Mari Carmen Pérez y José Suárez llevan un cuarto de siglo acudiendo a la Fiesta del Redentor en la capilla de la Soledad de Cimadevilla. Son de Puerto de Vega, viven en Gijón, en Pumarín, pero desde que se trasladaron a la ciudad estrecharon vínculo con esta celebración, a la que acuden año tras año. "Es algo muy especial. Siempre vienes a pedir por algún familiar enfermo o antes, cuando mi hijo tenía exámenes", señala Mari Carmen Pérez. "Al ser de Puerto de Vega nos llamaron siempre mucho la atención las procesiones y este tipo de celebraciones religiosas", añade a su lado José Suárez.

La capilla de la Soledad se volvió a quedar, un año más, pequeña. Numerosos fieles siguieron desde el exterior la celebración para rendir tributo a Jesús Nazareno de Medinaceli. Alguna mujer acudió incluso acon el carro de la compra. Porque lo importante era no faltar a la cita. El párroco de San Pedro Apóstol, Javier Gómez Cuesta, destacó que "disfrutamos de una zona a la que acude mucha gente todo el año" y añadió en la celebración que el de ayer era un día "en el que el Señor nos abre aún más su corazón".

En la ceremonia cantó el Coro Voces de Cimadevilla, que con los acordes del Himno de Covadonga, mientras los fieles se encaminaban a besar la imagen del Cristo de Medinaceli, una celebración muy extendida por estas fechas en diferentes provincias del país.

La misa y el triduo en honor de Jesús de Medinaceli son tradiciones religiosas que se celebran el primer viernes del mes de marzo, en torno a la Cuaresma, a las que los fieles siguen respondiendo con devoción cada año. La parroquia de San Pedro pone empeño en que estas prácticas mantengan en Gijón su peso popular.

La capilla estuvo abierta ayer desde las ocho de la mañana hasta la nueve de la noche, y la presencia de fieles fue constante. "Llevamos viniendo toda la vida. Es una misa muy emotiva y una tradición que no debería perderse", resaltan Antonio Díaz e Isabel Gómez, otras dos personas que acudieron a venerar al Cristo de Cimadevilla.