pena, era caer al abismo; la edad me va trayendo arrugas, pero se ha llevado el drama"

Isabel Bono, en el Café Gijón, tras recibir el premio. LNE

Mañana se presenta en Madrid la novela con la que Isabel Bono (Málaga, 1964) se alzó, de forma "totalmente inesperada", con el premio "Café Gijón" de este año. Una historia sencilla, concisa, que narra la vida de una familia rota por la pérdida del hijo pequeño, un relato en el que van saliendo a la luz sentimientos soterrados, que sólo encuentran solución en "Una casa en Bleturge", la narración premiada.

-¿Es fácil escribir sobre un tema tan duro como la pérdida de un hijo?

-Es extremadamente difícil, sobre todo si no has pasado por esa experiencia. Cuando oigo en las noticias que ha muerto algún niño, siempre me pregunto de dónde sacan esas madres la fuerza para seguir viviendo. Quizá quería responderme esa pregunta. No me atreví a describir ese dolor en presente, en el libro el niño lleva muerto muchos años, porque no habría sabido por dónde empezar. Pero sí pensé que podía aproximarme a cómo sería la vida de una familia que guarda dentro tanto dolor, un dolor que no creo que cicatrice nunca. Sé que es muy osado escribir sobre algo que no he vivido en mis carnes como se dice. Pero creo que todos los que escribimos lo hacemos para respondernos preguntas.

-Estudió Ciencias, odiaba la literatura... ¿cómo se entiende entonces que sea escritora?

-Está claro que tengo que ser menos apasionada al hablar (se ríe). Odiar es un sentimiento exagerado en este caso, y casi en todos. Pero es cierto que no me gustaban nada las asignaturas de letras. Cuando tenía examen de Historia, y aquí no exagero, la noche anterior me subía la fiebre.

-¿Qué relación encuentra entonces entre las Ciencias y la escritura?

-Pues no sé si será cosa mía, pero siempre he pensado que escribir no tiene que ver con nada. Tiene que ver con leer, eso sí. Es como si te gusta el fútbol, pues quieres ser futbolista. Si te gusta leer, quieres ser escritora. En el colegio no recuerdo que nos recomendaran libros. Nos aprendíamos de memoria la minibiografía de un escritor y listo, o nos hacían aprender poemas de memoria para recitarlos delante de toda la clase. Yo era la persona más tímida del mundo, lo pasaba fatal. Iba a decir que quizá no era curiosa, pero sí lo era, sólo que mi curiosidad se iba antes a leer la biografía de Pitágoras que la de Cela.

-¿Se siente más cómoda escribiendo poesía o novela?

-Mientras escribo me siento cómoda siempre. Da igual que sea un poema, un mail o la lista de la compra. Me gusta contar. Creo que es eso. Me pasa mucho, cuando alguien está contando algo le digo: "¡No, así no, cuéntalo bien!". La incomodidad, más bien la inseguridad, llega a la hora de mostrarlo, pero es una inseguridad por la forma, no por el fondo. Inseguridad por si estoy contándolo bien, sea lo que sea. O será que los que escribimos tenemos un punto exhibicionista, cualquiera sabe. Sin ir más lejos, tengo un blog de sueños. Más íntimo que eso, no hay ningún poema. Y no me incomoda lo más mínimo mostrarlos. Me decían esto mismo hace poco: "si te expones pueden hacerte daño". Pero, ¿quién va a querer hacerme daño?, ¿por qué? Si pensara esas cosas saldría a la calle vestida con una escafandra.

-¿Qué le llevó entonces a pasar de poesía a novela?

-La novela, la prosa en general, siempre ha estado ahí. Los poemas llegaron por casualidad. Empecé escribiendo cuentos, escribí algunas novelas y hasta una obra de teatro, ya que mi osadía no tiene límite. Como soy de escritura breve, los poemas me vinieron muy bien para contar pequeñas historias. Siempre he estado amenazando a mis amigos con dejar de escribir poemas. Siempre les decía: "cuando cumpla 50 me paso a la prosa".

-Y así fue.

-No del todo. La prosa avanzaba muy lentamente, no encontraba mi voz, así que he seguido escribiendo poemas. En 2008, leyendo a Askildsen, pensé: "Eso, así es como quiero que sea". Y empezaron a gotear fragmentos de lo que ahora es "Una casa en Bleturge".

-¿Por qué cree que eligieron "Una casa en Bleturge" como ganadora?

-No lo sé. Quiero pensar que este jurado está acostumbrado a leer poesía y vio algo de poesía en mi libro. O que en estos tiempos en los que todo sucede a una velocidad inhumana, les gustó encontrarse con una historia sin prisas, casi a cámara lenta, donde toda la acción transcurre de la frente hacia adentro y no de la frente hacia afuera, no sé si me explico.

-Dice que es el primer libro en el que se siente a gusto, ¿por qué? ¿Qué tiene este que no tengan otros?

-Lo importante es lo que no tiene este: retórica. Antes, en prosa, me regodeaba más. El resultado era infumable. Supongo que escribir poemas me ha ayudado a concretar, aunque también escribir lo que sueño cada noche. Si escribes un sueño metiéndole literatura lo desvirtúas. Describe lo que has visto y vete. Yo le llamo "escribir desde el frío". Sin olvidar que el frío también quema.

-¿Entonces cuáles son sus influencias?

-Pues precisamente esos escritores que yo llamo fríos, o nórdicos. Recuerdo cuando leí a Duras. Toda esa pasión de "El mal de la muerte" en un librito de, ¿cuántas tiene?, ¿50 páginas? O cuando leí "Molloy", que me dejó KO. Siempre busco lo frío, lo que cruje bajo los pies. Askildsen, Peter Stamm, Agota Kristof. También Vonnegut, pero Vonnegut es mi recreo.

-¿Y sus puntos fuertes como escritora?

-El tesón. No soy fuerte, pero me creo infatigable. Si a eso le sumas un amor absoluto a escribir, ya lo tienes.

-Usted escribe de forma muy concisa, con pinceladas muy precisas.

-Sí. ¿Para qué decir con 20 palabras lo que puedes decir con 8? Hay que ser claro y conciso. Será porque creo poco en la comunicación, creo que construimos sobre malentendidos. Demasiado bien nos va.

-¿Hacia donde va su futuro?

-Como dirían los punkis, "no future!". Antes, cuando terminaba un libro de poemas, me daba mucha pena, por no decir miedo, pensar en que sería el último. ¿Y si no hay más?, ¿si no escribo qué voy a hacer? Terminar un libro era caer al abismo. La edad me va trayendo arrugas, pero se ha llevado el drama. Es posible que también se lleve la mirada poética, todo se gasta. Pero tengo la sospecha de que la prosa se gasta menos. El lenguaje de la prosa es inagotable. Es sólo una intuición, ojo. Así que mi futuro, de momento, irá escaleras abajo, a la calle, como decía mi suegro "a mirar a la rubia y a la morena", y después corriendo a casa a contar lo que he visto. Pero a contarlo bien, eh.

Compartir el artículo

stats