El Director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, Ceferino Maestu Unturbe, ofreció ayer una conferencia en la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI) en la que abogó por modificar la normativa de telecomunicaciones para reducir la potencia de las antenas y de los teléfonos móviles, ante los posibles efectos nocivos en la salud de las ondas electromagnéticas.

"Es cierto que no hay evidencias, pero sí indicios suficientes para pensar que es necesaria una normativa distinta para proteger a la población de los campos electromagnéticos", lo que debe llevar a tomar medidas preventivas, aunque no haya aún constatación científica de esos efectos nocivos.

En su opinión, esas medidas son compatibles con las telecomunicaciones actuales. "Es posible el mantenimiento de los sistemas de telecomunicaciones con niveles de potencia menores", insistió, apuntando que algo así ya lo ha puesto en práctica el Ayuntamiento de París.

El cambio de la normativa por el que aboga Maestu pasaría por reducir los límites de inmisión (la potencia de la señal que recibe el usuario). Una recomendación de la Unión Europea de 1999 ya apunta en esa dirección, pero no abarca todos los posibles efectos nocivos de las ondas electromagnéticas: Sólo contempla como elemento potencialmente nocivo el efecto térmico de esas ondas, esto es, que calientan los tejidos vivos. "Hoy sabemos que hay otros efectos frente a los que no existe normativa de protección, como la inducción de corrientes, el efecto de resonancia y el efecto microtérmico".

Este experto abogó porque los ayuntamientos efectúen mediciones para comprobar el nivel de exposición de la población tanto a ondas electromagnéticas como a campos magnéticos. Respecto al magnetismo, señaló que la normativa ha evolucionado a peor, permitiendo instalar transformadores eléctricos en los bajos de viviendas, cuando hace años tenían que estar alejados.

Otra de las cuestiones que puso sobre el tapete es que la normativa laboral es mucho más permisiva sobre el nivel de exposición que para la población en general, al suponer que los trabajadores están informados y por lo tanto pueden tomar medidas preventivas, pero "el trabajador en general no está informado de este tipo de cosas". También indicó respecto a los colegios, que el uso de dispositivos wifi en los mismos es más perjudicial para los niños que la existencia de antenas de telefonía móvil en las proximidades, que es lo que suele ser objeto de quejas por los padres.

Entre las posibles consecuencias para la salud de la exposición a las ondas electromagnéticas señaló que la OMS las considera "probablemente" cancerígenas, que generan trastornos de sueño, dolores de cabeza, alteración de visión y mareos, además de una nueva patología, la hipersensibilidad al campo electromagnético.

Sobre cómo reducir el nivel de exposición, Maestu dio una respuesta paradójica: Aumentar el número de antenas, ya que con más antenas, las emisiones pueden ser más débiles y los terminales precisan menos potencia para conectarse. Respecto a esto último, también abogó por imponer a los fabricantes de teléfonos móviles que los mismos tengan menos potencia, en lugar de ir aumentándola conforme evolucionan, como ha ocurrido con los smartphones.

Por último, también apuntó que se están desarrollando nuevas tecnologías, que estarán disponibles en año y medio, para usar el espectro de la luz visible en las telecomunicaciones, lo que en teoría no tendría consecuencias perniciosas sobre el organismo humano.