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Embajador mandarín con acento "playu"

Chaoyo Wei, el primer chino en Asturias, llenó Cimavilla de color con los collares y guirnaldas que confeccionaba a mano

Chaoyo Wei, preparando farolillos en su taller de Cimavilla.

Llegó a España con once años y se instaló a orillas del Turia junto a sus padres -él médico oculista en su aldea natal de Hupei- y sus hermanas Moncha y Chenchi que hoy viven en París y Bilbao, respectivamente. Allí en Valencia se dedicaron a la venta ambulante de adornos de papel hasta que la enfermedad de su madre motivó una redistribución geográfica de la familia. Mientras sus hermanas ingresaban como internas en un colegio en Bilbao (donde se instaló también su progenitor), el joven Chaoyo Wei -que vivió un tiempo en Vigo- ponía rumbo a Gijón sin saber siquiera lo que significaba ni entrañaba ser un "playu" pero convirtiéndose oficialmente en el primer oriental llegado al Principado, en general, y el primer chino en particular como atestigua el libro "Chinos en Asturias. La reciprocidad en el imperio del cálculo" de Jorge Moraga Reyes.

Su llegada a esta capital marítima le erigió como un auténtico embajador mandarín, aunque bien es cierto que sus rutas ambulantes, motivadas por el negocio familiar, ya le habían traído por estos lares. Todo compatriota que a partir de entonces visitó la región tenía en la residencia de Wei una parada obligada, como le sucedió a la selección china de voleibol masculino cuando disputó un partido en el Grupo Covadonga. Todos pasaron por su casa a instancias de la Embajada. Él, por su parte, solía esperar el atraque de los marineros que llegaban desde China para que aflorasen las reminiscencias de su lengua materna y no olvidar así sus raíces. Al tiempo hizo las veces de traductor e intérprete. El exotismo que envolvía su figura le permitió salir de figurante en 1963 en la película "55 días en Pekín", protagonizada por Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven y rodada en la madrileña localidad de Las Rozas con más de 500 extras españoles y orientales. Además participó en un spot publicitario para Feve. Su popularidad ya tenía cotas inigualables en el barrio marinero donde vivía.

Chaoyo Wei -nacido el 13 de septiembre de 1914 y bautizado como Luis en 1936 en la iglesia de San Pedro, pues se confesaba como "católico, apostólico y romano"- trajo consigo hasta Cimavilla los conocimientos adquiridos sobre cocotología. Su destreza en la elaboración de todo tipo de adornos de papel, abanicos, farolillos y guirnaldas que, además de decorar innumerables plazas y calles de toda España -gracias a la distribución que de los ornamentos hacían los almacenes madrileños de Vicente Rico, en la calle Concepción Gerónimo, 29-, también iluminaron el entonces barrio degradado de pescadores con un colorido no conocido hasta ese momento.

Era el único gijonés que aun compraba en una droguería local la carísima anilina, a 6.000 pesetas el kilo en los años 70, para tintar de color sus creaciones. Como engrudo utilizaba una mezcla de harina y sulfato de cobre. Sin olvidar los primorosos collares y monteras piconas que despachaba en cantidades ingentes con la llegada de la cita riosellana del Descenso del Sella; muchos gijoneses se agolpaban en la plaza de la Soledad donde vivía y tenía su rudimentario taller en el que trabajaba sin cesar de sol a sol con una gran cortesía al despachar a la clientela. "Si no sabes sonreír, no pongas tienda" (Confucio dixit). En ese local también organizaba fiestas para todos sus vecinos, con la morada colmada de luces, muñecos e inverosímiles creaciones manuales.

Además de un oficio, Chaoyo Wei encontró el amor en Cimavilla. Con Estela Lastra llegaron sus primeras nupcias y con ella tuvo dos hijos, Luis y Arcadio. Después de enviudar en 1961 empezó a convivir con Mercedes Cortina, también de raigambre playa, y con quien se fue a vivir al número 7 de la plaza de la Soledad donde actualmente se encuentra la sede de la Asociación de Vecinos "Gigia" y que todo gijonés de bien conoce como la "Casa del Chino". Una vivienda que en el siglo XVI albergó la casa consistorial o Casa de la Villa, antes de su traslado a la Torre del Reloj. Con Mercedes Cortina tuvo su tercer hijo, Taniu Cayo cuyo significado es "Becerro grande". Y junto a ella también compartió otro de los legados de Chaoyo Wei, el de la hostelería, cuando debajo de su casa abrió el primer mesón chino de Gijón desde el que por supuesto dejó una amplia herencia.

En ese primer mesón chino de la city, que inauguró a finales de los sesenta, popularizó -con permiso de Alfredo el de la Cabaña, que los servía en vasos de madera hechos por Cués- la leche de pantera, un caldo compuesto de leche condensada, agua y ginebra que parece tener su origen en el madrileño Bar Chicote, cuando el general Millán Astray encargó un líquido a Perico Chicote que calmase el apetito de sus legionarios. La leche de pantera, además, debe su nombre a la cupletista de ley y orden y ojos rasgados Celia Gámez.

También introdujo el licor de lagarto, tan popular en su tierra nativa y que precisa de al menos un año de almacenamiento para que el agua tome el color del reptil. Incluso, dio rienda a la imaginación y afloró una vez más su creatividad para servir "chauce" a granel, un cóctel cuya fórmula está celosamente guardada como la Coca-Cola pero que al menos combina vermut blanco, ginebra y triple seco. Y, por supuesto, el sake.

Las paredes de El Mesón del Chino fueron testigo de numerosas veladas nocturnas, conversaciones profundas y el florecer de multitud de amistades con la melodía de las guitarras que prestaba en el local y que percutía su amigo Eduardo Requejo en no pocas ocasiones. En otras, servía para que los diferentes grupos se enfrentasen a la guitarra. Otra donación más que se suma al currículum playu del Chino.

Y con el gong tañendo para difuntos, en 1990 programó junto a su hermana un viaje a su tierra natal para recordar sus orígenes. Pero una indisposición -se olvidó las pastillas para la tensión- cuando se encontraba en París, a punto de partir, le trastocó los planes y volvió a Gijón para morir el día 13 de enero entre olores a ocle y salitre como un gijonés más. No podía ser de otra forma pues que Chaoyo Wei era playu lo sabían ya hasta en la China Popular.

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