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RUPERTO ÁLVAREZ ROMERO | Codescubridor de la cueva de Tito Bustillo, hace cincuenta años

"En la cueva de Tito Bustillo sólo les faltó asfaltar: sepultaron estalactitas y sílex"

"Es una verdadera desgracia que estemos perdiendo esta joya rupestre; de no tomar medidas, acabaremos viendo las pinturas en réplicas"

"En la cueva de Tito Bustillo sólo les faltó asfaltar: sepultaron estalactitas y sílex"

Ruperto Álvarez Romero mira con gesto serio a cámara, posando con un casco y un mono manchado de polvo bajo la cabeza de caballo de la cueva de Tito Bustillo. Es el año 1968 y la fotografía en blanco y negro que preside el salón de su casa de Somió reproduce el momento en el que se descubrió el santuario prehistórico de Ribadesella. Ruperto Álvarez, ovetense (1946) aunque residente en Gijón desde hace 42 años, fue uno de los diez chavales del grupo de montaña Torreblanca que participaron en su hallazgo. Cinco décadas después, este proyectista mecánico ya jubilado y miembro de la junta directiva del PP de Gijón lucha por la conservación de la gruta: "Puedo dar fe que la primera vez que vi las pinturas rupestres estaban más vivas que ahora; perdieron mucho". Álvarez teme que de seguir así, "tengamos que ver réplicas".

- ¿Cómo recuerda ese 11 de abril de 1968, cuando descubrieron la cueva de Tito Bustillo?

-Fue impactante, porque no íbamos buscando eso. Íbamos a ver La Lloseta y encontramos la sima que comunicaba con la galería de Tito Bustillo, la cual había quedado sellada por un derrumbamiento. Nos volvimos todos locos al encontrar las pinturas. Recuerdo que llamé a mi padre, el artista Ruperto Álvarez Caravia, y me dijo que preguntase en LA NUEVA ESPAÑA por Manolo Avello. Lo esperamos y cuando llegó allí no se lo creía. Me dijo bromeando: "Bueno, Ruper -porque me llamaban así-, ¿esto quién de vosotros lo pintó?" A partir de ahí fue un "boom"; vinieron periódicos y televisiones de todo el país.

- Cuénteme alguna anécdota más de aquel día.

-El primer chaval en hallar las pinturas fue Adolfo Inda, de Ribadesella. Se separó del grupo, dijo que iba a mear y llegó al camarín de las vulvas. "Aquí pintaron", nos gritó. Nadie le hacíamos caso, pero tanto insistió que me acerqué yo. "¡Uy! Esto son pinturas rupestres", dije yo. Empezamos a movernos por la cavidad, y Tito Bustillo y Fernando López Marcos llegaron al gran panel. Allí pasamos horas y horas, de hecho, salimos de madrugada. Otra anécdota de ese día es que estábamos acampados en la playa y vino una marejada que nos inundó todas las tiendas de campaña (se ríe). Acabamos durmiendo en una pensión.

- ¿En qué estado está ahora la gruta?

-Tengo aquí un informe francés que es demoledor. Si quiere leo por encima lo que cuenta -pone las gafas de ver-: "La mayor parte del agua analizada presenta unas tasas elevadas de polución. También el río San Miguel, que circula por debajo de la cueva, presenta amoniaco, nitritos, coliformes fecales...". Bueno, una cloaca. Ayer (por el martes) fui a Ribadesella y la cueva estaba cerrada por inundación. Había zonas en las que creo que el agua llegaba a los 1,90 metros. Imagínese. Sigo con el informe: "Sobre la parte derecha del panel de pinturas existen restos de sulfato cálcico que corresponde a la cristalización de las arcillas retiradas o aportadas". Es que por donde discurría la cueva -aclara- había grandes baches, subidas, bajadas... Pero cuando se abrió el túnel de acceso a visitantes, todo ese terreno se rellenó con materiales que hoy están alterando la cavidad. Barbaridades que se hacían y que se siguen haciendo... Puedo dar fe que la primera vez que vi las pinturas estaban más vivas que ahora; perdieron mucho. Y eso se nota en las fotografías. Hay que tomar medidas urgentes. No se limpia el río San Miguel, que está contaminado, ni se elimina la maleza. Ya se ven las raíces de los eucaliptos entrando por el techo, rompiendo la cueva.

- ¿Defiende entonces que se está haciendo una mala gestión?

-Efectivamente, eso sin lugar a dudas. Y no lo digo yo solo... Aseguran que se hacen análisis, pero no sabemos ni lo que dicen ni dónde están. Es vergonzoso. ¿A qué estamos jugando?

- ¿Cuánto ha cambiado la cueva desde 1968 hasta hoy?

-Mucho. La primera gran modificación que sufrió fue dos años después de su descubrimiento cuando abrieron el túnel de acceso a turistas. Eso implicó rellenarlo todo, en vez de instalar pasarelas como hacen en otros sitios, que es menos dañino. Aquí solo les faltó asfaltar. Destruyeron cosas que quedaron sepultadas. Por ejemplo, lascas de sílex por el suelo o estalactitas.

- ¿Conserva algún recuerdo en forma de fotografías o de materiales de la gruta?

-Doné al Centro de Interpretación casi todas las fotografías que tenía. Me quedé con esa -señala la de 1968 en la que aparece junto a la cabeza de caballo del gran panel de la cueva- y alguna más que tengo por ahí escondida. Entregué hasta el casco, que llevaba grabado mi nombre, y que mi mujer Juli lo quería tirar (se ríe).

- Pasará a la historia como codescubridor de la caverna de Tito Bustillo. A nivel personal, ¿qué supone eso para usted?

-Un gran honor. Debo dar mi agradecimiento a la Sociedad Etnográfica de Ribadesella, que fue la que puso en una placa nuestros nombres. Porque en un principio sólo recordaban al grupo de montaña Torreblanca y a nosotros no nos reconocían. Sólo a Tito Bustillo, que dio nombre a la cueva; el resto quedamos un poquitín apartados. Y yo siempre dije que el mérito es de todos. Hombre, está claro que fue una desgracia que Tito Bustillo se matase a los 14 días en otra cueva -Las Agüeras en Quirós-. Yo tenía 22 años de aquella y era muy amigo de Tito. Quién me iba a decir a mí que cincuenta años después iba a estar celebrando el aniversario del descubrimiento de una cueva... Mi deber ahora es luchar por que eso se conserve y que los que vengan detrás disfruten esta joya. Tito Bustillo no es sólo patrimonio de Ribadesella, sino de toda Asturias, de España y de la Humanidad. Es una pena y una verdadera desgracia que lo estemos perdiendo y que, de no tomar medidas, acabemos viendo una réplica. Un tesoro que duró miles de años, nos lo vamos a cargar en unos pocos.

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