Nadie dijo que fuera fácil, pero todos ellos se quedan con la parte positiva de la experiencia. "Que es mucha". La Asociación de Familias Adoptantes de Asturias celebró ayer en Gijón un acto de encuentro para compartir experiencias al que acudieron padres e hijos para sacar en conclusión que, a pesar de todas las dificultades, "merece la pena".

El encuentro forma parte fundamental de las actividades de la entidad, nacida hace doce años "precisamente con esa idea, la de juntarnos y poner en común nuestros miedos, nuestras dudas, porque hace unos años las familias que adoptaban se sentían solas", resume Ana Lamela, presidenta del colectivo. De ahí la importancia de juntarse para resolver entre todos las inseguridades que, por norma general, acaban apareciendo entre todos los padres adoptivos. "El miedo fundamental de los padres se refiere al pasado de los niños, que en muchos casos ya son mayores y tienen su propia personalidad", explica Lamela. Después vienen las preguntas y la necesidad de saber, y eso es algo "inevitable para lo que tanto los padres como los hijos tenemos que estar preparados; forma parte de su historia y la clave está en hablar con sinceridad desde el principio", sostiene.

Las dificultades "aparecen tarde o temprano, como con los hijos biológicos". Lo relata uno de los padres adoptantes que ayer relató su experiencia. Enrique García y su esposa decidieron hace unos años iniciar un proceso de adopción internacional, que "fue bastante rápido, en unos dos años teníamos al niño con nosotros". Un niño ruso, de una zona cercana a Siberia, que llegó con seis años, ahora tiene 23 y estudia Informática. La parte más farragosa fue la de los trámites, señala el padre. "Hay que tener tiempo y dinero, porque no existen ayudas para los viajes ni para las estancias", advierte. Una vez superada, en su caso, una comparecencia ante la jueza que dio el visto bueno a la adopción que duró unas siete horas, "la adaptación del niño fue buena, enseguida aprendió español y hasta olvidó el ruso, y en el colegio se integró rápidamente", relata García. No obstante, lo más complejo fue "darte cuenta de que con seis años ya es una personita con sus problemas y su propio mundo". De ahí la necesidad de darse un tiempo para los necesarios ajustes, para "que todo vaya saliendo bien", como indicaba ayer en la jornada Aymar Merino, un chaval de 22 años originario de Perú adoptado por una familia de San Sebastián. Cuando llegó a España tenía cuatro años, y como él mismo recuerda, "para mí fue un cambio muy brusco; en el orfanato no tenía nada y mis padres adoptivos pasaron a darme todo lo que pedía". Por eso, recomienda a los padres adoptivos "mesura y que se tomen su tiempo; hubo roces y te sientes diferente, pero con paciencia las cosas pueden salir bien", afirma. Tanto, que él mismo se plantea ser ahora padre adoptante.

La realidad de las adopciones en Asturias ahora mismo es de un cierto estancamiento, quizás motivado por la crisis económica, como señala Trinidad Lebrato, jefa de la sección de Acogida y Adopciones del Principado. "También influye mucho el hecho de que los países extranjeros que antes eran fuente de adopción ahora han restringido mucho los requisitos: en parte porque dan una mejor atención a su infancia, porque priman las adopciones nacionales en el propio país o porque muchas veces los niños ya son mayores y presentan dificultades, con lo que los trámites se complican".

La media de espera está por encima de los dos años en adopciones internacionales, con países de origen como Vietnam como uno de los más pujantes y con la adopción nacional en caída. "Son niños con problemas severos con una edad más avanzada y las familias se lo piensan más". Pero quien lo intenta asegura que "vale la pena".