-¿Son curativas como dicen?

-Un poco sí, porque dolíame el estómago del hambre.

Las rosquillas de San Blas se vendieron ayer a puñaos. Sus atributos medicinales son una duda, pero su rico sabor es indiscutible. "Están buenísimas", reconoce Manuel Joaquín Corte Valdés, que lleva dulces para toda la familia: 20 paquetes, que suman 120 rosquillas. Pese a la lluvia, a la parroquia de Jove le llovieron los pedidos. Colas antes de misa y colas de nuevo después de la procesión. María Celia Oliveira, Margarita de la Fuente, Ofelina Orviz y la pequeña de 11 años Andrea Tuya aguantaron en primera fila el chaparrón con tal de llevarse a casa las galletas milagrosas para enfermos de garganta. "Están riquísimas, no sé si curan algo, pero sirven para coger kilos", bromea Oliveira.

Una treintena de mujeres de Jove -y algún que otro hombre- elaboraron este año 650 kilos de galletas, que volaron durante la mañana. "No paramos", asegura Lena Mari Álvarez, "de Jove de toda la vida". El dinero recaudado servirá para hacer mejoras en la iglesia de San Blas. El templo se quedó ayer pequeño para acoger a tantos fieles. Muchos de ellos tuvieron que seguir la misa desde el exterior y bajo la lluvia. "Venimos todos los años por las mujeres. Ellas tienen mucha devoción y mandan rosquillas hasta Alicante para los hijos", dicen Jorge Luis Montes, natural de Ribadesella, y Francisco Mallada, de Ribera de Arriba, aunque ambos casados en Gijón. Para Jennifer Paíno, sin embargo, fue su primera fiesta de San Blas: "Mi suegra es la que nos habla todos los años de ella y mi marido (Javier González) tiene creencia en el santo". El matrimonio no fue solo, sino en compañía de sus dos hijos: Deva y Enol.

Ayer en Jove fue también día de reencuentros. Nieves Bonera, que por razones de trabajo pasa tiempo fuera de Asturias, cumplió con sus hijas Sara (10 años) y Abril (18 meses) la tradición de su niñez. "Siempre me traían mi madre (Carmen) y su amiga Deli. Tengo muy buenos recuerdos", cuenta. Y por supuesto de las rosquillas. Rafael Arroyo y José Antonio Ayensa vinieron nada más y nada menos que desde Barcelona y Tulebras (Navarra). "Llevaba muchos años sin venir y aprovechando que estoy aquí quise seguir la tradición de mi madre que ahora no puede venir", explica Arroyo mientras compra varios paquetes de rosquillas. "En Tulebras también se celebra San Blas, pero allí se hacen roscones", apunta su amigo Ayensa.

Las rosquillas de Jove son pequeñas pero muy sabrosas y encima están bendecidas por el cura José Manuel Álvarez. Sobre sus propiedades curativas para la garganta, Manuel Joaquín Corte asegura que a lo largo de sus 61 años -dice que no faltó ninguno a la fiesta- "vi casos de gente que no era creyente y luego se hizo muy devota del santo tras superar una operación de cáncer de garganta". Por eso, Corte cree firmemente en San Blas. Otros no tanto, pero por si acaso compran y comen las rosquillas. "No sé si curan o no, pero vale más prevenir", dice María Jesús López.

Quienes no se pierden nunca San Blas señalan que la afluencia ayer de fieles fue menor que otros años debido el mal tiempo. El orbayu no impidió sin embargo que el santo saliese a la una del mediodía a hombros de los vecinos de Jove por los alrededores del templo. Fue una procesión corta y rápida para no coger frío en la garganta.