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Los vigías de la naturaleza: 30 años sin bajar la guardia

Desde Gijón se coordina un equipo de 33 agentes del Seprona por media Asturias: "Los tiempos han cambiado, se ha hecho mucha pedagogía"

Los vigías de la naturaleza: 30 años sin bajar la guardia GUARDIA CIVIL

El cuidado de la naturaleza ya era una prioridad para ellos, mucho antes de que el Medio Ambiente se convirtiese en un objetivo primordial de alcance internacional. Puerta a puerta, vecino a vecino, fueron concienciando a la sociedad -de la mano de una legislación cada vez más comprometida con la naturaleza- de la importancia de proteger el entorno. El Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil, conocido popularmente como el Seprona, cumple ahora treinta años de trabajo en la prevención, vigilancia y denuncia de cualquier agresión a la naturaleza, una preocupación que ya dejó escrita el Duque de Ahumada en la carta fundacional del Instituto Armado. Queda mucho por hacer, sostienen desde la Comandancia de Gijón, pero todos los pasos ahora son hacia adelante.

El Seprona tiene su germen en las patrullas rurales motorizadas, conocidas como los “todoterrenos”, que desde 1982 podía acceder a zonas más complejas para otro tipo de vehículos y así ampliar el alcance de actuación. Sus primeras funciones se circunscribían a la caza y a la pesca. Si acaso también en lo relativo a vertidos de escombros, aunque de forma puntual. Los principales problemas a los que debían hacer frente eran la caza en días de fortuna, la práctica de la cinegética sin licencia de armas o el furtivismo, que aquí en Asturias había “a punta pala”, recuerda el agente Claudio de la Vega Puerta, que lleva cuatro décadas en la Guardia Civil y 33 años en el Seprona. De hecho, ellos fueron quienes detuvieron al cazador que mató a la madre de las famosas osas Paca y Tola en 1989. “El furtivismo estaba muy extendido y también la caza con armas ilegales; quien conocía la existencia del reglamento pasaba de él;_cazaban como lo habían hecho toda la vida”, relata. Es por ello que su primera misión fue la de concienciación de la sociedad, explicándoles “que los tiempos estaban cambiando y había que hacer las cosas de otra manera”, sostiene De la Vega.

Fue en 1988 cuando se constituyó oficialmente el Seprona, cuando se desarrolló por ley el mandato de la Constitución de velar por el Medio Ambiente. Comenzó entonces una especialización de los agentes de la_Benemérita que echaron el resto en concienciar a la sociedad de la importancia de cuidar la naturaleza. “Se hizo mucha pedagogía”, recuerda el teniente Avelino Torres Alonso de la_Torre, jefe de sección del Seprona en la Comandancia de Gijón, que cubre parte del territorio asturiano: desde Soto del Barco hasta el límite con Cantabria, incluyendo la cuenca del Nalón.

Ese trabajo fue acompañado de una importante legislación a todos los niveles, desde el propio país hasta la Unión Europea, destinadas a incrementar las medidas de vigilancia y controlar las acciones del hombre que pudiesen suponer un perjuicio al entorno, con especial incidencia en la flora y fauna.

Son muchas las áreas a las que hacen frente. Un amplio listado en el que se incluyen la ordenación del territorio; la vigilancia y protección del patrimonio histórico, evitando expolias de todo tipo; el bienestar animal, especialmente enfocado a la vigilancia de las conductas de maltrato y abandono de animales domésticos así como la legalidad y el correcto comercio y transporte de los animales -en 2010 incautaron más de 2.000 kilos de marisco ilegal proveniente de Escocia y con destino a la feria de O Grove, en Galicia-, además del control periódico de mataderos y otras explotaciones ganaderas; la sanidad vegetal y animal, comprobando el suministro de medicamentos, el tráfico de especies y la protección de especies silvestres, tanto de origen animal como vegetal; el control de residuos y los vertidos ilegales; la protección del dominio público hidráulico; la prevención de incendios forestales y vigilancia de las condiciones que marca la normativa para hacer fuego; la vigilancia de actividades ilegales relativas a la pesca; la normativa de caza y el exhaustivo control de todas las actividades cinegéticas, persiguiendo las actividades ilegales de caza como la colocación de cepos, lazos y venenos, entre otras actividades. En lo relativo a la caza, cabe destacar, por ejemplo, que de abril de 2017 a febrero de 2018, se cazaron en Asturias 11.000 jabalíes.

