La vida pocas veces pone delante de las personas en dificultades un ordenador con conexión a Internet. Pero con frecuencia siembra de dificultades el camino de los que peor lo están pasando. "Hoy en día sale todo del ordenador, si no lo entiendes vas apañao", señala de forma gráfica Nicanor Gutiérrez.

Él es uno de la media docena de usuarios habituales de la Cocina Económica que se beneficiarán hasta el próximo mes de junio de los cursos gratuitos de informática que imparten profesores y estudiantes de ingeniería de la Escuela Politécnica de manera voluntaria, con material cedido por el centro. Una manera de que quienes menos posibilidades tienen puedan empezar a romper una brecha tecnológica que a muchos se les antoja insondable. Porque, sin ir más lejos, "casi me vuelvo loco el otro día para hacer un trámite, me pedían el DNI electrónico y no sabía ni lo que era eso, todo lo hay que hacer con el ordenador y hay que aprender", reflexiona Gutiérrez, de 65 años y asistente por segunda vez al curso.

Como él, José Luis de Con repite en las aulas de la Cocina Económica. "No sabía nada y la verdad es que aprendo bastante, nos enseñan cosas de las que no teníamos ni idea y ahora ya tengo dos diplomas", asiente, orgulloso y dispuesto a "seguir aprendiendo porque hay que ponerse al día".

El objetivo de los cursos es el de que los asistentes pierdan el miedo a los ordenadores. "Que conozcan y manejen el panel de control y los programas más básicos como la calculadora, el Paint, el Notepad... Y que aprendan a enchufarlo y desenchufarlo, que sepan qué pasa dentro del ordenador, lo que es el disco duro y que conozcan el significado de términos como los gigas de memoria", explican Conchita Pérez Llera y Jorge Feito, profesora de Informática de la Politécnica, ella, y encargado del servicio de Informática del campus de Gijón, él.

Conchita, junto con profesores como Marisa Serrano, del departamento de Matemáticas, ha sido la creadora entusiasta de los cursos, que cada semestre ofrecen la oportunidad de "saber algo más de lo que sabíamos, porque esto parece extraterrestre", indican Jesús Ángel Cardo y Fernando Gonzalvo. Y también para iniciarse en el funcionamiento de los móviles, como sugería Tudorita Blindo, la única mujer del grupo, para quien "venir a estas clases es una forma de recuperar el tiempo perdido".

La labor de enseñanza se completa con el trabajo de voluntarios como Navi Andrade y Elena Artero, estudiantes de Ingeniería en Gijón que no han dudado en formar parte del proyecto. "Son alumnos muy agradecidos, es una iniciativa muy interesante y enriquecedora para todos", sostiene Artero, quien es también voluntaria de Cruz Roja. Al final, más allá de los conocimientos, quienes se animan a participar en los cursos buscan también una forma de pasar el tiempo y de encontrar empatía. "Ellos dan mucho más de lo que tú das, están a gusto, se evaden y disfrutan, y eso es lo bonito", señala Jorge Feito al inicio de la primera clase del semestre. Una oportunidad de acceder a un mundo virtual que hasta ahora les parecía lejano.