Sospechas, conjeturas y escasos indicios. Así definió las pruebas presentadas ayer el abogado defensor de los dos hermanos marroquíes -M. B. y R. B.- acusados de vender sustancias estupefacientes en un local hostelero en el que trabajaban, en la calle Magnus Blikstad. Por ello, pidió ayer su libre absolución, al entender que no hay pruebas suficientes para su condena.

La Fiscalía, por contra, sostiene que los dos hermanos pertenecen a un grupo criminal organizado que, al menos desde enero de 2016 y hasta que cayó la banda en verano de ese mismo año, vendía cocaína y hachís en Gijón. En total, son catorce los acusados por este delito. Todos los demás, a excepción de los hermanos, reconocieron los hechos y llegaron a un acuerdo con la Fiscalía para reducir las penas de cárcel, que quedaron en entre dos y cinco años. Para los dos hermanos ayer Juzgados, Fiscalía solicita una pena de 5 años de prisión y el pago de una multa de 3.000 euros.

El ministerio fiscal llamó ayer a declarar a dos policías nacionales que participaron en la detención de los dos hermanos. Ambos testificaron que, en el momento de su arresto, el mayor -M. B.- tenía en su poder cinco trozos de hachís envueltos en papel transparente.

El segundo de los agentes, del grupo de estupefacientes y que llevó a cabo las labores de vigilancia, testificó que "no había balanzas ni otros utensilios para la venta de drogas, porque están muy bien enseñados y traen la droga ya cortada porque saben que cualquier elemento de ese tipo supondría una prueba más contra ellos". Sí contó cómo "los clientes entraban al local y salían a los pocos minutos", presumiblemente tras realizar una compraventa de sustancias estupefacientes. De hecho, a la salida de uno de los clientes, el agente lo siguió hasta darle en alto tras un trayecto en un autobús de línea "para no levantar la liebre". En el cacheo que se le realizó, el agente se incautó de un trozo de hachís "exactamente igual a los que se encontraron en el local", aún cuando "no pude ver la transacción al realizarse dentro".

También fue llamado como testigo ese mismo cliente, que alegó que era habitual del bar pero que no compró allí la droga, sino en el parque de Laviada, aun cuando creía que en el local sí se vendía droga "porque un chaval que está en la barra sentado acompañaba a los clientes al baño". El juicio quedó ayer visto para sentencia.