Lo dijo en una muy bien hilada homilía el párroco de la iglesia de La Resurrección, Silverio Rodríguez Zapico: la muerte siempre nos sorprende y su visita jamás coincide con nuestra agenda. Palabras que este cura de citas muy bien traídas (por ejemplo esta: "la belleza salvará al mundo", que es de Dostoyevski) pronunció ayer en el funeral del pintor Rodolfo Pico, despedido en su barrio de Laviada por familiares, colegas y una amplia representación del mundo artístico asturiano. Su obra, tan original como sentimentalmente aquilatada y casi siempre bienhumorada, es una de las más destacadas de una sobresaliente generación que incluye, entre otros, a Pelayo Ortega, Melquíades Álvarez o Javier del Río.

Para don Silverio, ceñido a la importancia central que la resurrección tiene para los cristianos (es, además, el nombre de su parroquia), Rodolfo Pico "hizo cosas con olor de evangelio", quizás sin ser consciente de ello: "Por ser sencillo y solidario, comunicar amistad y cariño". "Un partero de la vida porque ayudaba a dar a luz con cada uno de su cuadros, llenos de luminosidad y color", añadió el sacerdote, para quien los creadores humanos buscan la "almendra" de las cosas: transparecer y trascender.

Rodolfo Pico falleció prematuramente, a los 64 años, en un momento en el que "estaba pintando como nunca", según ha subrayado el también pintor y amigo Pelayo Ortega, que ayudó ayer a portar el féretro del colega. Valdesano de 1953 y afincado en Gijón desde su juventud, Rodolfo Pico fue hallado muerto en la mañana del pasado miércoles en su estudio del barrio de Laviada. A la espera de las conclusiones de la autopsia, parece ser que el artista murió de un fallo cardiaco derivado de su epilepsia. Era un enfermo crónico que necesitaba tratamiento. Su pintura (aún se puede ver la exposición "Una geometría sonriente" en el Museo Evaristo Valle) quiere alejarse de esos sufrimientos personales y aspira, en muchos cuadros, a una jovialidad lúcida, culta, irónica a veces.

Al oficio religioso en un templo límpido, casi desnudo, en el que sonó un "Ave María" de viva voz, entre otras composiciones, sucedió la lectura por parte de Leticia Zapico, sobrina de Rodolfo Pico, de un último poema que éste escribió hace apenas una semana: "Un regalo". Habla en este texto (se reproduce en esta misma página) del difícil aprendizaje de los adioses y de la piel de la vida. La representación del Ayuntamiento de Gijón estuvo encabezada por la concejala de Cultura, Montserrat López, y por la directora de la Fundación Municipal de Cultura, Raquel Huergo. Entre los asistentes, los directores del Museo Evaristo Valle y de Casa Natal Jovellanos: Guillermo Basagoiti y Lucía Peláez, respectivamente. También el ex consejero de Cultura Emilio Marcos Vallaure; la galerista Gema Llamazares o pintores como el citado Pelayo Ortega, Melquíades Álvarez, Reyes Díaz, Josefina Junco, Juan Zaratiegui, Pepa Pardo o Fernando Alba, entre otros.