A pequeña escala revisan establecimientos como lavanderías o de venta de aparatos electrónicos y electrodomésticos para controlar que se deshacen correctamente de los residuos. También acuden a comercios donde se realizan tatuajes, revisando que las tintas empleadas son acordes a la normativa vigente y que los residuos que se generan no acaben en el contenedor normal. Lo mismo ocurre con los talleres de automóviles -con la crisis proliferaron muchos ilegales- y las pinturas y otros materiales que emplean. Incluso visitan algún que otro sex shop para el control de según qué medicamentos fitosanitarios que ofertan estos establecimientos.

En lo relativo a la sanidad vegetal están muy pendientes de las plagas que puedan detectarse, como la de la polilla guatemalteca, que motivó la prohibición de plantar patata en el concejo. Por este motivo, desde que el Principado de Asturias tomó esa medida, el Seprona de la_Comandancia de Gijón ha detectado ya siete plantaciones ilegales de patata en su demarcación territorial. “Antes realizábamos una labor más preventiva, y ahora tendemos a buscar el delito”, sostienen los agentes.

Los guardias también revisan las empresas de turismo activo, que todo esté en regla;_recorren con frecuencia los tramos del Camino de Santiago, en moto, especialmente en las épocas de mayor afluencia de peregrinos para garantizarles su seguridad; impiden las acampadas en sitios protegidos y constatan que cuando se realizan talas de árboles, éstas sean legales y no afecte a ninguna especie protegida. Incluso prestan mucha atención a la campaña del salmón en los ríos de la región.

¿Y cuántos guardia civiles se encargan de todas estas tareas? En la Comandancia de Gijón trabajan en este área 33 agentes -en toda España forman parte del Seprona 1.850 hombres y mujeres-, repartidos en siete patrullas. Son pocos para el notable volumen de trabajo que se les presenta día a día. Precisan de más medios, tanto materiales como humanos, y de la necesidad deben hacer virtud. Con la reforma del Código Penal se ha incrementado el número de personas investigadas por delitos de esta índole. De esta forma de los 17 detenidos que hubo en 2013 -otros diez más en la Comandancia de Oviedo- se aumentó la cifra hasta 46 detenidos el año pasado (54 en la capital asturiana). En lo que va de año ya son 30 las personas investigadas en Gijón y otras 34 en Oviedo.

Uno de los principales puntos de atención, por lo que implica, está puesto sobre la multitud de incendios que asuelan Asturias cada año. Hay una gran labor de prevención, pero la influencia e imprudencia del hombre hace imposible evitarlos. Sí se puede, al menos, perseguirlos. “A veces, cuando viene una oleada de 200 incendios cada día es muy difícil investigarlos todos”, advierte el teniente Torres. Una vez se produce, lo primero es encontrar el punto de origen de las llamas. A simple vista se percibe si ocurrió por una imprudencia o fue claramente provocado. En caso de existir intencionalidad, los investigadores prestan mucha atención a las llamadas de teléfono que reciben los equipos de emergencias, por si hubiese alguna descripción de alguna persona o vehículo.

A partir de ahí tratan de averiguar quién estuvo por la zona en los momentos previos. En definitiva, la suma de indicios es lo que permite esclarecer lo ocurrido. De un tiempo a esta parte cuentan con una concienciación al respecto en el mundo judicial. “Tanto jueces como fiscales han tomado nota; los que antes se saldaba con una multa de 5.000 pesetas ahora está más penado”, sostienen. “Ahora hay mucha conciencia al respecto”, añaden los agentes.

No obstante falta todavía mucha gente a la que hacer entrar en razón. No pocos de los incendios en la región se originan por imprudencias de aquellos que omiten la existencia de una normativa al respecto. “En Asturias hay una cultura del fuego muy grande, todo el mundo ve normal que se quemen matojos en cualquier momento”, expone Torres. Luego, pasa lo que pasa. Todo está regulado con unas condiciones meridianamente claras: qué días se puede y cuáles no, cómo hacerlo, cómo apagarlo si hay aire o no iniciarlo si sopla el viento, apagarlo antes de irse o vigilarlo mientras concluye la quema. “Hay muchos incendios por negligencia, por el desconocimiento de la normativa; muchos queman el día que sea porque ese es el que les viene bien a ellos”, sostiene Claudio de la Vega. Ver los montes devastados hace recapacitar, pero hasta que las llamas no llegan a casa propia, el problema parece lejano.

Treinta años después siguen adelante en su misión: perseguir el delito y concienciar a los más reacios en cuanto al cuidado de la naturaleza. Cada diez años se actualiza el cuerpo, adaptándose a los cambios y problemas que el día a día va creando en materia medioambiental. “Avanzar y avanzar” es en lo único que piensan los agentes del Seprona.

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