La solidaridad y la cercanía con quienes peor lo pasan se le ha incrustado en la piel al radiofonista gijonés Falo Marcos como se les clavan a los refugiados las barreras de espino que se topan en su camino. Por eso, Marcos se ha vuelto hombre de bordes, de límites, de fronteras. Y tras colaborar el año pasado en el campamento de refugiados de Eko, entre Grecia y Macedonia, está a punto de regresar a Gijón desde otra línea divisoria: la de Serbia y Croacia. Y si en Grecia se enfrentó a las necesidades de quienes huyen de la guerra, su último periplo para documentar lo que está pasando en esa parte del mundo lo ha puesto frente a frente con la violencia.

Los datos oficiales, indica Marcos, hablan de unas 8.000 personas en busca de refugio en Serbia, aunque otras fuentes hablan de unas 11.000 personas. Tras el desalojo de Las Barracas, en Belgrado, la mayoría se encuentran en los campos gestionados por el Commissariat for Refugees, organismo del gobierno serbio. En el entorno de Sid, un pueblo cercano a la frontera con Croacia, viven en los bosques y en una fábrica abandonada unas 200 personas, en su mayoría afganos y pakistaníes pero también argelinos, marroquíes y de otras nacionalidades. Además hay menores que viajan solos.

El gijonés ha sido testigo del "juego" , el "game" con el que los refugiados han bautizado el intento de cruzar la frontera con Croacia y poder cruzar este país sin ser localizados por la policía . Todos los días hay grupos que lo intentan, porque los campos de refugiados serbios permiten estar durante 3 días (a veces hasta 6) fuera del campo, "en lo que parece un intento de promover la salida del país de forma no oficial", denuncia Falo Marcos.

Como ocurre en otros campos de refugiados en Europa las condiciones "son lamentables en cuanto a alimentación, higiene, atención sanitaria o psicológica". Y no sólo eso. Lo más grave, denuncia Marcos, es la violencia que utiliza la policía croata antes de devolver a Serbia a quienes logran cruzar la frontera. Desde hace unos meses "se viene denunciando esta violación de los Derechos Humanos y, aunque el gobierno croata negó los hechos y prometió una investigación, la situación de violencia sigue siendo habitual", asegura el gijonés, quien enumera "palizas mediante puñetazos, golpes con porras o las culatas de pistolas, patadas, uso de pistolas Taser, destrucción de móviles, robo de dinero, humillaciones o devoluciones sin identificar a la persona ni poder ejercer su derecho a asilo" como parte de las vejaciones habituales.

Algunas asociaciones trabajan desde el terreno, como la alemana Rigardu, con quien Falo Marcos entró en contacto para documentar la situación, porque "estamos hablando de una zona en la que no hay medios de comunicación". Las imágenes de las consecuencias de las palizas recibidas por las personas en busca de refugio "vuelven a poner de manifiesto que las políticas fronterizas europeas no respetan Derechos Humanos como el Derecho de Asilo y el Derecho a la Libre Circulación, en este caso en Croacia, otro país de la Unión Europea más preocupado de hacer de gendarme mientras Serbia se va convirtiendo en otro Estado Tapón para quienes huyen de guerras, violencia y pobreza", señala Marcos en su blog, desde el que también difunde varias entrevistas con los activistas que desarrollan allí su labor.

Porque "afortunadamente, como sucede en Grecia, pequeñas organizaciones y voluntariado independiente están colaborando con las personas en busca de refugio para intentar dignificar la vida de quienes intentan encontrar un futuro mejor". Y esa es también una historia que Falo Marcos contará a la vuelta.