La publicación del libro "Prueba con una sonrisa", del tinetense Darío Rodríguez Mayo, está a punto cumplir un año. El relato de su experiencia de superación de un tumor cerebral a los 17 años ha hecho que se haya involucrado en numerosos proyectos de lucha contra el cáncer y que le ha llevado correr la maratón de Sevilla hace unos días dentro de la iniciativa "Corre la voz" de la Asociación española de Adolescentes y Adultos jóvenes con cáncer.

-¿Qué tal el libro?

-Si pudiese comprar tiempo lo haría, porque ha sido un año sin parar con muchas presentaciones. Lo importante es que me llegan mensajes de mucha gente que está pasando por esta enfermedad y que me dice que les está ayudando, e incluso a personas que no pasan por ello pero que les ayuda a valorar lo importante de la vida. Todavía creo que estoy soñando. El otro día había una chica en oncología con unos 16 años, fui a la habitación le conté mi experiencia, mi libro y creo que le cambié su forma de llevar la enfermedad, y espero que como ese ejemplo haya muchos más y puedan afrontar esto con actitud positiva.

-Dice que su libro no es una historia de lástima, sino de aprendizaje. ¿Qué aprendió de la enfermedad?

-Aprendí a valorar la vida, las pequeñas cosas, los amigos, a no preocuparse por tonterías. Damos mucha importancia a las cosas materiales y realmente lo que tiene importancia es la salud y ser feliz, y muchas veces no nos damos cuenta hasta que algo así sucede. Por ello, hay que vivir cada momento y aprovechar el tiempo para hacer lo máximo posible.

-Además, le llevó a convertirse en voluntario.

-Descubrí el voluntariado como paciente y vi que era una labor fantástica y necesaria para los niños que hay hospitalizados. Así que me prometí ponerme el chaleco rojo algún día y ahora veo que esa ayuda es muy importante.

-¿No le resulta duro mantenerse vinculado a la enfermedad después de superarla?

-Mucha gente me pregunta si no quiero olvidarme de lo que pasó y es más bien al contrario, estoy orgulloso de haber superado la enfermedad y nunca tuve miedo ni vergüenza de contarle a nadie lo que pasé y creo que es algo que puede ayudar. No quiero ni dar pena ni lástima ni compasión. Sí que es cierto que estuve semanas ingresado en el hospital, meses yendo y viniendo y ahora sigo como voluntario en el hospital y viendo casos tremendos. Me acuerdo que hay un niño ingresado que ya estaba cuando estuve yo. Tiene leucemia y es duro verlo allí y te evoca muchos recuerdos y muchas cosas pero nunca desde una perspectiva negativa ni triste. Realmente, lo que yo pienso es que voy a jugar con un niño y conseguir que se olvide de su enfermedad, te olvidas de lo que tiene y con hacerle reír ya has cumplido. Además, es muy importante darles a las familias un servicio de respiro para que puedan irse a tomar un café.

-¿Por qué con Cruz Roja?

-Tengo el recuerdo de dos chicas de Cruz Roja que vinieron a verme. Yo tenía 17 años y no quería jugar con nadie, veía que no encajaba, pero entraron ellas y me preguntaron si quería jugar con ellas con una sonrisa en la cara de oreja a oreja y me transmitieron energía y muchas ganas.

-¿Cómo se involucra en la iniciativa "Corre la voz"?

-Antes de publicar el libro escribí un testimonio a la Asociación española de adolescentes y adultos jóvenes con cáncer y me animaron a participar en el proyecto de "Corre la voz" con el lema "Cinco maratones, cinco ciudades y un objetivo". Además queremos reivindicar las necesidades que tienen los jóvenes con cáncer. No hay plantas especializadas para adolescentes y jóvenes y no se tienen las mismas necesidades que un niño o un adulto en esa edad.

-¿Cuál fue su experiencia?

-La quimio la puse en pediatría, pero me ingresaron en adultos. El primer día cuando me metieron en la habitación estaba al lado de un señor de 80 años, casi me pongo a llorar. Estaba en una edad en la que sabía que era el cáncer, pero también que no me correspondía tenerlo y necesitas que te expliquen lo que te está pasando, porque tampoco eres un niño. Por eso los profesionales reivindican formación para tratar con adolescentes. También estuve ingresado con un niño de tres años y yo no tenía las mismas necesidades , aunque la experiencia fue buena porque los niños transmiten mucha alegría.