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Qué fue de los refugios antiaéreos

El historiador Héctor Blanco censura la falta de datos actuales sobre dos túneles de la guerra, en Cimadevilla y bajo la calle Fernández Vallín

Héctor Blanco, ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA. ÁNGEL GONZÁLEZ

Durante los meses que duró la Guerra Civil en Gijón, entre julio de 1936 y el 21 de octubre de 1937, se habilitaron alrededor de doscientos refugios antiaéreos en portales, bunkers, sótanos y túneles. La ciudad sufrió en aquellos meses bombardeos aéreos y del crucero ligero "Almirante Cervera" de las llamadas fuerzas nacionales.

De todos ellos quedan dos subterráneos, en forma de galería, uno ubicado en el tramo central de Cimavilla y el otro bajo la calle de Fernández Vallín hasta la de Menen Pérez. De ellos habló ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA, Héctor Blanco, doctor en Historia por la Universidad de Oviedo.

Explicó el historiador que los dos refugios "se mantuvieron activos durante la Segunda Guerra Mundial", ya que "en 1943 se hizo obligatorio mantener en determinadas ciudadades, entre ellas Gijón, una mínima estructura de refugios antiaéreos en funcionamiento. Por eso se mantuvieron en activo y se consolidaron hasta el año 1965 o 1966 a causa de la Guerra Fría".

De esos años es la última referencia que se tiene en el Ayuntamiento sobre "su estado de uso por parte del departamento de Ingeniería municipal", añadió.

Cincuenta años después, subrayó Héctor Blanco, "lo que nos encontramos ahora son dos cuestiones: una, saber desde el punto de vista histórico qué es lo que queda de ellos, sobre todo el de Cimavilla, y dos, desde el punto de vista urbanístico que hay dos galerías en el subsuelo en el centro de la ciudad sin control". De hecho, afirmó el historiador, "el propio Ayuntamiento ni tiene estos dos equipamientos incluidos dentro del inventario de bienes municipales, y es una anomalía llamativa y más aún teniendo en cuenta que el Pleno municipal aprobó hace casi un año iniciar una prospección sobre lo que hay ahí, pero no se ejecuta ese acuerdo plenario".

Según los datos de la época, el refugio de Cimavilla tenía capacidad para unas 1.200 personas, mientras que el de la cuesta de Begoña estaba preparado para acoger a quinientas.

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