Que todo el mundo goce de una renta básica que le permita rechazar ofertas de trabajo precario. Esa es la receta que el sociólogo y escritor Jorge Moruno, responsable hasta 2017 del área de discurso de Podemos, da contra la precarización laboral y la consecuencia de que se reduce el tiempo para la vida personal.

Moruno presentó ayer en la Biblioteca Jovellanos, en un acto organizado por la Sociedad Cultural Gijonesa, su nuevo libro, titulado "No tengo tiempo. Geografías de la precariedad".

La receta de este sociólogo para superar la situación a la que alude en su libro incluye la reducción de la jornada laboral, que es una demanda histórica, pero no sólo. "Ahí hay que añadir un elemento más, que puede ser la cuestión de la renta básica universal. Lo importante no es tanto la medida, si no cómo garantizar que alguien cuente con las condiciones necesarias para poder rechazar trabajos de miseria y eso pasa por contar con un mayor poder de negociación, que no sólo se circunscriba al centro de trabajo, sino que te permita decir que no ahí donde hoy tienes que decir que sí, porque no te queda otra, dado que es mejor tener un trabajo que no tener ninguno".

En opinión de Moruno, a esa situación "hay que darle la vuelta, alterar el orden de los factores para alterar el producto".

La falta de tiempo personal por la precarización del trabajo es algo que tiene, en opinión del autor, "mucha vinculación con la deriva que ya toman los modelos sociolaborales en esta parte del mundo, que es que el trabajo cada vez más se va convirtiendo en un embudo donde pasa cada vez menos gente y donde quienes pasan tienen cada vez menos garantizadas unas condiciones de vida, lo cual obliga a una intensificación de todo nuestro tiempo de vida para trabajar, para lo que pueda salir o lo que pueda surgir", lo que acaba provocando una reducción del tiempo personal por la necesidad de obtener ingresos para poder vivir, señala.

Para Jorge Moruno "no hay una posibilidad de salida de la precariedad como modelo social pensando con imaginarios del pasado, imaginarios que asociaban la estabilidad a tener un trabajo remunerado con unas certezas. Toca inventar nuevos criterios de ciudadanía, nuevas formas de seguridad y nuevas formas de garantizar el ejercicio de la libertad que ya no tengan que ser únicamente dependientes de tener un trabajo remunerado".

El sociólogo señala que su concepción altera el conjunto de una ética del trabajo forjada en el siglo XVIII. "El siglo XXI se encuentra en un abismo en el cual tiene que decidir si caminar hacia una sociedad del bienestar o aceptar una sociedad que se empobrece cada vez más y en la que unos pocos acumulan cada vez más riqueza en menos manos, mientras el resto tenemos que luchar y mordernos como pirañas para ver si podemos alcanzar alguna de las migajas que van cayendo".