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JOSÉ ANTONIO GARCÍA SANTACLARA | FUNDADOR DE SILOÉ, PROPUESTO COMO HIJO ADOPTIVO DE GIJÓN

Santaclara, el solidario

El sacerdote, fundador de la asociación Siloé, será nombrado hijo adoptivo de Gijón por su compromiso social con los colectivos más vulnerables y desfavorecidos

Santaclara, el solidario

Su poblada barba blanca y su canosa coleta le otorgan una apariencia a mitad de camino entre un hippy de los años sesenta y un dadivoso Papá Noel, y en sus tarjetas de visita informa que es "un ciudadano del mundo".

Este cosmopolita sacerdote, morciniego de nacimiento y gijonés de adopción, será nombrado hijo adoptivo de la villa de Jovellanos a propuesta de la Alcaldía y seguramente con la unanimidad de todos los grupos políticos con representación municipal porque nadie podrá votar en contra ni abstenerse ante la ejemplaridad y el compromiso social demostrados en su trayectoria vital por José Antonio García Santaclara, fundador de la asociación Siloé, organización pionera en la inserción social de colectivos tan vulnerables como los enfermos terminales de sida, exreclusos, menores en exclusión social, refugiados, inmigrantes y personas con discapacidades intelectuales y trastornos mentales.

"Santa", apodo con el que le denominan sus allegados, ha llevado a cabo su solidario compromiso consolidando proyectos de inserción social y laboral y de cooperación internacional siempre desde su silencioso, humilde, persistente, vocacional y ejemplar esfuerzo en promover la dignidad del ser humano.

Nació en 1943 en La Cotina, pueblo perteneciente a la parroquia morciniega de Peñerudes, a la sombra de las cumbres del Monsacro y de la Mostayal. Su padre, Carlos, minero y luego funcionario del Ayuntamiento de Morcín, había nacido en Arizona (EE UU) al ser hijo de emigrantes retornados y su madre, Asunción, ejerció como "mater familias" alternando el cuidado de sus hijos con las tareas agrícolas y ganaderas. Este primogénito, al que le siguen dos hermanas, se aficionó de niño a la lectura mientras ejercía como pastor de las vacas en los pastos de las laderas de la Mostayal.

Estudió en el colegio de La Salle en Mieres y luego en Valladolid con los Misioneros de los Sagrados Corazones. Se implicó con los enfermos mentales a través de la orden de San Juan de Dios antes de comenzar a trabajar en el antiguo Hospital Psiquiátrico de Oviedo. Participó en la creación del Teléfono de la Esperanza y se ordenó sacerdote en 1979, con 36 años, siendo su primer destino como coadjutor el barrio avilesino de La Luz. Posteriormente, se marchó a París para atender a los emigrantes españoles que vivían en los barrios obreros y, a su vuelta en 1981, se incorpora a la gijonesa parroquia de San Lorenzo antes de nombrarle capellán de la antigua cárcel de El Coto.

En aquella época, a finales de los ochenta del siglo pasado, el sida arrasaba los centros penitenciarios con fuerza inusitada y la Administración del Principado apoyó su idea de crear una casa de acogida para estos enfermos terminales con el fin de que tuvieran una muerte digna y evitar que fallecieran en la enfermería de la cárcel. Este proyecto fue llevado a cabo por Santaclara junto con el voluntariado cristiano de prisiones, quienes constituyeron la asociación Siloé. Esta organización solidaria instaló su primera casa de acogida en Mareo para recibir a aquellos enfermos terminales y dar una respuesta digna a las necesidades de los reclusos y exreclusos, y, especialmente, a los portadores de sida por infección de VIH.

Además de trabajar con los enfermos terminales, este cura solidario participó en 1978 en la fundación de la asociación "Chavales en Libertad", colectivo de ámbito autonómico que puso en funcionamiento un hogar funcional para la atención a menores como instrumento de inserción social eficaz. En apenas dos años desarrolló su actividad con cinco hogares funcionales, una granja escuela y dos locales para diversas actividades de integración.

La Fundación Siloé

En 1989 se crea en el centro penitenciario de El Coto la asociación Siloé, organización sin ánimo de lucro que desarrolla la inserción social de "Chavales en Libertad" y que trabaja con enfermos de sida. En 1999 se convierte en fundación y en 2001 crea un nuevo programa de "Discapacidad Intelectual" para personas mayores. La filosofía de trabajo de la fundación está inspirada en Siloé, un hombre ciego que, según el Evangelio, se acercó a Jesús para rogarle que le devolviera la vista y éste le empujó a curarse por sí mismo, señalándole el camino de cómo hacerlo.

En la actualidad José Antonio García Santaclara, pensionado que no jubilado, es la cabeza visible de una fundación que participa en la formación y educación integral de menores en situación de riesgo social a través de tres hogares y cuatro centros de día que se complementan con un servicio de atención psicológica a sus familias. Asimismo, a través del programa "Innuit" dirige su intervención a diversos colectivos de alta vulnerabilidad o exclusión social y cuenta con una casa de acogida, un centro de día, varios pisos de salud mental y diversas viviendas tuteladas. Con el programa "Otras capacidades" trabaja la mejora de la calidad de vida de personas con deficiencias intelectuales en acogida residencial en las Casas de Jaipur y El Alfar para desarrollar su autonomía personal y su integración social.

Este cura solidario, incisivo y combativo por la justicia social, que no es ni un ángel ni una estatua, opina que "es terrible que nuestra sociedad rescate más bancos que náufragos, lo que demuestra que está llena de cinismo y de paños calientes" y se pregunta "qué podemos esperar de un sistema político que dice que hay personas ilegales". Asimismo, defiende un Estado laico "porque en él cabemos todos al ser incluyente y no excluyente ya que las mayores perseguidoras de las religiones han sido siempre otras religiones, no los estados".

Santaclara desarrolla también un programa de inserción social con perfiles de exclusión social y un proyecto de cooperación internacional que apoya la salud y la educación materno-infantil en los territorios ocupados y autónomos de Cisjordania y Palestina. Su última intervención se ha centrado en la creación y mantenimiento de la escuela para niños beduinos de Jericó.

Ya iba siendo hora que en nuestra región asturiana, saturada de premios que en muchas ocasiones siempre recaen en los mismos personajes, se hiciera justicia con este reconocimiento a una persona humilde que rehúye el protagonismo y ha dedicado toda su vida a trabajar para mejorar las condiciones de vida de los más débiles, desfavorecidos y vulnerables.

Enhorabuena al Ayuntamiento de Gijón por haber apoyado la propuesta de los Humanitarios de Moreda, quienes fueron pioneros el año pasado en premiar la solidaridad de este sacerdote universal con pinta de hippy. Espero y deseo que este nombramiento sea el primer paso para que su solidaria trayectoria sea reconocida por otras instituciones asturianas como nuestro Gobierno del Principado, que le debería otorgar la merecida Medalla de Oro, y el Ayuntamiento de Morcín, que seguramente le nombrará próximamente hijo predilecto.

Santaclara no quiere premios ni reconocimientos, por eso se los merece. Este cura con pinta de hippy ha metido muchos goles a la solidaridad y será un digno sucesor de Quini como hijo adoptivo de Gijón. Seguro que el ariete sportinguista aplaudirá el próximo 29 de junio, festividad de San Pedro, desde la tribuna más alta, ubicada muy por encima del tejado del teatro Jovellanos, el nombramiento de este sacerdote comprometido y solidario.

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