Ni las trombas de agua ni el gélido viento consiguieron silenciar ayer la gran marcha contra la contaminación de Asturias. El mal tiempo alimentó un torbellino de protestas, que se oyó desde el paseo de Begoña hasta la plaza Mayor. Fue cerca de una hora de recorrido a paso lento pero reivindicativo. Cuando no había gritos, había mascarillas y pancartas con todos los colores y mensajes. Según la organización cerca de 5.000 personas participaron en lo que los convocantes -la plataforma "Asturies por un aire sano", integrada por colectivos antipolución del área central- consideran una manifestación histórica. "Fue la movilización medioambiental más multitudinaria de la región. Aquí hubo más que ecologistas; la respuesta vecinal fue impresionante", valoró el presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón y portavoz de la plataforma, Adrián Arias.

De Oviedo, de Avilés, de Mieres, de Carreño, de Gozón, de Corvera, de Siero... Habitantes de la zona central, la más castigada por la polución, exigieron a los políticos, bajo el lema "Asturies, Paraísu Contaminau", "no mirar para otro lado" ante el aumento de partículas contaminantes y casos de cáncer. "Es un falso conflicto el que están generando entre el derecho a la salud y el derecho al trabajo. Somos los mismos", protestó el gijonés David Gutiérrez, que hizo el recorrido junto a Estela Menéndez, de Siones (Oviedo). Muy cerca de su casa, en Priorio, pretenden instalar una planta de asfalto: "Era lo que nos faltaba". David Rodríguez, de La Calzada, dejó bien claro que lo que piden "no es que las industrias cierren, sino que inviertan más en reducir las emisiones". Las ventanas de muchas viviendas amanecen todos los días cubiertas de carbón; no se quiere ni imaginar cómo estarán sus pulmones por dentro.

"Al final el mineral vuela y acaba en nuestras gargantas", se quejaron Christoper Romero y Carol Honorio. La pareja es vecina de Cimadevilla y está cansada de ver chimeneas echando humo marrón o despertar en la noche por un estruendo. A Romero le cuesta creer que la mancha de carbón que de vez en cuando cubre la playa de San Lorenzo provenga de los restos del "Castillo de Salas", el barco que embarrancó en 1986 en la costa gijonesa cargado con 100.000 toneladas de mineral. "Que hagan una investigación seria", reclamó.

María Remedios Pandiella y Maite Fuentes hicieron la marcha con un plato manchado de carbón. "Lo tengo en la terraza, mire cómo está. Esto es lo que respiramos", expresó Fuentes, vecina de Jove. Su amiga, de El Cerillero, también llevó a la manifestación una muestra de "porquería" en una bolsita de plástico. "Cada vez que limpiamos las manos nos quedan así", indicó Pandiella, con los dedos negros. "No podemos quedarnos en el sofá. Si queremos exigir a los políticos, tenemos que salir a la calle", añadieron las dos. Así lo hicieron también los "scouts contra la contaminación", un grupo de cuarenta jóvenes dirigidos por José Ramón Delgado que se dejaron la voz en el megáfono animando a la multitud. Los avilesinos Pablo Muñiz y Rocío Álvarez secundaron los gritos junto a su perra "Lily", en su salsa pese al ruido de pitos y serenas, y la música de la charanga "Ventolín". "Estamos intoxicados. Yo creo que para tener salud hace falta un aire puro y un agua pura, y estamos exentos de los dos. Prima más el interés económico que las personas", criticaron. Desde Mieres, Lidia Rodríguez, clamó contra la quema de basura en la térmica de La Pereda, una de las opciones que baraja el Principado para producir combustible. "Ya tenemos bastante polución para ahora tener más. Todas las empresas dicen que cumplen los límites legales, pero el conjunto de todas ellas matan", reivindicó Rodríguez.

La protesta finalizó en la plaza Mayor con la lectura de un manifiesto por parte de la periodista Elena Bandera. "Asturies por un aire sano" exigió en medio de la lluvia "transparencia y claridad a las administraciones, con protocolos sencillos y efectivos cuando se produzcan situaciones de mala calidad del aire". "El empleo industrial no se defiende con instalaciones decadentes ni desde el más absoluto desprecio medioambiental. La salud de los y las trabajadoras no se puede supeditar ni a la productividad ni a los beneficios empresariales", reprocharon.