"Animamos a las familias a que donen los cerebros de las personas que mueren tras padecer alzhéimer, porque su comparación con otros sanos es muy importante para seguir investigando una cura para esta enfermedad". Concha Mena, presidenta de Adafa, la Asociación Democrática Asturiana de Familias con Alzhéimer, fue la encargada de trasladar ayer esta petición durante la vigesimoprimera edición del día mundial sobre esta enfermedad, que se celebró en el Antiguo Instituto, y en la que también se sumó a este discurso el Banco de Tejidos Neurológicos del Principado de Asturias.

"Es una labor ardua, pero estamos intentando concienciar a la población de la necesidad de donar. Desde el Banco de Cerebros facilitamos esa donación para facilitar la muestra a los investigadores", indicó Iván Fernández, su director. "Desde agosto de 2016 hemos tenido unas 16 donaciones, cuando antes hubo 31 donaciones en seis años. Es muy prometedor el avance, pero aún se necesita más", añadió.

La presidenta de Adafa reivindicó también que "el gobierno regional tiene que hacer programas dirigidos específicamente directamente a las necesidades de los enfermos y las familias, así como residencias adaptadas y ayudas especializadas". Además aprovechó en el día de ayer, ante la presencia de Antonio Molejón, director general de Salud Pública, para insistir en el cobro de una ayuda de 40.000 euros de la administración de 2014, para realizar unos talleres de psicoestimulación. "Estamos en una situación delicada a nivel económico por los impagos de ayudas, ya que acabamos de cobrar todavía la ayuda regional del año pasado, que además ha sido en dos pagos", señaló Mena.

Con respecto a la implantación del alzhéimer en Asturias, Mena resaltó que "hay un número cada vez más alto de enfermos, al ser una comunidad muy envejecida" y añadió que existe mucho desconocimiento: "El problema es diagnosticar la enfermedad; se piensa muchas veces que son depresiones u otras dolencias".

Carmen Martínez, neuróloga de Cabueñes, lamentó que "muchas veces la labor de investigación queda restringida a nuestro tiempo libre" y añadió también que "es de las más graves porque afecta a las funciones intelectuales, a lo más superior del ser humano, a habilidades para comunicarnos, la memoria, la orientación o la capacidad de resolver un problema o la empatía. No es un cáncer, pero es una enfermedad grave por la merma progresiva que supone".