¿Qué sucede con los jóvenes tutelados por la Administración pública una vez cumplen su mayoría de edad? Durante muchos años las instituciones regionales ni siquiera se plantearon esta cuestión, a pesar de haber invertido en ellos cuantiosas cantidades de dinero público. Y la respuesta al problema, utopía durante años, apenas comienza ahora a escribirse. A los 18 años decenas de jóvenes en Asturias sienten, sobre el filo de la navaja de la exclusión social, que les abandona el sistema, les da la espalda. Suerte que en abril 2002 nació en Asturias la ONG Identidad para Ellos (IPE) fruto de la inquietud y toma de conciencia de varios profesionales de la intervención social y extutelados que se dieron cuenta del abismo al que se conducía a estos jóvenes.

Desde su creación han atendido a 157 jóvenes (el 80% son varones), entre asturianos y migrantes, de entre 18 y 25 años. Y con buenos resultados. Tanto Marcos Madrigal como José Pablo Calleja Jiménez, presidente y secretario de IPE, coinciden en datar en 2009 un incremento del flujo de peticiones de ayuda que reciben, alcanzando desde entonces entre 15 y 20 personas cada año que se benefician de la mediación y acompañamiento que les ofrece IPE. Para el próximo año calculan la salida de entre 60 y 70 chicos y chicas de los centros de menores. De ahí, calculan, un porcentaje volverá a su casa, otro hará su vida de forma independiente y otro optará por los recursos residenciales existentes. Y un cuarto porcentaje, al que no le irá bien, se quedará probablemente en la exclusión social: "Ése es nuestro colectivo de atención", matiza Calleja.

¿Cuál es el perfil? "Son chavales frágiles que atraviesan un momento crítico", asegura Madrigal. Muchos provienen del maltrato, abandono emocional, de un entorno con drogas y alcoholismo o, incluso, abusos sexuales. Experiencias que de jóvenes no interiorizan, porque "se dejan llevar por otras frivolidades de la vida y empiezan a tomar conciencia más tarde", argumenta. Con ellos resulta capital que la atención sea individualizada y flexible; el apoyo emocional, intenso para superar obstáculos; y la puerta, abierta para una segunda oportunidad. "Y tercera, cuarta, quinta; cada uno tiene sus problemas, no somos encorsetados porque vemos que ese es el fracaso de los demás", resalta Madrigal.

Identidad para Ellos recibe poca aportación pública. Su sustento se fundamenta en la donación altruista de organizaciones como el Rotary Club de Gijón -que la pasada semana les entregó un cheque por valor de 10.154 euros recogidos durante una cena benéfica- o la orden de las monjas Ursulinas de Madrid, además del altruismo de particulares anónimos. Desde su puesta en marcha han invertido ya 40.000 euros de fondos propios. "Somos una sociedad civil, ni nosotros ni el resto de socios nos dedicamos sólo a esto pero compartimos una preocupación legítima y genuina por lo que hemos detectado", sostienen. De ahí la petición abierta a todo el que desee colaborar para ayudarles a "generar una estructura mínima de intervención". Y pondrán énfasis especialmente en las administraciones públicas, "porque desde la reforma de la Ley de protección del menor de 2015, la ley dice que tienen que continuar estableciendo medidas de protección para los chavales que han estado en centros". "La administración ha empleado mucho dinero público en esto para que luego acaben excluidos de la sociedad; ese gasto debe tener un objetivo y una finalidad", insisten. Y desde IPE estrechan lazos con el Principado y ayuntamientos como Gijón y Avilés.

La premisa de esta ONG es que si hoy día ya es difícil que alguien al cumplir la mayoría de edad pueda hacerse cargo de su vida de forma independiente incluso con una familia normalizada, "peor con estos chicos que tiene una serie de déficits". A ellos, desde 2009 les espera el proyecto "Amadeo" -lleva el nombre de un joven que murió hace años de sobredosis en Nuevo Gijón- por el que pelean desde Identidad para Ellos contra viento y marea ayudándoles a pagar el piso o la habitación donde viven, impulsando su inserción laboral, moviéndose entre instituciones para lograr apoyos y una discriminación positiva. Auténticos adalides de quienes les necesitan. Autóctonos y foráneos.

"En la sociedad te apoya el 95% pero siempre hay un 5% de gilipollas (sic) que te recriminan y te dicen que por qué ayudamos negros, que primero los españoles", lamentan. La cruda realidad se antoja caprichosa. Más aún cuando estos trabajadores sociales ven de cerca que los jóvenes nacionales en estas tesituras tienen peor pronóstico que quien viene de fuera. "Nadie se cruza cuatro países para venir a fumar porros, pero a veces la sociedad no está o no quiere estar en la realidad", zanjan.

Y por si fuera poco, de un tiempo a esta parte, reciben no pocas visitas de otro perfil de solicitante. Chavales que no han ido a centros de protección pero que a los 18 años ven que la situación en su casa es "insoportable". Ya están manos a la obra.