La intervención de dos agentes de paisano que se hicieron pasar por clientes resultó esencial para liberar a los nueve rehenes a los que un atracador retuvo a punta de pistola en una sucursal bancaria de la avenida de la Constitución al mediodía de ayer. Su intervención, en contacto permanente con el negociador policial, permitió que no hubiera heridos y todo quedase en un susto después de que los agentes de la Brigada de Policía Judicial apresasen -tras cuarenta minutos de inquietante secuestro- al ladrón, toxicómano y con antecedentes por cometer al menos otros tres atracos con anterioridad.

"Quiero dinero para droga", gritó el atracador nada más acceder a la sucursal. Un comentario que pasó desapercibido hasta que clientes y trabajadores se dieron cuenta de que en su mano llevaba un arma. Pero el atracador ya había sido detectado al acceder al interior del banco: el dueño de un comercio cercano a la sucursal que se disponía a cerrar el negocio a mediodía se percató de que un hombre accedía a la sucursal con la cara tapada con una especie de media y con una pistola en la mano. Rápidamente alertó a la Policía -eran las 13.50 horas- y la puso sobre aviso advirtiendo de la presencia de rehenes.

En pocos minutos se estableció un dispositivo de cierre en las inmediaciones del banco, cortando la avenida de la Constitución entre las calles Prendes Pando y Cangas de Onís. Los agentes de la Brigada de Seguridad Ciudadana, en colaboración con la Policía Local, establecieron un perímetro de seguridad para evitar la huida del atracador. Un perímetro que tuvieron que ampliar desde el inicio ante la cantidad de curiosos que se acercaron al lugar para presenciar el suceso. En la intervención los agentes realizaron dos disparos intimidatorios para que el atracador, que los amenazó con matarlos, depusiera su actitud.

No obstante, la baza más importante fue que junto a los rehenes se encontraban dos agentes de la secreta vestidos de paisano a los que les dio tiempo introducirse en la sucursal antes de que el atracador cerrase la puerta. Los policías no sólo tranquilizaron a los clientes y trabajadores de la sucursal, sino que fueron claves para colaborar con el negociador, que desde fuera estableció comunicación con el delincuente. Gracias a su compenetración lograron sembrar dudas en el atracador cuando éste empezó a pedir agua, tabaco y droga a cambio de liberar rehenes. Incluso una vez que accedió a soltar a dos de ellos, uno de los agentes consiguió empujar fuera del banco a otros cuatro más. En el interior todavía quedaban tres empleados.

Pero cuando desde el exterior se le comunicó que entrarían para entregarle lo prometido, éste se despistó y los dos agentes que se encontraban en el interior lo redujeron. Un momento aprovechado por los agentes de la Brigada de Policía Judicial para entrar en la sucursal. Gracias a que simularon la entrega de su pedido lograron liberar a los otros tres retenidos. Todos los rehenes lograron salir sin más secuelas que el susto y algún cuadro de ansiedad por el que rápidamente recibieron las atenciones de las asistencias sanitarias que se encontraban en las inmediaciones. La tranquilidad les alcanzó cuando fueron llegando hasta el lugar sus familiares. A ellos les relataron la angustia vivida. "Me apuntó con la pistola", acertó a decir una de las retenidas, todavía temblorosa. "Me dijo que si me movía venía a por mí", apuntó otra.

El arma empleada resultó ser una pistola detonadora que en ese momento no estaba preparada para disparar munición real. Una pistola como de fogueo pero que podría manipularse para su utilización. Pero no era el caso. En posesión del detenido también encontraron una cantidad aproximada de 6.000 euros repartidos en dos sobres que escondía entre sus ropas.