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RAMÓN SANTIAGO DE MURIEDAS | Hijo del escultor Ramón Muriedas, autor de "La madre del emigrante"

"Lo importante es cómo quieren la obra, no si la llaman 'La muyerona' o 'La lloca' "

"Creo que 'La madre del emigrante' es una pieza mayor de mi padre; necesitaba hacer una escultura como la de Gijón, que es su historia"

Ramón Santiago de Muriedas, ayer, en Gijón. MARCOS LEÓN

La instalación del "Monumento a la madre del emigrante" en el Paseo del Rinconín, en 1970, provocó polémica. Era la primera escultura urbana gijonesa de lenguaje moderno y su autor, el cántabro Ramón Muriedas (1938-2014), un artista conectado con la vanguardia, singular. Su hijo, Ramón Santiago de Muriedas (Madrid, 1973) habló ayer en el Ateneo Jovellanos de una pieza que es hoy un símbolo de la ciudad.

-Ramón Muriedas falleció hace cuatro años. ¿El valor de su obra artística se ha ido difuminando o, por el contrario, ha ganado en consideración?

-Con lo que hemos hecho, incluidas varias exposiciones, creo que hemos avanzado. Si se seguía por otro camino, existía esa amenaza, en efecto, de la desaparición. Lo bueno es que la escultura de Gijón lo hace inmortal. Creo que no va a perder, lo que está por ver es si su figura crece. Para eso estamos nosotros.

-¿Qué elementos caracterizan la obra de su padre?

-Sin duda, el realismo mágico. Toma su temática de sus lecturas, por ejemplo de los románticos, de Bernandin de Saint-Pierre, de Rilke, de Whitman. Era un lector empedernido, y de ahí saca cosas para sus obras. Y luego, tal y como decía el director del Museo del Museo de Arte Contemporáneo de Budapest (G. Geza), bebe de Giacometti o de Henry Moore. A partir de esos materiales crea su propio estilo, con unas figuras menos estilizadas y más compactas que las de Giacometti. El acabado de sus figuras -como sucede con "La madre del emigrante"- y ciertos ropajes son muy característicos, no se encuentran en otros artistas. Hace rostros figurativos, pero el resto -el pelo, la ropa...- es como muy fantasmal. Se crió en Santander y es posible que haya tomado mucho de esas rocas porosas que hay en la costa: texturas como inacabadas. Rostro, pies y manos están más acabados, mientras que en el resto hay una mayor abstracción.

-Veo que hay acuerdo con algunos críticos que sitúan la obra de Muriedas en la estela del "realismo mágico" que definió Franz Roh en un conocido ensayo de 1925. Sin embargo, creo que hay también elementos expresionistas. ¿Está de acuerdo?

-Sí. Esta tarde (por la de ayer) me voy a referir también a ese expresionismo que puede estar, por ejemplo, en el rostro de "La madre del emigrante": esa emocionalidad en una cara un poco descarnada tiene que ver con la vida de mi padre. No tuvo una vida fácil: su padre falleció cuando él (el escultor) tenía siete años. Fue un superviviente, con una madre que lo sacó adelante en la posguerra española. Tenía claro que quería hacer arte, pero no lo tuvo fácil: antes trabajó en varios oficios para ayudar a la familia; estudiaba y leía mucho. En un momento dado dio un paso adelante y se profesionalizó como escultor. Decía Julio López, fallecido recientemente, que la obra y la vida de Muriedas están conectadas. Como artista tuvo que luchar mucho porque hacía cosas diferentes, que no siempre gustaban. Tuvo que irse a Madrid y hacerse un nombre en medio de una gran competencia. Antes de su triunfo en Nueva York, luchó mucho. Hay una emoción que está en sus esculturas.

-En uno de sus textos, Ramón Muriedas habla de la necesidad de lo que llama "equilibrio moral". ¿Cómo se sustancia en sus obras?

-En su arte hay un equilibrio moral y espiritual que expresa a través del barro, a través de sus esculturas. El arte le salvó porque pudo ser feliz y supo querer. Para él, el arte lo es todo. Su espiritualidad estaba en sus figuras, que transmiten muchísimo. Álvaro Pombo dice, por ejemplo, que no es sólo lo que se ve, sino lo que está detrás de las esculturas. Hay una parte interna que transmite un mensaje de espiritualidad. Y es un mensaje que gustó mucho en su época y que sigue llegando.

