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MARÍA FERNÁNDEZ-MIRANDA BANCES | SUBDIRECTORA DE LA REVISTA "COSMOPOLITAN" Y AUTORA DEL LIBRO "NO MADRES"

Siete "in vitro" y María parió un libro

La periodista gijonesa, autora del texto que repasa los tópicos de las "no madres", es una mujer de retos, que aborda con tantas dudas como tesón

Siete "in vitro" y María parió un libro

Cuando el próximo 19 de abril la gijonesa María Fernández-Miranda presente en Madrid su primer libro, "No madres. Mujeres sin hijos contra los tópicos", ella habrá cumplido su gran sueño y quienes la conocen seguirán preguntándose cómo ha sido posible. Y no por falta de talento, de constancia o destreza, que de eso está sobrada esta espigada gijonesa de la generación de 1975, alumna primero del Blancanieves y después del IES El Piles, de apellido compuesto, con tío-abuelo ilustre -Torcuato Fernández-Miranda- y sobrada de estilo. La incredulidad viene dada, más bien, por la incapacidad innata de María Fernández-Miranda para tomar una decisión sin darle cien vueltas. "Tuvo que dudar de cada palabra", dicen muertas de risa algunas amigas.

Tiempo que pierde en dudar de todo. Porque esta periodista formada en la Universidad de Navarra, que se estrenó como redactora en prácticas en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, donde se quedó seis intensos años, si algo ha demostrado es que puede con todo, tiene más claras las cosas de lo que ella misma cree y siempre da la talla. Por eso, cuando las circunstancias personales le hicieron optar, también con muchas horas de debate por el medio, por poner rumbo a Madrid y buscar un hueco en las revistas femeninas, lo encontró de sobra. Primero fue "Marie Claire", luego "Yo Dona", siguió "Elle" y ahora "Cosmopolitan", donde en la actualidad ha alcanzado el cargo de subdirectora.

Asegura que en "Marie Claire" descubrió que era posible ganarse la vida escribiendo de cosméticos, de cirugía estética, perfumes y lujo. Tardó algo más en caer en la cuenta de que, además, disfrutaba haciéndolo, y de que las cuestiones de belleza también tenían un matiz científico y periodístico que a ella le atrae más que nada. Para eso tuvo que perder el cargo de conciencia y asumir que le pagaran por viajar a París, alojarse en hoteles de ensueño y ser la primera en oler Eau des Merveilles.

La que sólo tenía en su neceser un colorete caducado y un rímel grumoso, la que no se arreglaba porque, total, para qué esforzarse si iba a taparlo con el casco de la moto, y la que venía de escribir y disfrutar con sesudas informaciones universitarias, reportajes de fiestas de prao y cualquier otro asunto municipal, se fue a meter de lleno en una redacción dedicada a los asuntos de la belleza, donde su nueva vida laboral iba a empezar por la "C" de Chanel y acabar en la "Y" de Yves Saint-Laurent.

Vuelta a la duda. Y a intentar superar sus contradicciones. Porque ésa es otra marca de la casa. Cuanto más estricta se pone María Fernández-Miranda, más permeable resulta; cuanto más educada y "niña bien" parece, le sale la vena más macarra -aunque "le parto la cara" es lo más duro que suele salir de su boca-; cuanto más le gusta el papel periódico, se pasa a las revista; cuanto más tímida se confiesa, se abre un blog y despieza su vida; cuanto más asume que no se va a casar, organiza una gran boda contra todo pronóstico, como dice ella; cuanto más proclama que no quiere tener hijos -"Si tu hijo te cae mal... ¿qué haces?", se le oía decir de joven-, va y acaba sometiéndose a siete fecundaciones in vitro para ganarle la batalla a su endometriosis. Ahí es nada.

De esta última contradicción es de donde surge un libro que no tiene desperdicio, tan de verdad y tan lleno de confesiones que asusta, y en el que han colaborado, contando sus experiencias como "no madres", "celebrities" como Maribel Verdú, Inka Martí, Alaska, Sandra Ibarra, Almudena Fernández, Rosa Montero o Mamen Mendizábal. Porque María es capaz de empatizar con cualquiera, y a la cualidad básica de mujer franca y honesta, amigable y muy divertida, trabajadora y rigurosa, suma un discurso despojado de vanidad.

Con la misma franqueza con la que ha contado sus estados de ánimo en cada proceso de fecundación in vitro fallido, cómo desplegaba jeringuillas, medicamentos y pastillas en el baño de su casa con puntualidad suiza, o cómo sacaba de quicio a su marido cuando no se aguantaba ni ella -"eran las hormonas, no era yo", se disculpa-, pues con esa franqueza debió abordar por sorpresa a la actriz Maribel Verdú.

Verdú. La única famosa a la que ya desde su primera juventud María oía decir sin tapujos que no quería ser madre. Como le pasaba a ella, con la diferencia de que en su caso se sentía "un bicho raro". De la actriz logró el impulso final para convertir en el libro que tanto imaginó desde niña -ése sí que era su gran sueño- lo que casi era su diario de batalla, donde volcaba por escrito toda su frustración, sus dudas y sus reproches por estar sometiéndose a un proceso tan duro y poco exitoso para ser madre "cuando, en realidad, yo nunca tuve ese instinto, ni lo veía claro".

Asegura que es ahora cuando ve con nitidez que le pudo el rol social de que una mujer felizmente casada, de familia tradicional, estructurada y completa... quiere tener niños. Pasada la experiencia, y el trago, está convencida de que todo eso es igual de cierto, pero en su caso y en el de otras muchas mujeres no hace falta adentrarse, obsesionarse o verse impulsada a la búsqueda de hijos que pueden no estar en tu plan de vida.

Ese plan para ella está en seguir formando el mejor equipo con su marido, el ovetense José Somolinos. En disfrutar de todo lo bueno, que lo tiene, no haber tenido hijos; y eso incluye seguir desarrollando unos lazos indestructibles con sus hermanas, Ana y Marta; con sus sobrinos, que quiere con locura, y sus pilares: su padre, el abogado Javier Fernández-Miranda Campoamor, y su madre, Luisa Fernanda Bances Álvarez.

El próximo 28 de abril, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, con sus dudas, su ironía y su saber estar, arropada por su familia, amigos, compañeros, madres y no madres, padres y no padres, gijoneses y asturianos, María Fernández-Miranda presentará su último éxito y demostrará el orgullo que tiene de haber parido su primer libro.

Y En Castiello, su parroquia de crianza, donde está la casa familiar, aún lamentan que esta mujer de enorme tesón y cabezonería no dedicara más tiempo a reivindicar un autobús público a la zona rural gijonesa -y vaya si lo repitió veces en su etapa periodística local-, porque a estas alturas la parroquia tendría a toda la flota de Emtusa dando servicio a su ruta. Buena es María.

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