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Hosteleros locales destinan hasta mil euros al mes en vajilla rota por las aves

Clientes que exigen gastos de tintorería y camareros agobiados justifican la campaña que se inicia contra gaviotas y palomas en las terrazas

Excrementos, vajillas rotas y plumas por doquier. Es el atrezo habitual de las terrazas del sector hostelero en Gijón. "Esto no es una terraza, es un palomar" relata David Barreña de Alonso, camarero de sala de Pomme Cuite, en Begoña, mientras rápidamente se va a ahuyentar a cinco palomas que se agolpan sobre los restos de varias consumiciones de una mesa. Pero las aves ya han conseguido espantar a una familia que desiste de sentarse en la terraza. Pérdida de clientes, insalubridad, mala imagen y también, muy importante, daño económico a los negocios que cada vez tienen que reponer más vajilla. Son los problemas reiterados que refieren en la hostelería.

"Llega un momento en el ni esperan a que la mesa esté libre; palomas y gaviotas se abalanzan incluso con personas delante", continúa David Barreña. En su negocio lo han intentando todo pero no han conseguido resultado alguno. "Pusimos búhos de cerámica en las mesas, que decían que las ahuyenta; cedés; y en el parque una señal acústica que simula un ave de caza con altavoces. Pero nada. Cada año hay más palomas", concluye. La demostración de que su calvario no es único está en que el Ayuntamiento y Otea, la patronal de la hostelería asturiana, acaban de acordar medidas conjuntas para intentar frenar la situación, por medio de la campaña "Tengamos la tapa en paz".

A la vuelta de la esquina, en la cafetería Me Piachi, en los Campinos, la encargada Raquel Martín cuenta su drama diario: "Son insoportables, al salir a servir a la terraza se abalanzan directamente sobre las bandejas. Tiran todas las copas de la mesa llegando incluso a manchar al cliente. Tenemos computado que asumimos un gasto más o menos de 400 euros mensuales en reparación de vajilla y tintorería, gente que se pone perdida cuando las aves revolotean por la mesa y les tiran encima consumiciones". Al igual que otros restaurantes y vecinos de la zona "hicimos una recogida de firmas y un acuerdo para hacérselo llegar al Ayuntamiento, pero nada", relata.

La principal especie de ave que predomina en las calles hasta hace unos años eran y son las palomas, pero desde hace un tiempo el problema se ha visto acentuado por las gaviotas, las cuales "hacen la jornada de un camarero, no hace falta ni que recojamos, se encargan de recolectar todos los pinchos, patatas y churros. De todo menos el café", explica Bárbara Rúa, encargada de la cafetería Korynto, donde "todas las mañanas, a las ocho, llega la 'gaviota churrera' encargada de vaciar los pocillos de cada mesa. Nada más que puede, baja como un caza y esquiva todos los toldos de la terraza", expone la encargada.

Lo último que les queda por probar para deshacerse de estas "ratas voladoras", como las llama, es acristalar toda la terraza, "pero sería capaz de estamparse contra el cristal", cuenta indignada. La fuerza y agresividad con la que opera esta especie es argumento de preocupación para muchos de los hosteleros. "Hay gaviotas y palomas que atacan a clientes. De hecho, un día un niño fue agredido por una gaviota cuando ésta le intentó quitar un pincho de tortilla de la mano. Y no sólo eso, aquí delante más de una vez, hemos visto como gaviotas matan a palomas. Esto parece 'The walking dead' en directo" ironiza Miguel Méndez Tapias, encargado del café Dindurra, en Begoña, que instaló altavoces con ultrasonidos, además de los otros métodos, sin éxito alguno. El daño material en este local llega a la cifra de mil euros mensuales, "exclusivamente en la restauración de toda la vajilla perdida por culpa de palomas, gaviotas y estorninos" señala.

Arturo Castro, el propietario y encargado de la cafetería La Bocana, en Corrida, expone el mismo conflicto diario. "Hace un mes y medio una señora estaba comiéndose un bocadillo en la terraza y una gaviota se lo arrebató al vuelo de las manos". Este restaurante destina también dinero en vajilla, en torno a unos 200 euros mensuales, dicen.

Otro asunto importante a considerar es la higiene y las condiciones de salubridad a la que se exponen con la invasión de las aves: "Quizá la gente no sea consciente, pero las palomas son transmisoras de una gran cantidad de enfermedades. No sólo el cliente, sino también el trabajador sufre esas consecuencias porque estamos limpiando cada dos minutos en todas las sillas y mesas, todos los desperdicios, plumas y excrementos que producen", dice Castro. La peor parte viene cuando, "la paloma entra al local y se mete dentro de la barra. Yo entiendo que como animales tengan que comer, pero necesitamos poner fin a esto. Debería crearse un punto en concreto donde el Ayuntamiento se encargue de proveerles comida para que vayan ahí directamente, y no ataquen a los negocios" propone el dueño de La Bocana. Lo que parece obvio es que algo hay que hacer al respecto.

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