"Les piqué al timbre el jueves a las nueve menos cuarto de la mañana. Ni me contestaron ni me abrieron. Pero, como estaban los dos muy sordos, pensé que a lo mejor no me oían o que simplemente no les apetecía hablar. Habían llegado de la residencia el día anterior", relata la hija de la mujer que vivía puerta con puerta con el matrimonio. Por nada del mundo esta gijonesa hubiese imaginado tan trágico final. "Todavía no nos lo creemos", apunta.

En estado de shock también se quedó ayer nada más conocer la noticia Esther Álvarez, la limpiadora del portal donde residía el matrimonio. "Los veía todos los días. Bajaban sobre esta hora (las doce del mediodía) a tirar la basura, recoger el periódico o hacer la compra al supermercado. Vivían solos, pero estaban muy arropados por el vecindario", expresa Álvarez. "Eran como uña y carne. Estoy sin palabras. No sé cómo pudieron llegar a tal extremo", apostilla.

Los vecinos del número cuatro de la calle Felicidad aseguran que los octogenarios sufrían los achaques propios de la edad. Si bien, pese a que él era mayor, últimamente tenía que estar más pendiente de su mujer. Ella, cuentan, salía menos de casa que él. "No me enteré de nada. Solo oía la televisión, que la tenían puesta, como siempre, muy alta. Los dos estaban muy sordos y se llamaban a voces en casa", precisa una vecina del segundo piso, que prefiere mantenerse en el anonimato.

José Manuel Bobes, "Josín", residente en el mismo inmueble, tampoco sintió los disparos. Conoció la terrible noticia por los llantos de las sobrinas del matrimonio. "Eran muy educados y muy limpios. Todavía los vi la semana pasada, antes de que marchasen a la residencia, cuando salían a comprar el periódico", manifiesta Bobes. La puerta del tercero B, donde vivieron "toda la vida" los fallecidos, se encontraba ayer precintada por la Policía Nacional. En el edificio, en las tiendas y en los bares del barrio sólo se hablaba de Daniel y Maruja. Un matrimonio que se quiso hasta la muerte.

Sus familiares les despedirán hoy, a las seis de la tarde, en la capilla del tanatorio de Cabueñes.