Beatriz Domínguez-Gil, toda una institución en el trasplante renal en España, muestra la fotografía de una veintena de jóvenes pakistaníes que miran a cámara con cara de sufrimiento. Todos son varones, jóvenes, analfabetos y viven en la extrema pobreza. Pero tienen algo más en común: vendieron sus riñones por un puñado de billetes. Fueron víctimas de su propia miseria. La directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) puso ayer rostro en el Antiguo Instituto Jovellanos al tráfico ilegal de órganos, en el que internet, según advirtió, juega un papel "peligrosísimo" en la captación de personas vulnerables como donantes. Y "lo más atroz de todo", añadió, es que en ese turismo de órganos, como también lo llaman, "participan profesionales médicos".

Sin enfermeros y sin cirujanos, no hay tráfico. Pero por desgracia lo hay y, en palabras de la también presidenta del Comité Europeo de Trasplantes, "ningún país del mundo está libre de esta lacra". ¿La razón? Hacen falta órganos. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015 se realizaron 126.670 trasplantes y ni siquiera cubrieron el 10% de las necesidades globales. España, no obstante, tiene la mejor vacuna contra este mal: las donaciones altruistas, las mayores de todo el mundo. "Es prácticamente imposible que en nuestro país haya tráfico de órganos porque tenemos un sistema muy sólido. Eso no quita que algunos lo intenten", detalló la nefróloga de ascendencia asturiana, ya que es hija del farmacéutico gijonés Alfonso Domínguez-Gil Hurlé. Ejemplos hay unos cuantos. El más reciente de noviembre de 2017: condenados a seis años de cárcel varios miembros de una familia de origen serbio por ofrecer 6.000 euros a un mendigo marroquí por su riñón. La extracción no se llegó a producir, pero se incurrió igualmente en un delito, como resaltó en varias momentos de su conferencia Domínguez-Gil.

La médica de raíces asturianas inauguró con su charla "Tráfico de órganos: realidades y soluciones" el ciclo de ponencias de la Sociedad Inernacional de Bioética. Domínguez-Gil fue una excelente oradora, que lo mismo dio números como opiniones a lo largo de una hora de discurso. La presidenta de la Organización Nacional de Trasplantes reconoció desconocer "la envergadura" que tiene el tráfico de órganos en el mundo, pero "por datos indirectos sabemos que es importante". Aunque hay muchos modelos, el más frecuente es el que tiene como receptor a una persona rica procedente generalmente de Estados Unidos, Israel, Australia y el oeste de Europa, y a un receptor pobre de América Latina, Egipto, China, Irak, Pakistán e Irán -considerado el bazar de órganos baratos-. Los pelos se ponen de punta sólo al pensarlo, y más sabiendo que los intermediarios utilizan internet para aprovecharse de la desesperación de los enfermos y de la vulnerabilidad de los donantes. Pese a todo, defendió la nefróloga, tanto unos como otros deben tener responsabilidad penal.