-¿Cómo encaja "La madre del emigrante" en el conjunto de la obra de Muriedas? ¿Es una pieza mayor?

-Buena pregunta. Yo sí creo que es una obra mayor. En mi padre hay dos temas esenciales: la mujer, vinculado también a la madre, y la infancia. Creo que necesitaba hacer una escultura como la de Gijón: estaba en su historia personal. La sensación de pérdida de su padre, la ausencia, necesitaba mostrarla de alguna manera. Y ahí lo manifiesta. Sin ese homenaje a la madre y a la mujer, posiblemente no hubiera sido el escultor que fue, o le faltaría algo. "La madre del emigrante" es clave en su obra, y también otra que está en Santander ("Neptuno niño" o "Niño pez") y es un homenaje a la infancia. Son homenajes a la mujer y a la infancia.

-"La madre del emigrante" se instaló en Gijón en 1970, un año importante para Muriedas y un tiempo en el que se encuentra en pleno dominio de su talento.

-Sí. Su salida de Santander, a partir de 1963, le supuso mucho reconocimiento. Tiene su primera exposición y lo llevan a Nueva York, donde el pabellón español tuvo una gran importancia. En 1970 se le nombra académico de Bellas Artes. Digamos que ese año y los previos son fundamentales en la historia artística y personal de mi padre: se casa también con mi madre. Sí, sí, diría que es un año clave: inauguración de la escultura de Gijón, adquiere obra el Reina Sofía, boda... Le va todo muy bien.

-¿La materialización de "La madre del emigrante" le llevó mucho tiempo o es una escultura que tenía muy interiorizada?

-Las dos cosas. Lo vi trabajar y mi padre era muy perfeccionista. Cuando hizo "La madre del emigrante yo no había nacido aún, pero le vi trabajar en otras piezas. Sé de su escrupulosidad; siempre estaba con el detalle, así que seguro que le dio doscientas mil vueltas. Y, luego, es cierto también que es una escultura que llevaba dentro. Era un artista que contaba poco de sus procesos artísticos, pero sí la llevaba dentro. Igual que la del niño, que era su infancia. Eran temas que le tocaban la fibra emocional: luchó mucho para poder hacer esas esculturas.

-¿Le molestaba que los gijoneses, célebres por los nombres que ponen a sus esculturas urbanas, acabaran rebautizando a "La madre del emigrante" como "La lloca del Rinconín" o "La muyerona"?

-Mi padre era muy educado y no entraba en discusiones. Optaba por la diplomacia: la llamaban "la lloca", pues lo respetaba, pero lo que le gustaba es que la llamaran "La madre del emigrante", que fue el nombre que puso a esa escultura. Al final es la gente la que quiere o no la obra, así que él no se metía con eso. Digamos que no entraba en polémicas.

-Bueno, en Gijón es casi una tradición esos cambios...

-Por eso. Ya lo sé: que si "El váter de King Kong" ("Elogio del horizonte")... ¡Qué le vamos a hacer! En Santander le destrozaban los brazos al "Neptuno". Le dolía que le rompieran las esculturas, claro . Él no se metía en esas cosas; lo aceptaba y ya está.

-También es cierto que es una de las esculturas más populares y queridas por los gijoneses. Y está en un emplazamiento privilegiado.

-Yo me doy cuenta también de la importancia que tiene fuera de Gijón. Conozco mucha gente que visita la ciudad y considera que es el monumento número uno o el dos. Me da igual que la llamen "La muyerona" o "La lloca", la gente quiere esa cultura por cómo se ha hecho.

-Parece que el Ayuntamiento y la familia preparan una gran exposición de homenaje a Muriedas. ¿Es así?

-El Ayuntamiento está interesado y creo que se va a hacer, pero no depende sólo de mí. Me gustaría, claro. Ahora bien, de estas cosas poco se puede decir hasta que no están cerradas. Hay esa intención de hacer un homenaje a mi padre. Me encantaría y lo haría de mil amores. La escultura de Gijón es muy importante, pero queremos hacer las cosas bien y dar una visión de su obra más amplia, sobre la mujer. Hizo, por ejemplo, varias maternidades. Así que lo bueno sería dar una visión amplia del artista. Y hacerlo de manera didáctica. Yo tengo obras, pero habrá que pedir prestado al Reina Sofía o al Ministerio de Educación. Tiene que ser lo más interesante posible.

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