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La Figura De La Semana | MIGUEL MONTES TORRECILLA | DIRECTOR DEPORTIVO DEL SPORTING

El especialista en mudanzas

De futbolista temperamental a metódico ocupante de despachos con una trayectoria meteórica y brillante, cumple en Gijón su decimoquinto destino

El especialista en mudanzas

"El ojo del amo engorda al ganado" es frase lapidaria que le viene al pelo a Miguel Montes Torrecilla (Morille, Salamanca, 22 de diciembre de 1969), nuevo y flamante director deportivo del Sporting. Y también a Javier Fernández, presidente y propietario del Sporting, quien ha delegado en el salmantino el timón de la nave rojiblanca para conducirla de nuevo al puerto de la máxima categoría tras la incierta travesía que se avecina por el proceloso océano, nunca de aguas mansas, de la Segunda División. Esa frase proverbial viene a decir, de manera metafórica, que el propietario de un bien o el encargado de un negocio debe estar muy pendiente de él si pretende que funcione. Torrecilla es así: trabajador y metódico, resolutivo y previsor. Teniendo en cuenta su origen charro, el amo le ha encargado levantar la divisa de una ganadería en horas bajas, de toros afeitados y flojos de remos. Tendrá que engordar al ganado un tipo que ha perdido "doce o trece kilos" de peso en el último año a cuenta de los contratiempos deportivos del Betis, su último destino, según relató el presidente del "club hermano", Ángel Haro, al mostrarle hace unos días amistosamente la puerta de salida tras la llegada plenipotenciaria de Serra Ferrer al club verdiblanco. Ya tenía atado, sin embargo, el desembarco en Gijón.

Sorprende que un futbolista temperamental de no demasiado brillante recorrido -sólo disputó 38 encuentros en Primera División, en su amadísima y lamentablemente extinta UDS- haya sabido reconvertirse en un director deportivo cotizado, distante y calculador. Fue colgar las botas, en el Guadix, y cambiar el césped por la moqueta. Con solo 31 años asumió, con sorprendente éxito, la dirección deportiva del Novelda, en Segunda B. Y así hasta hoy, a sus 48, recién llegado al Sporting, tras paradas técnicas en el Cartagena, la Unión Deportiva Salamanca, el Celta y el Betis. Si bien es cierto que se le recuerda con más cariño en Vigo que en Sevilla, puede decirse que Torrecilla se ha convertido en uno de los más apetecidos ocupantes de despacho del panorama futbolístico nacional.

A los 26 años debutó en la máxima categoría del fútbol español, de la que disfrutó durante 3.280 minutos sobre el pasto. De los 38 partidos que se vistió de corto, 34 fueron completos. Tres veces tuvo que abandonar el césped, tras ver la tarjeta roja. Era un central de perfil diestro y pelo ensortijado, duro y aguerrido al que los árbitros le cobraron 79 amarillas y 12 expulsiones a lo largo de su carrera. Sólo consiguió un gol en Primera, pero de los que anotó en su trayectoria hay uno que recuerda de manera especial. Fue el 27 de junio de 1995, en el estadio Carlos Belmonte de Albacete, en una eliminatoria a cara de perro por el ascenso a la división de honor. El Salamanca venía de caer en casa en la ida por cero a dos. La vuelta se antojaba un paseo militar del cuadro manchego, pero Torrecilla abrió el marcador en la primera parte y el resto conforma una de las páginas más brillantes de la historia de la UDS: Urzáiz anotó de cabeza el segundo en el minuto 95, forzando la prórroga. Al final, 0-5 y una fiesta monumental en la ciudad bañada por el Tormes que aún hoy recuerdan con nostalgia veteranos y noveles. Juanma Lillo era el entrenador de ese equipo y su presidente Juan José Hidalgo Acera, el propietario de Air Europa, a quien todo el mundo en Salamanca llamaba "Pepe Aviones".

Torrecilla es un hombre familiar, casado y con dos hijos: Diego y Daniela. El chaval, que está a punto de cumplir 19 años, hizo sus pinitos futbolísticos en el Areosa, de Vigo, aunque dicen que no recuerda a su padre cuando despuntaba en los Trinitarios. La chiquilla va camino de los 12 años. Su mujer es su principal apoyo. Suele decir que el día que deje el fútbol podrá montar con ella una empresa de mudanzas: con la de Gijón, aún pendiente, suman 15 domicilios distintos en otras tantas ciudades. Intenta no ser jefe, "mejor, compañero", dice. Y se considera una persona "muy normal", que huye del foco mediático, aunque tiene por costumbre convocar a los medios de la ciudad en la que trabaja cada tercio de temporada, para hacer balance. Esa premisa la lleva a rajatabla. No concede entrevista, prefiere el perfil bajo. Y ha tenido suerte en ese sentido con entrenadores que ha contratado, como Luis Enrique y Berizzo en el Celta, que ocupaban el centro del escenario y le evitaban una exposición pública que asume a regañadientes. Siendo persona de buen trato, transmite sin embargo frialdad. Prefiere estar ocupado a preocupado. Sabe que en Gijón va a estar sometido a un permanente examen pero él suele decir que "la nota que importa es la nota final"

El director deportivo llega a Gijón acompañado de su hermano Toño, cinco años mayor que él, también exfutbolista y de mayor pedigrí, pues jugó 13 temporadas en Primera, vistiendo las camisetas del Valladolid, Atlético de Madrid, Tenerife y Racing de Santander. Hace años que ambos han ligado su futuro profesional, desde la época del Salamanca, donde formaban tándem con Ángel Medina. En esa época, Torrecilla presenciaba nueve partidos en directo los fines de semana y quince en vídeo de ligas de primera y segunda división de otros países, de lunes a viernes. Entonces viajaban en coche, en un Ford Focus con 220.000 kilómetros de recorrido; hasta que un concesionario de la ciudad les facilitó tres Audi A-6.

Numerosas anécdotas jalonan la trayectoria de este futbolista ahora impolutamente encorbatado al que en Vigo un accionista crítico se empeñó en llamarle "Tordesillas". En la ciudad gallega se cuenta que había un aficionado septuagenario, ya fallecido que cada semana se desplazaba a la ciudad desde una localidad situada a cincuenta kilómetros de distancia para aportar a Torrecilla una lista de jugadores para que los fichara. Su primera tarea en Gijón es buscar entrenador para el nuevo proyecto, alguien de un perfil muy de su gusto, puede que un técnico con el que ya haya trabajado con anterioridad. Sea quien sea el ocupante del banquillo local de El Molinón a partir de septiembre tendrá que conocer al dedillo la máxima principal de Miguel Montes Torrecilla: "Un director deportivo trabaja para que el entrenador use las armas en beneficio de un modelo". Ahora solo resta esperar que ese modelo se adapte a las necesidades del Sporting, que van a ser muy perentorias en la temporada que se avecina.

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