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"Arquitecta de la paz" desde Gijón a Tailandia

Alejandra Barbé cambió su vida laboral por un proyecto que la ha convertido en guía de meditación internacional y portavoz de comunicación de una organización budista

Dos momentos de meditación y trabajo en Tailandia.

"Paz dentro, paz fuera". Esta sencilla ecuación y el camino para alcanzarla conquistaron a la gijonesa Alejandra Barbé Sevilla, que con casi 30 años lleva dos involucrada con la organización tailandesa World Peace Revolution (WPI), guía a principiantes en programas de meditación y además les lleva la comunicación en todo el mundo.

El destino de esta joven no parecía en absoluto unido a la espiritualidad, sino que apuntaba más hacia la comunicación creativa y las industrias culturales, para lo que se había formado en la Universidad. "Nunca tuve ninguna conexión con la meditación ni con el mindfulness. Sabía que existía, pero no había ahondado en este tema", explica Barbé, quien conectó con la entidad a través de una web de becas después de varias experiencias laborales en proyectos de moda en varias ciudades españolas y en Londres.

Por aquel entonces tenía una "crisis existencial con la profesión y con la familia. Necesitaba cambiar de actividad y relajarme", rememora la joven, que sentía que con su trabajo sólo estaba "contribuyendo a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres".

La propuesta de la entidad WPI, integrada por monjes budistas y con un "trasfondo social", atrajo a la gijonesa, que comenzó realizando el programa de desarrollo personal de 42 días que la organización ofrece de forma gratuita a través de su web y en el que "aprendes a meditar". A este inicio siguieron retiros en Bélgica y Tailandia (donde WPI tiene la sede) y el progresivo convencimiento de que ahora sí estaba en su camino.

Su relato desde entonces choca con el oficial que suele colgarse a los jóvenes: "Pocas veces se habla de la juventud como activa y responsable de cambiar cosas. Somos actores que podemos contribuir y aportar algo bueno", espeta quien después de convertirse en "peace rebel" (rebelde de la paz) pasó a ser "peace agent" (agente de la paz) en Tailandia y continuó su entrenamiento hasta llegar a ser "arquitecta de la paz", un status que renueva cada año en el país oriental.

La gijonesa se considera "espiritual, pero agnóstica" y asegura que la organización es "completamente normal. Se trata de una práctica mental para la paz, no de religión", expone a sabiendas de que "hay personas que al principio son un poco cautas". También hay quien rechaza la práctica de la meditación por desconocimiento: "No se trata de una reflexión ni de darle vueltas a algo, sino de dar espacio a la mente para que descanse", explica la joven antes de subrayar que el "mayor beneficio es el control sobre ti mismo". Ella lleva desde noviembre de 2015 colaborando con la entidad como guía de meditación y en WPI ha encontrado, además, un trabajo remunerado llevando la comunicación de la organización en todo el mundo.

Barbé vive a caballo entre Gijón y Tailandia y bajo la premisa de que "si te mejoras a ti puedes ayudar a mejorar el mundo" ha recorrido escuelas, universidades y centros sociales expandiendo este mensaje que WPI comparte con otras muchas filosofías orientales: "la paz mundial a través de la paz interior". Bajo esta bandera se reunieron hace año y medio nada menos que 700 personas en la ciudad de Barcelona y Barbé ha llegado a estar meditando hasta con 100.000 almas a la vez en Dhammakaya, un templo construido por los monjes y con capacidad para que un millón de personas busquen al mismo tiempo la paz interior. Con esta motivación y esa cifra, el resultado no puede ser otro que estar un poquito más cerca de conseguir la paz mundial.

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