Quiso el sol sumarse al esplendor del Domingo de Ramos, para ofrecer una mañana radiante. "Es la fiesta de los niños", dijo el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, ante el pórtico de la Capilla de La Virgen de los Remedios, donde iba a iniciarse la procesión. Una multitud como nunca se ha visto en los últimos años, aguardaba a lo largo de la plaza de Jovellanos y el Campo Valdés como un bosque abigarrado de palmas y ramos. Leyó el párroco el evangelio de San Mateo que narra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén a lomos de un borrico, para después proceder a la bendición de los ramos con "agua de Cimavilla, la mejor de la villa", y ponernos a todos pingando. Los niños, muy elegantes con sus capas rojas de estreno, arrancaron a cantar, haciéndolo durante el recorrido completo de la procesión; fruto del meritorio trabajo de la profesora Ariadna Martínez, ayudada por las Carmelitas Mensajeras de Espíritu Santo, de Brasil.

La comitiva se inició con las cruces y estandartes de las cofradías penitenciales, llevadas por los sus respectivos hermanos mayores. Seguidas del pequeño paso del Santo Niño del Remedio, a hombros de los cofrades más pequeños, que valientemente resistieron todo el recorrido. Detrás iba Javier Gómez Cuesta acompañado del sacerdote Eduardo Berbés. Cerraba el desfile el paso de Jesús sobre el borrico, en cuya plataforma iban veinte niños. El itinerario significó una sorpresa con relación al pasado, ya que desde la Capilla de los Remedios dio la vuelta por la plaza de Jovellanos hacia la calle Recoletas para doblar por el pasadizo que une la plaza del Ayuntamiento con la del Marqués. Una vez en ésta se rodeó la fuente de la efigie de Pelayo, para enlazar con las calles Melquíades Álvarez, Ventura Álvarez Sala, y salir al Muro. Una vez en el Campo Valdés se dirigieron a la Iglesia de San Pedro para asistir a la misa de una.

Se da el caso que todos los niños querían hacer la procesión en la plataforma de Jesús y el burro, de modo que se establecieron tres turnos, que provocaron otras tantas paradas para que descendieran los veinte primeros y subieran los veinte siguientes. El interior del templo rebosaba. Lecturas del Libro de Isaías y de San Pablo a los Filipenses y del Evangelio de San Mateo correspondiente a la Pasión de Cristo. Acompañó la liturgia el Coro de San Pedro. En la homilía, Javier Gómez Cuesta manifestó que lo que acabábamos de escuchar es la historia del mundo, ya que cada uno de nosotros nos hemos de ver reflejados en alguna figura de la Pasión. Añadió que es importante que los niños sepan quién era Jesús para que sigan sus enseñanzas y virtudes; que conozcan la cruz como un símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre: "Ahora la sociedad parece que se ha olvidado de todo, cuando Europa surgió de los valores cristianos, como la libertad y los derechos humanos". Terminó el párroco llamando a todos a vivir una Semana Santa hermanados en el sacrificio de Cristo.