Hace ya mucho tiempo, había una vez, empezaban los cuentos, que hablan de princesas y príncipes encantados o no tanto hasta encontrar la dama de sus sueños, maltratada a veces por su madrastra que no quería dejar de ser la protagonista del cuento. Las mandaban a la cocina del palacio a contar habas y fregar los fogones, no a cocinar deliciosos platos que hoy se consideraría tarea de postín. O a bordar durante horas sin poder salir de la estancia para correr por los campos y hablar con los leñadores (¡ojo! A veces príncipes encantados).

Ahora las niñas no leen esos cuentos tan irreales como encantadores por creer los pedagogos que elaboran las leyes de la enseñanza que la vida no es coser y cantar o bordar o ir a los bailes y perder un zapato de cristal? y sin embargo cuánta magia tiene la vida y se la quitan a los escritos, déjenles creer en lo difícil, que la vida no es solo de libro y letra impuesta.

Las niñas quieren ser periodistas, contar lo que pasa en el mundo, ¡ahí es nada!, cantantes si tienen buena voz y gusto, activistas de causas solidarias y urgentes, feministas. "We all should be feminist" dicen desde la Casa Dior, lanzando unas camisetas.

Quieren saber más para ayudar más, trasmitir conocimientos a las que tuvieron menos oportunidades. Sabina ha sabido analizar el ambiente de los jóvenes con poesía y simplicidad aparente, pura filosofía y cantar.

Pongamos que hablo de un poeta de los grandes, creo deberían darle el premio Princesa de Asturias y de las letras, aunque no sé si Joaquín Sabina querrá ser premiado princesa. Los cantautores hablan de la gente corriente que transitan las calles y se ponen camisetas con eslóganes y sombrero.