"¡No me digas! ¡Qué pena!", exclamaban en el día de ayer los feligreses de la parroquia de San José, al enterarse -aquellos que todavía no lo habían hecho- de la marcha de Adolfo Mariño, nombrado nuevo abad de Covadonga.

No en vano, Mariño es una persona "muy querida" por los habituales de la parroquia gijonesa. "Es una gran persona, muy atento y próximo, va donde le manden, siempre está dispuesto", aseguró Paco Fernández a la entrada del templo gijonés. "Hace mucho por los feligreses, es una pena", confirmó Inés Martínez. "Se lo merece", agregó.

Uno de los motivos principales de la gran estima de los feligreses es "su cercanía, siempre hacía todo por los demás". Pero, además, los parroquianos valoran enormemente "el cambio tan grande que dio a la iglesia", con multitud de reformas, como la del altar, la imagen de San José, o la colocación de la réplica del santuario de Covadonga, "talmente parece que estás allí". Mariño también recuperó una de las tradiciones más olvidadas de la parroquia, como es la procesión de la virgen del Carmen, que se realiza desde San José.

Por todo ello, nadie duda en la parroquia que Mariño "va a hacerlo muy bien en Covadonga, es muy válido, seguro que va a dar un impulso y un auge muy grande al santuario", explicitan los feligreses, "es muy activo, siempre tiene multitud de ideas y está pensando constantemente en qué puede mejorar tanto él como la Iglesia".

"Es encantador, tiene algo que no sé explicar", aseveró Clotilde Sánchez, "todos nos quedamos un poco chafados con su marcha, aunque seguro que será para bien", explicó la feligresa. "Lo bueno siempre se nos marcha para algún lado", confirmó. Mariño se va, pero su legado se queda en San José.