Media hora antes de que se abriesen las puertas para el público, dos centenares de personas se agolpaban ya en las inmediaciones del Puerto Deportivo. Gijón tenía ganas de fiesta, de diversión, de trompazos. La ciudad tenía ganas del último gran evento del verano, el "Día de las alas" de Red Bull.

El cielo tardó en desperezarse pero finalmente lo hizo, ayudado por el barullo de gente que, a sus pies, comenzaba a tomar la mejor posición para ver cómo los cachivaches que tantos meses de preparación habían requerido, se despedazaban en apenas unos segundos de vuelo, muchos de ellos incluso antes de entrar en contacto con las aguas del Cantábrico.

La espera hasta que el primero de los artefactos tomó carrera por la pista de despegue, de 11 metros de largo y 6 de altura, se amenizó a merced del pasacalles que casi un centenar de charangueros gijoneses realizó por el Puerto Deportivo. El incesante público hacía parada en cada "box" de los cachivaches, expuestos a lo largo del paseo, para fotografiarse, admirar o, en el que se les permitiese, decorarlos con su firma.

Un jurado conformado por el dos veces campeón olímpico Saúl Craviotto, la surfista gijonesa Lucía Martiño, la periodista local Cristina Mitre, el piloto de rallies Dani Sordo y el youtuber Jorge Cremades. Ellos fue quien valoró en el recorrido previo la creatividad que llevaba implícita cada aparato. Y es que precisamente la creatividad fue lo más destacado del día en el Puerto Deportivo. Una locomotora, una piña, una cigüeña, una plaza de toros, una botella de sidra, un escudo del Sporting -uno de los más aplaudidos por el público, aunque con escaso éxito final- e incluso una vaca y un burro voladores, planearon con mayor o menor acierto sobre el Cantábrico.

"Tenemos un poco de incertidumbre porque nunca probamos a intentar volar antes", aseguraba Víctor Piñera, capitán del aparato "Despegue Sportinguista", "no creo que vayamos a volar así que todo lo que venga detrás, será bienvenido". Piñera sin embargo sí que confiaba en que "apriete la darsenona, que nos animen con aplausos y gritos", aunque si tuviese que hacer una valoración entre quién iba a quedar en mejor posición, si ellos en la competición o el Sporting en Liga, lo tenía claro: "confiemos en que el Sporting, si no, malo".

Fue pasado el mediodía cuando comenzó a desfilar la banda de gaitas Noega, que puso a los 40.000 presentes -según cifras de la organización- a entonar el himno de Asturias. Un preludio solemne, el único del día, antes de que diesen comienzo los golpes, la risa, las alocadas performances, los bailes con más intención que salero y, por ende, la competición.

"Venimos desde Madrid solo para ver el espectáculo, luego comeremos un buen cachopo y volveremos", aseguró Valentín Oregón, quien, acompañado de dos amigos, corría para hacerse con uno de los últimos huecos libres en un abarrotado espigón "siempre lo veíamos por la televisión y teníamos curiosidad". No fue esta la única zona con aforo completo. El espigón de Talaso, la playa de Poniente o, los más afortunados, a bordo de sus embarcaciones, no quisieron perderse los mayúsculos trompazos con los que los treinta cachivaches participantes les deleitaron.

Sobre la rampa de lanzamiento se iban sucediendo los artefactos. Música de E. T. y vuelo fallido, banda sonora de Jurassic Park y caída a pique, un encierro de Sanfermines y amerizaje forzoso o un burro poco volador con tripulación sacada del público. Todos ellos con escasos conocimientos aeronáuticos o, al menos, así se fue demostrando.

"Lo que más valoramos es la creatividad, todo el trabajo que hay detrás", aseguró Saúl Craviotto, que exponía, como el resto del jurado, su puntuación con unos grandes cartelones, desde la torre de control, "estamos disfrutando muchísimo de estos locos". Junto a él, la surfista gijonesa Lucía Martiño hacía hincapié en el "orgullo" que supone para ella ver un evento de este calibre en Gijón. "Es una pasada que mi ciudad aparezca en todas las televisiones del mundo", dijo admirada.

El primer 10 unísono del jurado se lo llevó el equipo "Gallos", conformado por algunos de los participantes en el torneo de rap de Red Bull, comandados por el maestro de ceremonias Mbaka. El grupo improvisó un rap, al estilo de las "batallas de gallos", que se llevó una ovación solo al alcance de los equipos locales.

Precisamente, uno de los combinados gijoneses, "Power Dangers", se llevó el premio al cachivache que más longitud consiguió recorrer, con un total de 16,32 metros, muy lejos del récord global de la competición, 78 metros. Fueron los gijoneses mejor clasificados, 6º en la clasificación global. "Esta es la parte de la competición que más nos importaba, conseguir volar lo más lejos posible", enfatizó Dani Hevia, su piloto. El podio lo colmaron "Otto Bus", en tercera posición, y que también se llevó el premio al más votado en la web del concurso gracias a su reconstrucción del autobús de la reconocida serie "Los Simpsons". En segunda posición concluyeron "Cortaleña Mauricio", después de su espectáculo "Bellas y bestia", solo por detrás de los grandes campeones, los valencianos "El puto Delorean". El premio al más original, se lo llevó la "Loco Voladora". "Sabíamos que íbamos a ganar, venimos del futuro", aseguró Héctor Mirón, haciendo referencia a la película "Regreso al futuro" en la que se inspiraron para construir su Delorean. "Lleva mucho trabajo detrás", aunque reconoció que "una vez que estás allí arriba ya no da cague, solo piensas en tirarte".

Una zambullida que les valió para alzarse con el primer premio de este "Día de las alas" gijonés, un multitudinario evento que pone el punto final al verano. Y el próximo año, a remontar el vuelo.