Ateniéndome a la corrección del lenguaje, algo que pocas figuras de la oratoria respetan, he de decir que Elena de Lorenzo Álvarez es un peso pesado de la cultura asturiana, y no una "pesa pesada", como gustaría exponer el aldeanismo rampante. Hecha esta observación, De Lorenzo es doctora en Filología Española, profesora titular de la Universidad de Oviedo, y desde hace unos meses directora del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Ayer dio una conferencia en la Casa Natal de Jovellanos, titulada "El curioso contemplador de la Naturaleza: Jovellanos y la estética de lo sublime."

Elena de Lorenzo es una mujer joven y brillante, apasionada por su trabajo, factores que la han llevado a asumir responsabilidades propias de personas de otra edad. Comenzó su charla refiriéndose al concepto de lo sublime, como una categoría estética que consiste en un asombro, un deslumbramiento, un éxtasis que más allá de lo racional y puede asimilase a fuerzas sobrehumanas o sobrenaturales. Son efectos que surgen ante una belleza extrema, una puesta de sol, el mar embravecido, la panorámica de una montaña, o los caprichos de las nubes. Jovellanos se refiere a lo sublime con insistencia porque lo siente, lo vive, y así lo va reflejando en sus escritos durante cuatro décadas. Le deslumbra la Naturaleza en todas sus variantes; las montañas asturianas, el Sitio de Covadonga, las galernas? Y se pregunta: "¿Qué negación no desmayaría a la vista de tan insuperable obstáculo?" Jovellanos es el primer español que habla de lo sublime aunque los ingleses y los alemanes se le habían adelantado. Y es a partir de la lectura de textos extranjeros cuando comprende su significado.