Ya están aquí. Los doce agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional destinados a Cataluña con motivo del desafío independentista regresaron ayer a Gijón tras 23 días de trabajo en pro de la Constitución y el cumplimiento de las leyes. Decenas de compañeros les esperaban a la puerta de la Comisaría de El Natahoyo con banderas de España y una pancarta con el lema "Orgullosos de nuestros compañeros y españoles en Cataluña". Les recibieron con aplausos y, una vez se apearon de los tres furgones policiales en que llegaron, comenzaron las vivas a España y al Cuerpo Nacional de Policía.

Los doce agentes de la UPR de Gijón cumplieron con su deber tanto en Barcelona como en Lérida. Estuvieron alojados en Pineda de Mar, Salou y Monzón, en la provincia de Huesca, donde recibieron un trato "fabuloso". Hubo días "muy intensos y otros más relajados", relataron ya de vuelta "a casa". Atrás quedaron los momentos duros que padecieron en Pineda, la localidad catalana en la que se encontraba el hotel del que fueron expulsados. "Fueron los momentos más complicados, con los escraches", reconocía a su llegada el agente Herminio López.

No obstante, la situación pronto se revirtió puesto que tras esos episodios "la gente reaccionó muy bien y se pusieron muy a favor nuestro; cuando sacaron las banderas de España, la gente independentista se vino muy abajo, pero mucho", relata Herminio López.

A ese calor que recibieron "in situ" se unían los mensajes de sus familias, amigos y compañeros que les daban cuenta de las concentraciones que se sucedían por todo el país -y también en Gijón y el resto de Asturias- en su apoyo y en el de la Guardia Civil. "Eso supuso un ánimo total; cuando vimos que la gente estaba con nosotros y que no estábamos solos, íbamos a trabajar encantados aunque fueran 14 horas", aseguró a su llegada.

Junto a él estaba el agente Iván Fernández, distinguido en la pasada festividad de los Santos Ángeles Custodios, patronos de la Policía Nacional, por el rescate de un bañista este verano. No pudo recoger el premio -lo hizo su hijo Hugo en su nombre- por estar cumpliendo con su deber. "El teléfono lo teníamos lleno de mensajes de apoyo y cariño todo el tiempo, nos transmitían cómo se había volcado la ciudad con el cuerpo y con la unidad", relató tras apearse del furgón en que llegó a Gijón.