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La soprano que vino en patera

Una camerunesa que llegó a España por mar y embarazada encandila con su voz en Asturias cantando en bodas y actos sociales

La camerunesa Cynthia Zebaze, ayer, en La Guía. JUAN PLAZA

No es mitología: existen los cantos de sirena. Tan reales como la vida misma, como el cementerio en el que se ha convertido el mar Mediterráneo o la aberrante situación que se vivió en el barco "Aquarius". De ello puede hablar Cynthia Zebaze. O Samia, como todo el mundo la conoce. Es el nombre falso que adoptó para no ser deportada al entrar en España y que, a la postre, se ha convertido en su nombre artístico: con el que pasea su voz por bodas y funerales y, cada vez más, por actos culturales. Como el que protagonizará en el marco del Tricentenario de Covadonga.

Samia escuchó cantos de sirena. Le sedujo la idea de una Europa paradisiaca y, abducida por la "aventura" -como ella misma lo llama en un castellano afrancesado- se enfrascó en una pesadilla de viaje desde Yaundé, capital de Camerún, hasta la costa marroquí, pagando a mafias para cruzar media docena de fronteras africanas y lanzándose finalmente en una roñosa lancha hinchable a las aguas del mismo mar en el que los marineros de la Antigüedad temían sucumbir ante los cantos de las sirenas.

Y, cosas de la vida, ahora su voz se ha convertido en un canto de sirena: Samia, a sus 37 años, no deja de seducir como soprano y, tras enamorar en una actuación en la Santa Cueva de Covadonga, repetirá en el Real Sitio en una cena lírica organizada este viernes en el Gran Hotel Pelayo. Después de haberse establecido en Asturias, región que se convirtió en meta de su carrera por la vida, esta mujer (que inició en su país la carrera de Bioquímica) ahora sueña con poder vivir algún día de la música. "Soy empleada del hogar porque pude arreglar los papeles con un contrato de trabajo, pero mi pasión siempre ha sido el canto", confiesa Samia.

Y Asturias, además de meta, ha sido el lugar de nacimiento de su hija, Ángela. Con pasmosa tranquilidad narra las seis horas en plena madrugada que pasó en la patera. Eran once: ella, embarazada de poco tiempo, la única mujer. "Pagamos unos 1.500 euros por una lancha hinchable, sin motor. Los hombres iban con medio cuerpo fuera, remando. Yo, en el centro con una esponja gigante para sacar fuera el agua que entraba", cuenta. La mar estaba agitada, "pero no tanto como para volcar la patera". Nada más cruzar la línea y entrar en aguas españolas, la Guardia Civil les interceptó: "Estábamos tiritando de frío, pero contentísimos: por fin llegamos a Europa".

Había salido en 2010 de su ciudad natal. Casi un año después, estaba en territorio europeo. Ahora lo recuerda con poso reflexivo. "Lo pienso y veo que era una locura, una tontería muy grande arriesgar la vida así. Aunque de muchos países vienen porque hay guerras...", manifiesta Samia. No era su caso: ella huía de un Camerún vacío de oportunidades y lleno de gente con títulos pero sin empleo. "Allí la pobreza sigue siendo la misma, y la corrupción de quienes gobiernan, aún mayor", sentencia.

Emprendió el viaje, además, guiada por el padre de su hija. Estuvieron en el centro de inmigrantes de Ceuta, donde transcurrió la mayor parte de su embarazo. Pidieron asilo y se lo concedieron. Les derivaron a Asturias, donde fueron acogidos por Accem. Samia dio a luz en Oviedo. Su compañero de viaje, y padre de Ángela, puso rumbo a Francia. Se quedó sola con su bebé.

Finalmente fueron movidas a Gijón, donde encontró en el barrio de La Guía el que ha sido el mayor de sus apoyos: la Casa de Acogida Nuestra Señora de los Desamparados. "Son casi cuatro años los que pasé ahí. Me ayudaron a todo, conocí a mucha gente: promotores, coro de la parroquia... Toda la gente que me ha ayudado", cuenta Samia. Intentó, con actuaciones en Barcelona y Madrid, hacerse hueco en el mundo del canto. Incluso participó en un casting de "La Voz".

Paralelamente, fue haciendo todo los posible por integrarse y realizó varios cursos de formación: auxiliar de enfermería, atención geriátrica, teleoperadora... Tuvo que conformarse con conseguir un contrato como empleada del hogar: pudo así regularizar su situación, recuperar legalmente su nombre real y ahora reclamará la nacionalidad española para su hija.

En cuanto al canto, ahora tiene "una voz mucho más trabajada", dado que ensaya mucho y ha recibido clases para mejorar su técnica. En Camerún cantaba en un coro de la iglesia pero aquí es solista. "No me gusta mucho mi voz, pero a la gente le encanta. Es muy grave, la querría un poco más como la de María Callas. Pero ya tengo bastante y siempre doy gracias a Dios y a las madres de la Casa de Acogida por ello", afirma. Le llaman de muchas parroquias para actuar en bodas o funerales.

Durante estos días, las noticias sobre el barco "Aquarius" le han hecho recordar su propia historia. Pero, sobre todo, tiene consejos para los inmigrantes que han llegado. "Cuando veo a toda esa gente pienso que no les va a ser fácil. Esto es muy largo, hay que ser paciente, abrirse y luchar. Primero, hablar español, hacer cursos para integrarse, buscar empleo... Y mucha paciencia", advierte. A ella no le sorprendió mucho que Españan aceptase hacerse cargo del barco que rechazaban otros países europeos. "Este es un país muy acogedor, pero hay que buscarse la vida porque para los españoles tampoco hay trabajo. Hay que seguir luchando", añade. Eso sí, cree que los inmigrantes del "Aquarius" "son muchísimos para España solo, tienen que ir también a otros países".

Samia explica, desde su perspectiva, lo que hace a tantos africanos enfrascarse en un viaje con peligro de muerte. "Cuando vemos allí 'Europa' por la tele nos parece un paraíso: en películas, vemos la ropa... Siempre nos enseñan el lado bueno. Nunca se habla de las miserias, y cada país las tiene", explica. También tiene claro que el inmigrante debe poner de su parte. "Y luego hay que luchar mucho aquí. Yo jamás me imaginé que tuviera que limpiar casas de los demás, pero lo tengo que hacer para ganarme la vida. Y lo hago con mucho gusto porque lo tengo que hacer. El dinero no cae del cielo: hay que buscar y ganártelo, y respetar a la gente para que te respeten a ti también. Muchos se ponen en la calle a pedir dinero y podían haber hecho formaciones, seguir estudiando... Nunca es tarde, creo yo", expresa. En la misma Casa de Acogida, asegura, "muchas que llegan no aguantan porque no cumplen con su parte: nos dan techo y comida pero hay unas normas que cumplir, lógicamente".

Ella tuvo fortuna en su "locura" de viaje. "Gracias a Dios que no pasó nada, ¿cuánta gente murió en el agua? Esos que te traen a Europa son la mafia, que te saca dinero. Yo tuve que gastar los ahorros y llamar a mis padres para que me ayudasen. Te roban el dinero, a algunos les dejan sin nada. Para llegar a Europa hay que sufrir mucho", afirma. Ahora, Samia, la soprano que da voz a la esperanza, piensa en cumplir con su sueño lírico.

"Al final me ha valido de mucho la aventura. Si no, estaría en mi país sin hacer nada, sin trabajo. Y ahora hago lo que quiero, tomo decisiones, soy más independiente. Ahora quiero volar", expresa. O lo que es lo mismo: ahora no escucha cantos de sirena; ahora ella canta como una sirena.

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