El teatro Jovellanos. El gran coliseo municipal gijonés es un centenario icono local. Pocos ignoran su emplazamiento: está en el Paseo de Begoña, paredaño al Café Dindurra, desde julio de 1899. Miles de espectadores franquean cada año sus puertas para ver la amplia propuesta de su programación, que incluye a algunos de los grandes nombres de la escena y la música españolas e internacional. Y, sin embargo, sus interiores siguen siendo territorio desconocido para la mayoría del público, incluidos los más fieles, esos que rara vez se pierden un espectáculo.

La empresa municipal Divertia, de la que depende el Jovellanos, acaba de poner en marcha una iniciativa en la que se quiere insistir: visitas guiadas al teatro. "Nos parece una actividad interesante y queremos que tenga continuidad", explicó ayer Noemí Fernández, del departamento de Turismo de Divertia. Una actividad que se había organizado hasta ahora con escolares de los colegios gijoneses, pero rara vez con público adulto. "Hay mucha gente que tiene interés en esta oferta y creemos, además, que puede ser un aliciente turístico", explicó la gerente del teatro, Teresa Sánchez.

Previa reserva, unas cuarenta personas se acercaron ayer a las puertas del Jovellanos. Como señaló la actriz Ave Hernández, convertida en una pizpireta señora de la limpieza y locuaz guía con propensión a improvisar escenas de los clásicos, la tarde de lluvia y de ceniza de noviembre invitaba a una incursión por las entretelas de un edificio que es ideación de Mariano Marín Magallón, figura clave de una notable dinastía de arquitectos.

"Caballero coja el plumero y no me pierda ni una pluma, que luego me riñen las compañeras", advirtió la guía, mandil mediante, bajo las dos arañas que alumbran la entrada del teatro. La comitiva siguió obediente hasta el patio de butacas. Es la zona más conocida del Jovellanos, un coliseo que fue reducido a escombros durante la Guerra Civil por un bombardeo de la aviación franquista. Entonces llevaba aún el nombre de teatro Dindurra. Reconstruido en 1942, se le cambió el letrero en homenaje al gran ilustrado gijonés. Ha sido rehabilitado en dos ocasiones, en 1995 y en el 2010. En el último mandato de Paz Fernández Felgueroso se renovó la caja escénica y el patio de butacas, adoptando los asientos el actual color mostaza. Está considerado como uno de los teatros españoles como mejores infraestructuras. Su aforo es de 1.123 localidades.

La guía pidió a los visitantes que alzaran la vista al techo para contemplar la hermosa pintura circular de Melquíades Álvarez que la adorna. El teatro contiene muchos elementos de interés que suelen pasar desapercibidos. Ofrece la posibilidad de desmontar tres filas de butacas para abrir el foso, necesario para algunas actuaciones musicales. Hubo repaso a elementos importantes para la seguridad del coliseo, como el cortafuegos.

"Es un teatro público al servicio de la ciudad", insistió Ave Hernández antes de ingresar a los interesados en el escenario del Jovellanos. Hay que ver el teatro, con sus palcos y su graderío, desde ese lugar exacto. El escenario tiene una boca de 11,40 metros de ancho y 9,50 metros de alto. El fondo es de 21,50 metros y la altura del peine, de 21,50 metros. Las medidas entre hombros, es decir, entre una y otra parte del escenario, es de 21 metros. La cámara negra y la concha acústica ocuparon buena parte de las explicaciones de la guía. La planta útil máxima es de 100 metros cuadrados, lo que permite dar acogida a una orquesta sinfónica.

El recorrido por las plantas del Jovellanos incluyó visitas a la sala de ensayos (allí estaban con "La máquina de la soledad", que llega hoy al Jovellanos) o a uno de los camerinos. Ave Hernández pidió voluntarios para los roles de rey Creonte y de muerto. Y en nada se montó su "Antígona".