Aunque no fuera consuelo, al menos la multitudinaria afluencia de amigos y convecinos que acudieron ayer a la parroquia de San Julián de Somió para dar el último adiós a Juan Fombona sirvió para paliar el inmenso dolor de su familia. Un dolor que se hizo aún más patente cuando los amigos del gijonés fallecido tras ser víctima de un atropello, incluido su hermano Fernando, portaron el ataúd con sus restos mortales -que tras la celebración religiosa fueron incinerados- hasta el altar del templo.

A ese consuelo trató de contribuir el párroco de Somió, Luis Muiña, que ofició el funeral. Lo hizo al inicio y a lo largo de su cariñosa homilía. A la familia de Juan Fombona, que ocupó los primeros bancos, les agradeció primero su fe en Dios para luego sosegar la sensación de "frustración, enfado, dolor y llanto" que albergaban. "Es una reacción completamente humana en estos momentos oscuros y terribles", aseguró el sacerdote, por la forma "tan triste" en que se ha ido Juan Fombona.

Luis Muiña utilizó el evangelio de San Juan para tratar de establecer un paralelismo con la resurrección de Lázaro. A la fe que sus hermanas mostraron ante Jesús, apeló el cura para que la familia de Juan Fombona, creyentes y devotos, contemplasen también a Jesús como "bálsamo para su dolor".

Tras la celebración de la misa tomó la palabra uno de los amigos del fallecido para, en representación de todos ellos, leer una emotiva carta ensalzando las virtudes de Fombona como su característica y personal risa -"la más graciosa del mundo"- y los valores que como persona le definieron hasta el último día. De esta forma quisieron darle las gracias sus amigos por "la amistad, lealtad y compañerismo" que les brindó en vida "una de las mejores personas de Gijón".

Las exequias tuvieron como epílogo el canto del himno de Covadonga con todos los presentes mirando a la imagen de la Virgen. Después sus amigos volvieron a cargar con el féretro, en conmovedor silencio.

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