Esa eres tú Charo, siempre vital, inquieta, interesada por un sinfín de cosas. Disfrutabas como nadie en la montaña, de cada cumbre, en las aristas, en las trepadas para subirte con arrojo a cualquier lugar que otro lo hiciese. Nada se te ponía por delante. Estabas últimamente ilusionada con empezar a ir al rocódromo para iniciarte en la escalada. Además tenías una condición física envidiable, labrada a lo largo de los años con tus entrenamientos en el Grupo Covadonga.

Sin embargo, tenías un defecto que tus compañeros de cordada no fuimos capaces de valorarlo adecuadamente para que fueses corrigiéndolo y que seguramente al final fue determinante. Jamás tenías miedo, donde otros lo teníamos. Eras más osada en la dificultad que otros compañeros más técnicos y con mucha más experiencia en montaña que tú.

Todo ello y una fatalidad del destino, te llevó a cometer un error en un lugar donde no se puede fallar. No se te ocurrió pedir ayuda a los compañeros que tenías más cerca; conociéndote quizás pensaste que no la necesitabas. Y en un segundo sin poder hacer nada, ya solo te vimos volar de espaldas por la vertical cara norte del Pico la Collada, cercano a Riaño.

Somos conscientes que también fuiste feliz ese 20 de mayo, que como cada sábado salíamos a compartir nuestra afición por la naturaleza y la montaña. Disfrutaste del paisaje, de una arista exigente pero que todos los que allí estábamos teníamos recursos para abordarla, de tu última comida en cumbre con nosotros. Tu bienestar se refleja en esas fotos que tengo y que entregaré a tu hija que viene de Nueva York donde vive, para despedirse de ti.

Ya estábamos bajando, algunos lo hicimos por un estrecho pasillo más sencillo, otros elegisteis una variante algo más compleja. Estábamos unos 30 metros por debajo de vosotros, siguiendo vuestro descenso y esperando reagruparnos cuando surgió el fatal accidente.

Te caíste a un lugar al que no podíamos acceder. Llegaron hasta ti los rescatadores rapelando y tuvieron que hacer un laborioso montaje para sacarte por arriba y poder introducirte en el helicóptero.

Ninguna cima por importante que sea, vale una vida. Pero es cierto que los accidentes de montaña, sólo pueden pasar a los que vamos a ella, aunque debemos ser muy exigentes en la seguridad y minimizar el riesgo tanto como podamos. Nadie nos obliga a practicar un deporte de riesgo y a pesar del golpe tan fuerte que para todos nosotros significó tu adiós y que al menos yo, nunca había vivido en primera línea un suceso semejante, sé que mis amigos y yo continuaremos haciendo este deporte y esta actividad en la naturaleza que tanto nos apasiona.

No sé si fue casualidad o el destino hizo que te fueses despidiendo de tu gente más cercana.

Casi estabas recién llegada de Nueva York, donde habías ido a ver a Andrea, no sabías entonces que por última vez.

La noche anterior al accidente, estuviste cenando con Seve, que no podía creérselo cuando le llamamos desde el monte para decirle lo que había pasado y nos comentaba la ilusión que tenías para venir de montaña con nosotros al día siguiente.

De tus compañeros de cordada te despediste haciendo esta bonita arista.

Nosotros fuimos testigos de tu felicidad y de tu última sonrisa.

Quiero que sepas que dejas un hueco imposible de llenar, porque aunque empezaste tarde en la montaña, tu ADN era de montañera de raza.

Ten por seguro que te recordaremos en cada cumbre y en cada trepada.

Hasta siempre Charo.

Manuel Sieres Felgueres y 11 compañeros más de cordada.