"¡Adiós!, ¡adiós!". Las pequeñas manos de Leo Llamazares, de 3 años, despidieron ayer, a mediodía, a los globos que despegaban desde el solarón, en una nueva jornada de la regata de aerostatos "Gijón desde el aire". Era uno de los muchos niños que se acercaron a ver las moles de tela antes de que sobrevolasen el cielo gijonés.

"Al principio, sentía una mezcla entre miedo y curiosidad", explica su padre Teodoro sobre el pequeño. No en vano, era la primera vez que acudían a ver cómo se llenaban los grandes globos aerostáticos. "Es un proceso curioso de ver, tienen que tener mucha paciencia para que todo salga bien", aseveró Teodoro Llamazares, que asegura que "me llamaría bastante la atención poder volar en uno de ellos, tiene que ser una experiencia muy buena".

Como lo fue ver ayer sobrevolando el cielo gijonés el único dirigible existente en el país, con Fernando García Roldán a los mandos. Una colosal estructura de 45 metros de largo y 25 de diámetro, que puede alcanzar los 30 kilómetros por hora y que tiene la capacidad de volar a ras de suelo, con total precisión. Ello permitió a García Roldán realizar varias pasadas por encima de los surfistas en la playa de San Lorenzo, una experiencia que, aseguró, "es una pasada".