Es sorprendente la personalidad de esta gijonesa afincada en Madrid, pero que pasa todos veranos y fiestas en nuestra ciudad. Por línea materna su abuelo fue uno de los impulsores de la antigua Sociedad de Fomento, encargada de gestionar todo lo relacionado con el puerto, y por línea paterna es hija de José María Fernández, "el Ponticu", un personaje trascendental para Gijón, ya que la construcción de la Universidad Laboral en muy buen parte se la debemos a él. María Teresa Fernández Olano ha reunido una biblioteca y un archivo fotográfico monumentales, aquí mismo, en la casa que fuera de su madre, extendidos ambos a un piso anexo. Charlamos a la sombra de tantos saberes.

- Dígame quién es usted.

-Nací en Gijón (1938), el ocho de septiembre, festividad de la Virgen de Covadonga, tercera de cinco hermanos, o sea sálvese quién pueda. He cambiado mucho con los años; antes era muy alegre y ahora estoy llena de miedos. Para lo que me gusta soy muy trabajadora, aunque toda la vida he hecho lo mismo, ocuparme de la familia, con la ilusión de ver a la gente feliz. Estoy casada, tengo seis hijos, cinco varones y una chica, y dieciséis nietos.

- ¿Cómo fue su infancia?

-Felicísima. No fui al colegio porque a los cuatro años tuve escoliosis, una enfermedad que afecta a la columna vertebral. Me pusieron un aparato ortopédico que tuve que llevar durante años; quedé derechísima. Fue cuando nació mi afición por la lectura. Uno de los primeros libros que me gustaron fue la vida de Luisa de La Vallière, amante de Luis XIV de Francia, que luego se metió monja.

- ¿Fue ahí donde nació su biblioteca?

-No, comenzó con Elena Fortún, la condesa de Ségur, las Novelas Ejemplares, Emilio Salgari, Ágata Christie? Luego seguí con la Revolución Francesa, la Revolución Rusa? El siglo XIX me interesó mucho.

- ¿Cuántos ejemplares tiene actualmente?

-La última vez que los conté eran unos catorce mil, pero ahora tengo menos; he regalado a mis hijos y en una mudanza me han perdido un contenedor entero.

- Hay quién los considera un problema, se tiende a aligerar?

-Sí, pero para mí son como mis hijos, van conmigo, me cuesta separarme de ellos.

- ¿Ha pensado qué destino va a darles?

-No lo sé, pero entre los proyectos que contemplo, me gustaría donarlos a la Universidad Laboral, en memoria de mi padre, el fundador e impulsor de la misma. Él luchó por ella desde el principio ya que el gobernador de entonces, Labadie Otermín quería que se construyera en Oviedo, pero mi padre consiguió que fuera en Gijón.

- ¿Cómo recuerda esa época?

-Fue un tiempo muy intenso, mi padre estaba obsesionado, hasta el punto que mi madre le decía, "¡José María, que tienes cinco hijos!". Nunca tuvo un sueldo ni pasó un duro por sus manos. Había nacido en La Felguera y sabía lo que el destino reservaba a los hijos de los mineros? Le propuso a José Antonio Girón, entonces ministro de Trabajo, construir una universidad para esos muchachos, y que la educación los liberara de la mina?

- Y acabó procesado?

-Nadie entendía tanto altruismo, y le llamaron a declarar. Dijo que el responsable de todo era él y el juez le mandó para el Coto. Estuvo cinco meses. Hubo un juicio y quedó en nada, pero no lo absolvieron. Los cargos eran unos tubos de uralita que un empleado había llevado a su casa para hacer un desagüe? Franco tenía una manía enorme por Girón, la prueba es que nunca visitó la Universidad Laboral. Ya en democracia, Torcuato Fernández Miranda quiso que le rehabilitasen con el impulso del Rey, pero fue cuando Torcuato se fue a Londres y se murió. A mi padre le daba igual, era republicano y luchaba por una amnistía general.

- Sorprende la grandiosidad de la obra, pudo ser menor?

-Fue el empeño de mi padre. Pero al final salió tirada. Compró los terrenos muy baratos, la piedra igual? Tengo en mi poder todas las facturas, todos los planos, cartas? Hasta el juicio entero. Al final la obra costó sólo 300 millones de pesetas.

- Hábleme de las fotografías?

-Mi afición nació con mi hijo mayor, a partir de ahí he hecho álbumes de todos y de todo.

- ¿Y la colección de Gijón?

-Mi madre tenía muchas y yo la continué. La más antigua data de la mitad del siglo XIX. Tengo fotos del Gijón de la Guerra Civil impresionantes.

- Si el Pueblo de Asturias las conociera las codiciaría?

-Yo, por mí, no tendría ningún inconveniente en cedérselas, pero tengo un sobrino y ahijado que tiene mucha afición. Pero no digo que no. Lo malo es que en muchas fotos de Gijón están miembros de la familia. Tengo una de la playa de San Lorenzo, tomada al medio día del 18 de julio del 36. Se ve la Escalerona, era un día radiante de sol y estaba llena de gente, tan tranquila? ¡Con lo que les iba a caer!

- Volviendo con los libros, ¿a usted qué tipo de literatura le interesa?

-Varios, la de sentimientos, como "Nada", de Carmen Laforet. La historia de España de la segunda mitad del siglo XX; de la Guerra Civil lo tengo todo. Me gusta la Filosofía, y los escritores sudamericanos; tengo una primera edición de "Cien años de soledad", y un libro de Marañón dedicado, "Tiberio", que es la historia del resentimiento. Toda la Historia de España, de Francia, Inglaterra, Austria, Rusia, México? De teatro hay mucho, las obras de Alejandro Casona las tengo todas dedicadas?

- ¿Y la poesía?

-No, está Antonio Machado y poco más.

- Aparte de libros y fotos, ¿qué más le gusta?

-Las flores y la cocina.

- ¿Cuál es su especialidad?

-El rosbif. Lo pongo de dos maneras. Una es de un restaurante de Escocia, donde tenía dos hijos estudiando, se llamaba "La Casa del Rosbif", era exquisito y quise preguntar por la receta, Resultó que el cocinero era gallego y me la dio. La otra es más sencilla.

María Teresa fue una belleza en su época. Generosa, al final me regaló tres libros, dos ejemplares de los diarios de Zenobia Camprubí, el de Cuba y el de Estados Unidos, y una biografía de Alfonso XII.